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Hace mucho que se habla de la revolución digital y de hiperconectividad, pero hace poco tiempo que esto ha evidenciado un cambio generacional importante que traspasa la red y se extiende a todos los ámbitos sociales. Nuevas formas de relacionarnos, de convivir e informarnos han ido cambiando nuestra manera de ver el mundo y las conexiones con el resto de la humanidad. No sólo estamos disponibles instantáneamente a través de nuestros celulares, ahora también podemos informarnos de lo que pasa en el mundo en el momento en que sucede, esto nos hace parte de un espacio social sin fronteras.

Chile está número 23 en el ranking con mayor cantidad de nativos digitales a nivel mundial, siendo un 16,8% de la población joven (entre 15 y 24 años de edad). Según la Subtel, la penetración de internet entre los chilenos supera el 44%, es decir 3 de cada 5 hogares cuenta con conexión, y casi el 81% de la navegación móvil proviene de smartphones, esto ha ido aumentando considerablemente el último año, y es algo que está trayendo consecuencias importantes en la forma de relacionarnos, no es raro ver familias conectadas a través del chat grupal de whatsapp, o de conocer cada detalle de la vida de alguien que no vemos hace años por todo lo que publica en internet, tampoco es extraño escuchar de quiebres matrimoniales por culpa de las redes sociales, y de encuentros con amigos que dejamos de ver hace años, es el poder de la conectividad ilimitada, y de la sobreexposición a la información.

Con la llegada de los blogs, y las redes sociales, y su fuerte incremento durante los últimos ocho años, el espacio comunicacional se abrió al mundo, y hoy son los medios de influencia más importantes para el segmento de nativos digitales, mucho más que los medios tradicionales quienes han perdido credibilidad y aceptación debido a sus líneas editoriales y la dificultad de comprender las necesidades de la hiperconectividad. Todo lo que vemos en la pantalla es parte de la realidad a la que estamos expuestos a diario, y volcamos lo que queremos ser en identidades digitales en búsqueda de aceptación. Es cuando me hago la pregunta: ¿Por qué si el acceso a internet nos da una perspectiva mucho más amplia de lo que es el mundo, nos está volviendo seres individualistas, y con poca reflexión compasiva?

Cuando hace algunas semanas salió la noticia de un chico se suicidó en el Mall Costanera Center, quedé impactada al ver la cantidad de personas grabándolo y esperando que se tirara, para luego subirlo a la web, reflejando una insensibilidad tremenda y también el sentido de querer compartirlo todo sin ninguna empatía por el otro, pensando que estamos dentro de una película que hay que mostrarle al mundo, y que no es otra que la vida misma. Esto es reflejo de la instantaneidad y necesidad de feedback a la que estamos acostumbrados, y que es sin duda, la nueva forma de relacionarnos en la era de la hiperconectividad.

Sin duda, la herramienta de comunicación en la palma de la mano es algo que nos ayuda a conocer más allá de nuestro territorio, y que nos mantiene conectados con nuestros amigos y familiares, pero esto ha provocando una profunda desconexión empática con el entorno, y de la que debemos estar atentos para que el espacio social sin fronteras no se convierta en un arma brutal de indiferencia y egocentrismo.

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