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A Érica Sánchez Doñas
amiga y compañera en Caja Negra
nuestro querido colectivo de artistas,
in memoriam

Pensaba escribir un artículo sobre la televisión, claro, le tengo rabia a la televisión por su tratamiento desinformado y farandulero de la catástrofe, o más bien dirijo contra su estupidez la rabia que tengo contra la mucha estupidez que anda rondando en Chile. Los chistes sobre el  terremoto, hasta un diario digital supuestamente serio sacó lo que llaman “memes” del terremoto, ¿cómo es posible? Pensaba escribir sobre la televisión hasta que leí “Después del tsunami. La rabia está ahí”, de Ken Mogi acá en SITIOCERO.

Entonces, me di cuenta que tengo pena, que se murió mi amiga en el terremoto de Iquique. Tampoco la Erica era mi mejor amiga o algo por el estilo. Hasta nos habíamos peleado y ya no nos habíamos visto más. Sin embargo fue mi amiga, porque cuando yo no tenía donde caerme muerto y mi soledad era infinita, ella  me pasaba a ver y cocinábamos juntos y nos reíamos, y yo estaba tan solo, y ella me acompañaba con unos tallarines de pobres, porque yo estaba pobre, y que saben esos que hacen chistes de cómo se teje la amistad, cómo se teje la intimidad entre dos seres humanos solitarios, qué saben esos de nada. Y escribí una novela completa y sin pudores y usé a la Erica como uno de los personajes. Así el protagonista, un hombre encerrado en una cárcel decía:

“Y pienso que cuando salga de aquí, me gustará verla trabajar mientras cocino para ella. Que me gustará lamer sus antenitas detectoras de mis rupturas interiores, y me gustará su formalidad de secretaria de empresa, estructuradita en la semana. Y también me gustará su figura un poco loca, desestructurada cuando se emborrache algunos fines de semana. Me gustará aún más, que me diga lo que piensa sobre mí y que no tenga mala fe. Me gustará permitirle que me califique porque siento que está calificada para calificarme. Y me gustará su coquetería porque su coquetería es bella y no es nunca soez, y sé y me gustará decírselo, que lo soez que ven en ella los hombres es nada más que lo soez que tienen en sí mismos. Y me gustará mucho que cuando hable pronuncie las eses como zetas. Y que se ponga ese gorro café y los lentes porque la devela con una distinta lindura esquiza. Y me encantará mirarla cuando camine japonesa con esa falda tubo y esas zapatillas gruesas tan disímiles a sus pasos de hormiga.”

Es ella y no es ella, pero es más ella que cualquiera, mi amiga, la Erica, que murió hace pocos días en este terremoto mientras otros y otras hacen chistes. Y leo y  re leo a  Ken Mogi: “…ellos habían vivido las peores pesadillas. La noche que escaparon a las montañas, varios de sus mayores habían perecido. Fue una noche helada. Algunos huyeron solo con una camiseta…”, leo y releo una y otra vez ese párrafo, porque es hermoso y terrible, porque Ken Mogi es japonés y escribe hermosa y terriblemente y la Erica era como japonesa y era  hermosa, y lo que le pasó fue terrible por la cresta, porque corrió y escapó y posiblemente cayó por una escalera y quedó ahí tirada hasta el otro el día y murió. Murió mi amiga, que ya no caminará más por el patio infinito con esa falda tubo y ese gorro café, y los lentes y esas zapatillas gruesas tan disímiles a sus pasos de hormiga.  Tengo pena, y mientras escribo, lloro y lloro como cabro chico.

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6 Comentarios sobre “Erika murió en el terremoto

  1. Lamentable, acabo de enterarme, la describes tal cual es. Su forma suave y relajada de hablas, sus sombreros y pañuelos. Hace años compartimos en los Talleres del Pedagógico, la UMCE en Macul, junto a la Nilda, Hugo, Danae, Luis, Romina, la Hevia, y tantos. Con absoluta certeza consuela la pena de la ausencia y la violencia, con que al instante en que Ericka se fue de acá tomó sus pinceles, sus lanas y puchos y se marchó a ese lugar en donde espero mucho nos encontremos, sin dolor, sin pobreza, sin soledad, con un tiempo ilimitado para conversar, querernos, cuidarnos y ser felices. Mis condolencias a todos quienes compartieron con esta bella mujer. Gonzalo Luco

  2. hoy fui a almorzar con unos colegas en un espacio libre, a la bomba que esta cerca del colegio y que sirve almuerzo de casa y recordamos el día del terremoto y cómo fue saber lo de Erica…les conté lo que ese día significó para mi…todavía no comprendo lo injusto de esto…La recuerdo hablando de la vida, los proyectos, con una buena copa de vino y sus cigarros al viento, diciendo cuánto le había gustado Iquique…fue un gusto conocerla y también leer lo que le dedicas, un abrazo!!!!

  3. Bonito… y necesario. Hay que ser amigo de los amigos hasta más allá de su muerte, creo yo. Un abrazo, Fesal. Me parece sano -y sanador- que los hombres declaremos nuestros dolores y llantos porque “son macanas que los hombres no lloran…”. No conocí a Erika pero he leído a gente que aprecio sintiendo mucho su muerte. Para la familia y amigos, mi solidaridad en estas horas tristes.

    1. Yo también te escribo llorando, pero mis lágrimas son casi de sangre, muy hermoso lo escrito lo agradezco de todo corazón sin saber quién eres. Espero saber el nombre de la novela escrita con esa protagonista.
      Un abrazo, su mamá

      1. Estimada Eunice, te agradezco profundamente la lectura del artículo, y sobretodo tus palabras, como me dijo mi amigo Mauricio Tolosa, además director de este medio, la tuya es una emocionante presencia. Un abrazo en estos momentos tan duros para ti y los tuyos, emocionado también que este pequeño grano de arena que es el texto haya llegado a ti y a la memoria de los que conocieron y no conocieron a Erica, una amiga y mujer muy valiosa como persona y profesional del mundo del arte contemporáneo. La Novela se titula El Módulo, es inédita y con Erica la leímos completa juntos, después de un almuerzo de los dos en Caja Negra, un invierno de hace ya 9 años, la recuerdo riéndose mucho de algunos de sus párrafos. Gracias Eunice.

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