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Primera Parte

El blues ha sido, desde su surgimiento, la expresión cultural por excelencia del proletariado afrodescendiente de los Estados Unidos. El legado negro más epopéyico en la historia cultural de occidente, que creció entre ritmos y lágrimas. Entre el ruido y la furia.

El blues fue un diálogo con el interior de la comunidad afroamericana; las experiencias que narra son las típicas de un sector oprimido, agredido y marginado, lo que le otorga a su forma musical una significación política colectiva que, de muy diversas maneras y en distintos momentos de la historia de la música estará presente.

En ese sentido, el valor e influencia de la música negra reside en su impacto emocional, en la expresión directa de los sentimientos de sus intérpretes con su estado de ánimo. En un principio, a través de la voz y del ritmo africano rural, entonando las primeras canciones de dolor, indignación, lamento y añoranza por la libertad perdida; y luego, con la dinamización creativa del proletariado afroamericano urbano, vendrían las canciones de sátira, con contenidos prohibidos, de libertad física y sin dictaduras morales.

Para desentrañar las influencias del blues en la música popular del siglo XX, vale realizar una fotografía socio-antropológica para que nos indique la ruta de cómo este proletariado afroamericano llevó a encarnar en canciones de Robert Johnson, Muddy Waters o BB King una verdadera descripción socio-etnodemográfica, y así, poner los cimientos fundacionales para (casi) todo lo que se conocería desde el siglo XX hasta nuestros tiempos postmodernos en cuanto a música popular.

El primer indicador fundamental data de los primeros esclavos que llegaron desde la costa occidental de África a Norteamérica [1]. Estos esclavos, trajeron consigo su capital cultural inmaterial (música, religión, costumbres tradicionales), que era lo único que el hombre blanco conquistador no les podía arrebatar tras su captura, cautiverio y comercialización. Este capital, más la experiencia en las interminables jornadas laborales de sol a sol, principalmente en plantaciones de algodón, tabaco y maíz que se extendían por los estados del sur estadounidense, trajeron como consecuencia la utilización del canto como forma de liberación (y luego con su revalorización, de arte), incluso, después de la abolición total de la esclavitud en EE.UU. fechada en 1865.

http://youtu.be/n9JaQy6wfbE

Ejemplo de un spiritual. Escena de la película 12 Years A Slave

La funcionalidad musical intrínseca del día a día, de unas personas que no eran necesariamente músicos, desarrolló cantos ceremoniales heredados de los griots [2] -con voces rasposas y desdeñosas- y de la poesía responsorial de la religión agysimba, a los que poco a poco, les fueron introduciendo algunos instrumentos como rudimentarias guitarras hechas con tiras de caucho clavadas verticalmente sobre madera, el banjo (heredado del xalam africano) y flautas primitivas. En menor medida, también, hubo una interacción con la tradición musical europea: tonadas en violín irlandesas y escocesas, himnos religiosos y marchas militares.

Entre las canciones que interpretaban los afroamericanos desde el siglo XIX, están los spirituals (salmos religiosos que se entonaban en las iglesias protestantes), los hollers (grito de campo a capela, que tenían a un cantante interpretando para sí mismo) y las work songs (asociados a los esclavos agrícolas, eran ritmos uniformes con frases improvisadas por una voz solista y un estribillo en el que existía una respuesta por parte de un grupo de personas -canción de llamada y respuesta-, cuyos cantos contenían temáticas que aludían a los problemas y las labores cotidianas). Estos tres estilos de canto conservaron los timbres, tonos y ritmos africanos, y fueron las semillas del blues a inicios del siglo XX.

Ejemplo de una work song. Escena del documental Afro-American Work Songs In A Texas Prison)


Ejemplo de un holler

Así es como comienza a nacer, fruto de la esclavitud y del auto-rescate de las raíces (más por necesidad que por un acto patrimonial), el hijo maldito del Mississippi.

Iniciado el siglo XX, el blues comenzó a visualizarse fuertemente dentro de las primeras tres décadas, llegando a instalarse como un género fundamental de la música popular y ser referente absoluto en los años 50. Para que eso sucediera, la sociedad estadounidense tuvo que experimentar un proceso de aceptación, no sólo hacia esta extraña música que era yuxtapuesta a tendencias como el Tin Pan Alley o las resacas del romanticismo del siglo XIX; sino que también, la sociedad dominante -blanca, totalitaria, conservadora y racista- inició su gradual camino hacia un cambio ideológico: la aceptación de la cultura negra. Un camino difuso y violento, que incluso se tiñó de sangre.

Este cambio cultural consignaba, aparte de la aceptación por la sociedad dominante, un empoderamiento de la cultura afroamericana para complementar su inclusión, proceso guiado por el blues. Para tener una visión cualitativa de este cambio, podemos tomar los postulados del sociólogo Pierre Bourdieu (aunque la música no fue objeto de estudio de su obra), y ver sus consideraciones en relación al funcionamiento de los procesos culturales, que son perfectamente aplicables al fenómeno de la influencia del blues en la cultura occidental blanca:

“En un campo, los que poseen la posición dominante, los que tienen más capital específico, se oponen en numerosos aspectos a los recién llegados, los advenedizos que no poseen mucho capital específico […] Los recién llegados tienen estrategias de subversión orientadas hacia una acumulación de capital específico que supone una alteración, una redefinición más o menos revolucionaria de los principios de producción y apreciación de los productos”. (Bourdieu, 1994).

En este sentido, los afrodescendientes estadounidenses comenzaron a acumular su propio capital específico a través de las constantes luchas sociales y reivindicativas de derechos civiles, pero también a través de su cultura, siendo su música -el blues, específicamente- su primera gran conformación cultural, dentro de su contexto de advenedizos.

Pero para que todo esto se confabulase y diera origen al blues tal y como lo conocemos, también fue decidor el avance tecnológico, los cambios de paradigmas sociales y la materialidad e itinerancia de la música. Aspectos que se abordaran en una segunda parte.

 

Continúa la lectura del Blues en:

Blues: el hijo maldito del Mississippi (Parte 2)

Blues: el hijo maldito del Mississippi (Parte 3)

 

[1] Los primeros esclavos africanos en llegar a suelo norteamericano (Virginia) datan de 1619. Luego, el tráfico de éstos se produjo ininterrumpidamente hasta 1812, año en el que quedó prohibido su comercio.

[2] Historiador oral africano, guardián de la historia de la aldea y de las genealogías de sus habitantes. Es un miembro respetado del clan que, antes de la aparición de la escritura, retenía de memoria todos los acontecimientos sobresalientes de la vida de la aldea, (…) asegurando de ese modo la continuidad del patrimonio colectivo, de la cultura y de la genealogía del clan.

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2 Comentarios sobre “Blues: el hijo maldito del Mississippi (Parte 1)

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