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En los años 2006 y 2011, el movimiento estudiantil puso en cuestión el modelo educacional chileno. La comunidad, en todos sus niveles, debiera preguntarse acerca de los fines de la educación. Por mi parte, reivindico que el fin último de la educación es la felicidad y en torno a este objetivo debiera dibujarse el nuevo paisaje de la educación de nuestro país.

Otra pregunta imprescindible es si la educación actual sirve a los niños de hoy.

¿Cómo son los niños de hoy?

Son inquietos, a veces hiperactivos; usan triple pantalla simultáneamente ; piensan en hipertextos; aprenden haciendo; autónomos; lúdicos, a través de los videojuegos desarrollan el sentido lógico, enfrentan distintos grados de dificultad y resuelven problemas. Son en definitiva nativos digitales. Tienen un desarrollo neuronal y emocional distinto; silenciosamente ruidosos, conciben el error como un detalle dentro del aprendizaje, y su relación con los mayores son horizontales y son amigos de los amigos y del mundo virtual.

¿Y cómo es la escuela de hoy, en los diversos espacios geográficos, sociales y culturales?

La escuela de hoy no da cuenta con las características descritas de los niños y menos de su entorno. La escuela de hoy es aburrida, homogeneizante, punitiva, y principalmente, responde a un mundo del siglo pasado. El curriculum imperante está basado en objetivos, donde las bases institucionales son los contenidos y sus paredes refractarias son el conductismo y la memoria de corto plazo.

¿Cómo debiera ser la escuela de este siglo?

La escuela debiera emocionar, atraer, encantar, entretener, acompañar y orientar a los niños, tratando de ser lo menos invasiva posible, para que puedan vivir la maravillosa aventura de aprender por sí mismos.

Los indicadores

Un tema aparte son los indicadores. Casi al final del año escolar 2013, con el SIMCE, el movimiento estudiantil nos sacó a todos y a todas al pizarrón para preguntarnos acerca de la utilidad efectiva. Desde mi perspectiva, el SIMCE es “la cola que mueve el perro”, subordinando el curriculum, la escuela, la comunidad escolar y el país en búsqueda de los resultados esperados. Por ello, debemos procurar que la escuela responda a los intereses de los niños y niñas de hoy.

En síntesis, el curriculum instalado, en Chile, busca resultados para verificar “la inversión” más que medir la calidad. Por ello, la escuela se enajena por subir los puntajes en el SIMCE.

Desde la Escuela Internado G -35 de Visviri de la Región de Arica y Parinacota hasta la escuela F-50 de Villa las Estrellas de la Región de Magallanes y la Antártica de Chile, tienen el mismo curriculum diseñado, planificado, organizado, administrado, controlado y medido por el nivel central. En el SIMCE las escuelas compiten de la misma manera, como si las 15 Regiones, 54 provincias y 345 comunas fueran idénticas.

Pensando en la enseñanza media deberíamos cuestionar el orden establecido en torno a la educación humanista científico. Puesto que hoy no es ni humanista, ni científica. ¿Qué pasaría si en lugar de ordenarse en torno a la separación, se organizara en base a proyectos, vinculados a los gustos, habilidades, talentos y emociones de los adolescentes, con un mayor énfasis en la colaboración y la tecnología?

¿Y si en la educación terciaria sus modelos curriculares fueran de corta duración, 3 años y basado en competencias, conectados con prácticas colaborativas, buscando agregar valor?

Estamos convocados a conversar, a debatir, a escucharnos de manera empática, y dispuestos a llegar acuerdos, desde la mirada de los niños y niñas de hoy, considerando su diseño neuronal y las permanentes innovaciones de las tecnologías.

Ahora debemos salir todos al pizarrón (o a las pizarras interactivas) a responder las preguntas que nos han puesto los estudiantes de nuestro país y a proponer otras nuevas interrogantes que nos permitan avanzar hacia una educación del Siglo XXI.

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Alguien comentó sobre “Todo Chile al pizarrón, mirando el siglo en que vivimos

  1. Sin duda; reflexiones como estas nos hacen bien, pero más que buscar culpables pienso que debemos buscar, compartir y proponer formalmente ideas de mejora desde los diferentes contextos socioculturales de donde cada mañana, niños, niñas y jóvenes se levantan para ir a la escuela.

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