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En la memoria de quienes en Chile queremos preservar la vida, el martes 10 de junio será evocado como un día histórico. El no definitivo al proyecto HidroAysén en la instancia política y administrativa superior, merece esa memoria. Si bien aún es posible la apelación a una última instancia judicial, es consenso entre los observadores que resulta prácticamente inviable revertir la decisión unánime del Comité de Ministros.

Los activistas de Patagonia Sin Represas, en Santiago, hicieron un brindis. Muchos en Chile sonrieron al escuchar la noticia. En Aysén, reserva de vida, hubo una serena espera en un cine y luego marchas en las calles para celebrar.

“Nunca se debe dudar de que un grupo de ciudadanos considerados y comprometidos puede cambiar el mundo. De hecho, es la única forma de lograrlo”, escribió años ha la lúcida antropóloga Margaret Mead.

Antes el poeta Williams Blake intuyó el secreto más intimo del cambio histórico: “Imaginación de Ayer: Evidencia de Hoy”.

Eso fue Patagonia sin Represas: un grupo de ciudadanos considerados y comprometidos que ayer imaginaron preservar los ríos de Aysén, lo que pos 10 de junio es la evidencia de hoy.

En lo personal siempre reiteré tres poderosas razones y emociones para oponerme a ese mal proyecto, tan propio de la megalomanía irreflexiva que anima a los avaros del mundo.

Uno, la necesidad de preservar prístinos los ecosistemas de Aysén, reserva de vida. De hecho, el Comité de Ministros, entre otras razones, el 10 de junio reiteró cosas ya antes dichas en los alegatos de las comunidades: los estudios de la línea base de fauna terrestre y de hidrología que hizo la empresa eran lisa y llanamente deficitarios. Léase, el proyecto así planteado era una amenaza para los ecosistemas.

Dos, por fin se ha desactivado la irracionalidad de centenares de mega torres en un recorrido de miles de kilómetros de sur a norte. Recorrido feo y más aún absurdo por el despilfarro energético que tan largo trayecto conllevaba.

Tres, y muy importante para el futuro, con la decisión se pone coto a la agudización de la concentración de la propiedad que en los hechos implicaría HidroAysén para la generación y distribución, abriendo así un promisorio turno a las energías renovables y para transitar a sistemas distribuidos.

En este último sentido, la noticia de la presidenta Bachelet el 5 de junio, cinco días antes del ocaso de HidroAysén, al inaugurar en nuestro norte desértico y soleado el mayor parque de energía fotovoltaica en América latina, con 100 MW, sin duda, fue otro hecho halagüeño y oportuno.

Hoy es un desafío la interconexión centro – norte del país y avanzar en la construcción de 26 parques solares de envergaduras parecidas (existen no pocos inversores dispuestos) para equiparar los 2.700 MW del pésimo proyecto que siempre fue HidroAysén.

Así como es un desafío para los ciudadanos considerados y comprometidos limitar las termoeléctricas. Por su parte, los actores de gobierno, ciudadanía y empresas deberán activar con diseños ambientalmente óptimos la centrales hidroeléctricas de pasada, re-impulsar la geotermia y la energía eólica, más otras ERNC.

También es un desafío mayor avanzar con políticas públicas decididas hacia un sistema de generación distribuida o descentralizada, tal como se hace en todos los países del mundo que han incorporado con seriedad y con éxito las ERNC en sus matrices. Amén de la eficiencia energética, por supuesto.

 

 

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