Compartir

Grande ha sido la preocupación, dedicación y esfuerzo a través de los años sobre la calidad de nuestra sana vida, especialmente en la capital, que está dañando progresivamente la salud de todos, como es la polución.

Se han dictado normas y leyes en dirección a aplacar lo nocivo que este inevitable mal nos entrega a diario, especialmente en época de frío, donde la ventilación no es la adecuada, formando esa capa densa de smog que todos podemos apreciar.

Como es de conocimiento público, el parque automotriz crece día a día provocando congestiones enormes a ciertas horas, donde el volumen de material particulado se eleva a niveles dañinos sin lograr a la fecha una adecuada solución al tema.

Aun así y tomando en cuenta que este problema ya tiene sistemas de medición y control, (buenos o malos), es hora de poner sobre la mesa otro contaminante, quizás igual o peor para quienes habitamos esta gran ciudad; la contaminación acústica.

Acá si nos encontramos con un problema grave, que incide directamente sobre la salud mental y física. En la actualidad no hay sistemas en uso que alerten cuando los niveles de ruido superan, lo que por norma, se define como aceptable para una vida normal. Así como el crecimiento del parque automotriz ha colaborado con la polución, también tiene un buen aporte al tema acústico. Agregaremos a ello el importante aumento de motos y otros vehículos emisores de ensordecedor ruido.

Existen instrumentos que miden el exceso de ruido, pero al parecer no está contemplada aun su utilización. No hay estaciones de monitoreo acústico que nos adviertan acerca de ello. De nuestra parte se podrían adoptar una cantidad de medidas fáciles de realizar, orientadas a mitigar este problema, pero al no existir una conciencia colectiva ni el control de parte de algún organismo interesado en ello, simplemente no se adoptan. El importante nivel de individualismo es una condición poderosa que hace inviable el autocontrol; queda de lado el uso indiscriminado de audífonos de uso personal, donde una inmensa mayoría de usuarios son menores que los utilizan a volúmenes para nada saludables y por un tiempo prolongado durante cada jornada.

Las alarmas de autos, de locales y casas que suenan una y otra vez sin lograr la finalidad para las que fueron instaladas, bocinazos en la congestión que no contribuyen a una mayor fluidez del tráfico, escapes que emiten ruido digno de una pista de carrera no para una calle de ciudad, música al interior de automóviles que, aun con los vidrios cerrados, se escuchan a gran distancia, todo ello fácilmente evitable. Esto se está masificando en forma alarmante y descontrolada, pero con efectos en extremo negativos para cada uno de nosotros. Les dejo un link muy interesante de un Seminario realizado en Colombia que deja claro hacia donde vamos, en caso de continuar sin darle importancia a este tema, que además responde muchos de los comportamientos ciudadanos relacionados con el aumento de la irritabilidad y agresividad actual.

 

Compartir

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *