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Mis padres provienen y viven actualmente, luego de muchos años en Osorno, en un  sector conocido como  Purrehuín, en la comuna San Juan de la Costa, lugar a donde he decidido pertenecer y decir que soy oriundo, no hay dudas, me siento más del campo que de la ciudad; pero que no se mal entienda, no es un rechazo a las urbes y todas las cosas y situaciones que conllevan, es sólo que mi alma se siente más a gusto en los espacios amplios y verdes y si tiene  agua cerca, cuanto mejor.

Muchos de Uds me han oído o leído haciendo una propaganda inagotable y furibunda de Purrehuín, o quizás sea del espacio que ocupan, llenan y rebosan, literal y simbólicamente mis viejos. A fuerza de fotografías, frases más menos ingeniosas, oferta de productos caseros y la ciber-magia del face,  la Parcela Traicamo se ha vuelto un lugar, al menos interesante, que algún día se podría conocer.

A muchos de Uds les he contado algunas historias de niño y de cómo este campo y otros cercanos dejaron una profunda huella en mi forma de entender el mundo, que cada cierto tiempo se vuelven a editar o reeditar según sea el caso y una de esas ocasiones ocurrió en esta Semana Santa recién pasada.

Ocurre que por esas tragedias de la vida, que en Purrehuín suelen ser bastante comunes, el Jueves Santo, en la madrugada, producto del exceso de alcohol, de las rencillas sin tiempo, de las historias mal contadas, de la hora y del sino que presentó sin dar tiempo a nada, mataron al tío Lorenzo en su propia casa, una verdadera tragedia. Mis padres, sobrecogidos hasta las lágrimas, mi Madre que hizo un par de llamas entre sollozos y palabras entrecortadas; mi Padre, suponemos que igual, pero que se debe haber guardado sus lágrimas para un momento de mayor intimidad. Mi prima Vero, a quien de niña le decíamos La Tuto, desolada; ella lo veía casi todos los día, cuando el tío pasaba sobrio o bajo el efecto de la alegría en caja que venden donde la Violeta en Purrehuín Bajo, y solía pasar por su casa a saludar a las niñas y alegrar el día con algunas de sus bromas.

Así es la vida en el campo, las personas viven una cotidianeidad donde el otro importa, no por como sea, sino por lo que ES; importa porque es parte de tu espacio, de tu comunidad; como sea que sea o quiera ser. Importa porque está cuando necesitas sacar unos metros de leña de la quebrada o necesitas preparar la tierra para la siembra, está para sembrar y está para cosechar; es tu vecino el que generosamente se hace parte de tus necesidades y luego tú de las de él. Algo incomprensible para muchos y muchas de las grandes ciudades.

Otra cosa curiosa que tiene el campo, o al menos este campo, es que no recuerdo la privacidad como algo que las personas atesoren demasiado, que no se mal entienda, todo el mundo tiene una vida íntima que ocurre dentro de su casa, pero todos saben lo que pasa contigo y con tus vecinos, no hay mucho que esconder y tampoco creo que existan las ganas de hacerlo. Todos conocen tu historia, de quien eres hijo y si efectivamente eres hijo de fulano o en realidad de zutano o perengano. Todos saben si sembraste y como te fue en la cosecha, no porque te espíen o les interese como te fue; lo saben porque te ayudaron en todo el proceso y se alegran contigo si te va bien, o te dan palabras de aliento cuando la cosecha no es la que se esperaba -el otro año será mejor Don Choche-. Si tu salud es buena también lo saben, porque de seguro te van a pedir ayuda con algo donde tu salud está en juego, pero si te enfermas lo sabrán porque estarán ahí para ayudar con las cosas que tienes que hacer, como cuando Don Choche salió de su operación y llegaron todos los vecinos para aporcar las papas.

Pero volviendo con la tragedia de Semana Santa. Al día siguiente de acompañar al Tío Lorenzo en su velatorio, al Sheba, al Shaca y la Rosita, sus hijos; y de ir poco a poco dando cuenta cómo es que se organizaban las personas para todo lo que se requería, en el café del desayuno le largué la siguiente reflexión a mi viejo al mismo tiempo que mi vieja nos servía unos huevos revueltos y compartíamos el pan.

Sabes Choche, cuando terminé la Universidad hice mi especialidad en algo que se llama “Psicología Comunitaria” y a grandes rasgos nos trataron de enseñar cómo es que podemos trabajar con las personas en los espacios donde estos se desarrollan y cómo podríamos nosotros ayudar a ese mismo desarrollo ¿me entiendes? – Claro, claro, sigue no más- Bueno, lo que pasa es que anoche me volví a dar cuenta con todo lo que pasó en la capilla (lugar donde fue el velatorio), por decirlo de una manera, que las personas de aquí, con toda su organización son la esencia de lo “comunitario”. Yo me pregunté en un momento cómo una familia tan pequeña, con algunos de los hijos lejos y llegando recién, cómo es que iban hacerlo para realizar el velorio y todo lo que ello implica en el campo, pero anoche me di cuenta que las manos sobraban, o mejor dicho, las manos en el campo nunca faltan, se multiplicaron y todos cooperaban, todos ayudaron. Tú con el Cote fueron a buscar esa vaca, que alguien regaló a Carrico. ¡Y se vinieron caminado!, luego ayudaron a faenarla. En la noche mi vieja se fue a cocinar una sopa que a eso de las 1 de la mañana, cuando se da la comida de la noche, me di cuenta de que estaba riquísima. Se armó rápidamente una cadena de personas para pasar los platos con comida a todos los que estaba sentados dentro de la capilla, entre ellos identifiqué a Oniel, un primo, del que siempre disfruto de su humor agudo por el feibuk; Yuri, su hermana, con un canasto lleno de rico pan amasado, lo repartía a los que iban recibiendo la sopa y otra joven la acompañaba con un frasco de ají que atentamente ofrecía a todo aquel que quisiera condimentar su caldo nocturno. Un señor a nombre de la familia rezó un Rosario por el descanso eterno del alma del Tío Lorenzo, eso fue sublime, es muy probable que nadie que no haya estado en un lugar así lo podría entender, pero esa forma de rezar ya casi se ha perdido y supongo que con el tiempo, cuando se vayan muriendo los más antiguos, muchas de estas cosas ya no se verán.

Lo curioso viejo es que a todo les surge espontáneamente, como cuando alguien necesita cosechar o sembrar o se enferma, nadie se los enseño y funciona de tal manera que me cuesta poder explicarlo, pero está en lo más elemental de sus relaciones. –Sipo, así es, yo que recuerde desde siempre ha sido así. Oye, nanito (ese soy yo) ¿y que en otras partes no es así?- No viejo, en otras partes se estudia para enseñarle a las personas que es lo comunitario. –Mira como son las cosas Nan- Así no más pos viejo, en otras partes las personas se mueren en la calle y nadie las reclama. Aquí yo estoy sorprendido, por ejemplo, como la Tuto se organizó y se llevó a los Colulas (dos hermanos que tienen  enfermedades degenerativas y que no tienen familia), a vivir junto a ella y se organiza para poder darles una vida digna, esa wuea si es que la esencia de lo comunitario viejo, perdona la grosería. Los vecinos resolviendo los problemas, ya no puntuales, sino todo lo que implica cuidar a dos hombres con estas características durante los años que vayan a tener de vida, cresta viejo, estoy impresionado de nuevo. Podría decirle a la  profe que vengan a cachar cómo funciona la cosa aquí, aprenderían mucho.

¿En qué crees que se base todo esto Choche? ¿Cómo lo explicarías? -Buena pregunta cabezón.  Yo creo viejo que se basan en la solidaridad, las relaciones de los campesinos se basan en la solidaridad, en la capacidad de ayudar, de la manera que sea, a las personas que lo necesitan y sólo porque está bien hacerlo.- Demás viejo. ¿Sabes?  Por otro lado, yo creo que igual está la reciprocidad, pero una reciprocidad desinteresada, yo te ayudo, tú me ayudas, los dos ayudamos a otros y los otros me ayudan cuando lo necesito, es un circulo virtuoso de solidaridad y reciprocidad. –Puede ser viejo Cholo- Sabes que más viejo, ahora entiendo porque siempre me resulto tan fácil entender lo que me enseñaron, me enredé en algunos conceptos, pero tenía o había vivido lo mismo desde siempre. –A propósito Nanito ¿vamos a buscar murtas para que tu mamá siga haciendo conservas?- Vamos viejo.

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