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Antonio Skármeta ganó el Premio Nacional de Literatura 2014. Skarmeta se lo merece, ya que escribe – y sobre todo, escribía – muy bien. Quizás sus nuevos trabajos no sean de la calidad de algunos de aquellos cuentos más icónicos, escritos con irrespetuosa y deslenguada irreverencia que leímos con fruición en los años setenta. Skármeta es representativo de una cierta narrativa muy nuestra de la segunda mitad del siglo XX. Skármeta, así como Poli Délano y también Ariel Dorfman, sin duda escriben con nitidez aquel imaginario chileno que quería volar y se estrelló de sopetón, ellos le ponen lenguaje a lo que fuimos y a lo que perdimos. Los tres debían haber recibido el Premio Nacional de Literatura hace 35 o 30 años atrás, y no se lo dieron, a ninguno de ellos. Premio robado por la dictadura y sus mentecatos que no merecían premio alguno. Enrique Lihn murió sin que le dieran el premio. De los ocho galardones que se concedieron entre 1974 y 1988, considero que cinco desmerecen en comparación con Skármeta, Délano y Dorfman. Esos cinco, -entre los que se incluyen dos prestigiosos académicos, y de los que excluyo a Marcela Paz- no presentan una obra que tenga el peso, la calidad, ni la relevancia de ninguno de los tres nombrados. Esos escritores no sólo hicieron carrera afuera, sino que escribieron la diferencia  de Chile en el exilio, lo que dio solidez y amplitud a su trabajo. Por eso el premio a Skármeta de alguna manera, aunque sea retrasada y nostálgica, nos reconcilia.

De entre los escritores que postulaban este año, no me cabe duda que la contribución más importante a las letras chilenas está representada por la narrativa innovadora, descarnada y poética de Pedro Lemebel. Se lo merece por supuesto, y ojalá que lo gane pronto. Ese sería un gesto saludable que daría vuelo y renovaría la importancia de la literatura como elemento de inclusión y cohesión  nacional. ¡Qué otra escritura nos enrostra todo lo que falta por hacer en esta democracia nuestra! Nadie ha escrito mejor que Lemebel la dolorosa alegría trasnochada del Chile de la Transición, y es difícil encontrar otro espacio estético en el cual el dolor y el escarnio de la pobreza aparezcan en gesto más amoroso que en las crónicas de Pedro Lemebel. Con todo lo que tiene de denuncia, sin embargo, Lemebel escribe el bello futuro de un Chile generoso y de taco alto que nos espera a la vuelta de la esquina.

Por otro lado, quién puede negar que la narrativa chilena que contribuye más a expandir el imaginario latinoamericano sea la de la escritora Diamela Eltit. Está claro que Eltit merece  este premio y parece increíble que no haya sido postulada este año. Ella representa el esfuerzo de volver a codificar una semántica nacional  que aspira a comunicarnos entre nosotros. La escritura de Eltit elabora la dificultad de escribir la vergüenza y las grandes culpas que nos inundan. Su gesto experimental es imprescindible para entender nuestra cultura de fin de siglo. Su trabajo no sólo deja huella y hace escuela en los artistas y escritores chilenos, sino que del resto de América Latina. Es la escritora más influyente y la más original de los escritores chilenos vivos.

El Premio Nacional de Literatura también lo merece la poeta Carmen Berenguer, que ha escrito una obra contundente y desarrollado una poética muy distinta. Berenguer escribe con fuerza el Santiago moderno, y construye a partir de esa espacialidad las voces que repletan la conciencia nacional. Culta y rockera a la vez, esta poeta recoge las poéticas mistraliana y nerudiana para enrollarlas en la lengua que hoy día nos habla. Hay varias otras escritoras significativas en esa generación y la más destacada es Pía Barros, que tiene la calidad de postulante al Premio Nacional. Algunos de los cuentos de Barros capturan lo más escondido de nuestros secretos cotidianos. Ella se atreve a yuxtaponer la política y la sexualidad, para exponer la violencia escondida en la narrativa nacional. Si acaso alguien todavía piensa que el premio se trata de celebrar el trabajo serio, la buena escritura, la contribución de nuevos pulsos literarios y el atrevimiento de escribir con un estilo único, entonces Barros debiera ser nominada.

De modo que me alegro por Skármeta, se lo merecía; se alegra en mí la chiquilla que fuí durante la UP; pero qué rabia le da a esa yo que sabe del trabajo serio, dedicado y admirable de los otros escritores que por su trayectoria lo merecen. Es la historia que nos pena. Nuestra historia, aquella que siempre quisiéramos olvidar. Los años negros se encrespan por todos lados y hacen difícil que podamos alcanzarnos la cola que nos muerde. Por otro lado, bueno, un premio, es un premio, nada más. ¡Qué bueno que exista, qué bueno que todavía sea noticia! Parece que nos importa quién lo gane todavía. Ojalá que se cambien las reglas, que se consiga dignificar el proceso de postulaciones al Premio Nacional de Literatura, y que se vuelva a dar anualmente. De ese modo se podrá, quizás, apostar a alcanzar a dar el premio a los que se lo merecían antes, y a los que se lo merecen ahora. Talento y trabajo meritorio hay mucho. Mejor alegrémonos. Leamos.

Sitiocero Cultura

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2 Comentarios sobre “Antonio Skármeta y el Premio Nacional de Literatura (cada dos años)

  1. Tarde lluviosa de sábado, Agosto en Santiago.
    Leo tu comentario al premio de Skarmeta y escucho tu voz, viniendo de otro tiempo, en la cadencia de tu redacción; serena, evocativa y sincera. Y me siento a escribirte una respuesta de desacuerdo amistoso con tu opinión.
    Uso el calificativo de sincera, ya que, reconoces lo principal; Skarmeta “escribía muy bien”. Difiero; diría “escribió bien”.
    Evocativa porque remites (en parte) tu reconocimiento al mérito que tuvo lo que nos pasó cuando leímos (a unas pocas cuadras de distancia, en el mismo paralelo sur, en el mismo tiempo astral y austral) la irreverencia de Desnudo en el Tejado. Este sería un premio atrasado (al menos en 35 años) y nostálgico y nos remite al escritor que fue en los sesenta. ¿Qué les pasará a los jóvenes (como lo fuimos) lectores actuales con Skarmeta?. Mis hijos no lo leen. Y si debo recomendar un autor les digo; Zambra, lean a Zambra. Si los premios apuestan al futuro, entregado en aquella época, habría sido un despropósito. Si lo premios ajustan cuentas con el pasado, habría roto todas las convenciones y se lo habría dado de nuevo a Parra, que escribió muy bien después del premio.
    Serena pues a la hora de mirar otros postulantes te inclinas por Lemebel (tan contemporáneo como nosotros), o por Eltit, por diferentes razones. Yo me inclino por Marín por similares o diferentes razones a las tuyas (pertinencia, calidad de su estrategia narrativa, oportunidad de sus textos en el tiempo social, capacidad de avanzar en el desarrollo de su tramas, calidad de la evocación, espesor de los personajes, por nombrarte algunas de las cosas que argumentaría, junto a una copa de vino blanco, a su favor. No argumentaría, por razones distintas y contradictorias por Pedro y menos por Eltit (como tampoco por Nely Richard)
    He crecido amando leer, y para mí el sentido del premio nacional dejó de ser importante el mismo día que se lo dieron a Augusto D’Halmar. A quien no tuve el gusto de conocer.
    Y revisando la lista de los 53 que han recibido el premio he leído algo así como 20, lo que no es poco, no siempre toda su obra, de manera dispar y en distintos momentos. Algunos los recuerdo, otros ya volaron de mi biblioteca física:
    A.- Poetas, en el orden que me gustan (Rojas, Hann, Parra, Neruda, el gran Juvencio, Mistral, de Rocka y Arteche) También leí a Zurita, pero, hay pecados que no cuentan, si son involuntarios.
    Extraño a Lihn… si tanto como a Teillier y en un gesto chauvinista; a Rolando Cárdenas (por magallánico no más, que es una de las múltiples razones cromáticas por las que se puede tener una opinión disidente)
    B-.Novelistas o cuentistas; Manuel Rojas, imprescindible para entender Chile; Coloane (imprescindible para fabular Chile) Marcela Paz, también leemos cuando leemos a los demás; Donoso (agobiador y avasallador) ,Varas, Skarmeta (solo hasta que me duró la ardiente paciencia y que fue muy poco), Droguett.
    Debo asumir la consecuencia de mis actos. Si también leí a Campos Menéndez (por el mismo chauvinismo ya declarado), a Edwards, de quien se dice tendrá borradores de la segunda parte de “Adiós Poeta” (que se llamaría “yo y Neruda” y una versión revisada y testimonial de “Persona non grata” (que se llamaría “yo y Fidel” ). Por suerte tiene el premio así es que no debe esforzarse más. Si también a Isabel Allende, pero no importa, lo pase bien igual hasta su segundo libro, la Casa de los Espíritus, para dejar claro que no se llamaba 100 años de soledad.
    c.- Ensayistas Volodia, que era más entretenido escuchándolo pero de quien me gustó su versión (censurada hasta por el mismo) de Neruda. Amarrete nos privó de los más sabroso del cuento. Valoro su texto de Huidobro y Mistral. Sus novelas fueron un contrapunto arbitrario de todos los manuales soviéticos que leí por aquel mismo tiempo, incluido “Así se templó el acero”.
    De todos estos escritores, algunos seguirán siendo compañía activa, otros servirán de alimento a las polillas o llegaran a un persa de libros, cuando el espacio ya no dé para más…y seguiremos leyendo….buscando, descubriendo, como me pasó este año con Idea Vilariño o con Szymborska o Casanova. Que viejas más lozanas.
    Y en noches de insomnio puede que vuelva a ver en el cable “El cartero” mientras releo a Parra o a Rojas, pero jamás, ni siquiera estando solo en una isla, abandonado hasta por la puesta de sol, leería los días del arco iris o el baile de la victoria…quizá en esa ocasión invente alguna forma más creativa de soñar con mundos mejores, que parece ser, mi motivo de tanto leer.
    Gracias por tu reflexión que me trajo a conversar contigo después de tanto tiempo.

    1. Bello encontrar aquí tu amistoso comentario Eugenio. Comparto mucho de tu opinión y de tus gustos y te agradezco el tono cariñoso. Yo quería nada más agregar aquí una perspectiva un poco más histórica sobre el premio y ponerlo en contexto. Por tus comentarios acerca de libros, sólo se me ocurre ofrecerte una sugerencia de lectura, que leas más mujeres. De veras que en mi opinión la escritura más interesante en los últimos años proviene de escritoras, Pia Barros (Los que sobran tiene algunos de los mejores cuentos que he leido), Eltit (lee las tres últimas novelas en las cuales su lenguaje se ha hecho mas cercano para tratar de nuevo) y Elizabeth Soubercaseaux, y muchas otras. —- Un abrazo grande.

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