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Quisiera proponer,   que por ahora  no habláramos de cultura sino de arte, y que no habláramos de arte, sino de experiencia artística. Y que cuando habláramos de experiencia artística no pensáramos en Picasso, en Stravinski, en Bach, o en el artista lejano, inimitable y famoso,  sino todo lo contrario: Miráramos el dibujo de un niño,  escucháramos la canción de cuna,  canción milenaria que nos acompaña durante todas las vidas.

Quisiera proponer que imagináramos que pasaría si un día salimos a la ciudad y de repente en una esquina nos encontramos con un bailarín o quizás los muros grises, llenos de colores de la tierra.

Tal vez  no ocurra nada, como le pasó al famoso violinista Joshua Bell  en el metro de Nueva York, que fue escuchado por muy pocas `personas,

 

o, quizás ocurra que nos detengamos un minuto y abramos nuestros sentidos a un encuentro diferente, especial, sublime como en esta otra imagen que circuló tanto en las redes, donde los músicos de la ciudad de Sabadell en Cataluña saludan a una comunidad expectante con una melodía prácticamente universal.

 

Quisiera invitar a los artistas a no hablar de arte sino a vivirlo con la gente. De que cuando hablemos de formación artística, pongamos  en primer lugar la experiencia y luego a partir de la experiencia el aprendizaje de conocimientos y técnicas. Porque quizás este aprendizaje de la técnica,  venga después de la experiencia, y que sea el aprendizaje de la técnica,   llamado por la necesidad.

Quisiera invitar a los artistas a levantar la voz. A decir más fuerte y en forma comunitaria lo que decimos en forma solitaria e individual. Quisiera invitarlos a romper el reloj y abrirse a la libertad de encontrar las formas nuevas, que digan a este mundo un poco perdido lo que es realmente importante.

Quisiera invitar a los empresarios, innovadores, emprendedores a conversar con los artistas, porque en la creatividad está la crítica y en la critica,  la mirada de mundo, y en la mirada de mundo, la invitación a expandirse.

Quisiera invitar a los maestros a  vivir con sus estudiantes estas experiencias de arte aunque no haya tiempo. Aunque nuestros estudiantes esté coptados  por el cálculo, el lenguaje, las ciencias y  no tengan  tiempo para vivir una aventura diferente. Porque vivir el arte es una urgencia,  antes de  que la disposición a vivir una experiencia sensorial se vaya anquilosando, hasta desaparecer.

Quisiera invitarnos a todos nosotros,   a atrevernos a la sensibilidad,  a abrirnos al dolor de  un mundo que al parecer no nos necesita sensibles ni abiertos, sino todo lo contrario.

Quisiera invitarnos,  aunque nos duela.

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