Compartir

“Es muy fácil decir que un caldo es casero. Por eso, pedí a Gallina Blanca que me lo enseñara y comprobé que es un caldo hecho solo con ingredientes naturales cocidos tres horas a fuego lento y con la mejor garantía: la suya“.  Así relata Pedro Piqueras su visita de bata impoluta a la fábrica de Gallina Blanca y al supuesto hogar de una familia española feliz de consumir tal manjar, el único, según el presentador de informativos de Telecinco, con “compromiso casero garantizado“, sello que pronto podría figurar entre el portafolio de AENOR.

Y luego nos sorprendemos de que la confianza se deteriore. Incluso de que se degrade en forma de pérdida de credibilidad entre un colectivo, los periodistas, cuya reputación descansa en buena medida sobre ella. Afortunadamente, la actuación de Pedro Piqueras es un ejercicio publicitario en toda regla, sin trampa ni cartón (¿?), separado de los informativos por una cortinilla que anuncia el regreso a la tele-realidad en unos minutos. Peor sería que el propio presentador se girara entre noticia y noticia y anunciara las bondades del caldo casero como si de un reportaje más se tratara, práctica habitual en los espacios del tiempo y los deportes.

La burbuja inmobiliaria se habrá pinchado, pero la que se hincha de falta de rigor, superficialidad, frivolidad y déficit de respeto hacia las audiencias aún exhibe una esférica salud. El periodismo está perdiendo influencia, tal vez porque se empeña en mantener audiencia sin importarle su pasividad, su descreimiento, su desafección hacia la línea editorial.  En este oficio también se aprecian los desperfectos causados por la liquidez social: la falta de compromiso con los valores profesionales, entre ellos el respeto a la ética y a la estética de la verdad.

Amancio Fernández, veterano periodista hoy en versión digital (diarioabierto.es) , asegura que la crisis que más le inquieta respecto a los medios no es la económica o la tecnológica, sino la relajación de la profesionalidad. Esa es precisamente la crisis más grave de los medios de comunicación que pretenden, pese a todo, hacer periodismo. Y he aquí la amenaza potencialmente más dañina: los medios pueden cambiar el periodismo por el entretenimiento, pero los periodistas no, y si lo hacen, rinden su influencia a cambio de un plato subvencionado de lectores, oyentes o espectadores.

En ocasiones la publicidad toma por tonta a la audiencia. “Las manchas enseñan a vivir” o quiero ser ‘bankero‘” son algunos de los miles de ejemplos que ilustran la falta de sintonía con la realidad de las personas. Cuando un presentador de informativos prescribe caldo casero producido de forma industrial, un meteorólogo anuncia “buenas noticias” tras las malas dejadas por las borrascas (hoy ciclogénesis explosivas) o un reportero de deportes que luce una cerrada barba recomienda afeitarse con tal marca están cocinando periodismo con ingredientes no naturales.

La falta de consideración por la audiencia no solo es aplicable a esta confusión entre información y publicidad, sino también a las versiones de la realidad tamizadas por el filtro de los deseos partidarios, a las noticias que jamás deberían figurar en tal categoría, a los episodios intrascendentes que llenan el espacio de los telediarios, a las opiniones infundadas vertidas en tertulias y debates… a tanta y tanta frivolidad.

Por eso, cuando la indignación por las malas prácticas profesionales me enciende, mi conciencia se deja enfriar por la valiente campaña de Media Markt y pienso: “Que yo no soy tonto, ¿y tú?”

http://youtu.be/3R0_Xop_tcs

 

 

Compartir

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *