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Qué lejos siento el respiro de tu vida, ¿Dónde estás?

Fueron dos, tres cuatro  notas,   la suite número dos en Re menor para violoncello solo de Juan Sebastián Bach, interpretada por el querido y recordado Pierre Fournier de la antigua escuela francesa  del violoncello.

En solo estas once notas, el cuerpo se pone en alerta, tenso, se agudizan los sentidos, se detiene el movimiento en un gesto congelado,  comenzaran a ser audibles los latidos del corazón, subiendo por el cuello, queriendo salir por lo alto de la cabeza.

Tan repentinamente como si se abriera una compuerta, entonces, brota  el sentimiento contenido por convenciones, razones sociales o de sobrevivencia.

Tan inesperado como sorprendente, el dolor crece sin contenerse, sale desde dentro con tanta intensidad que ahoga, la respiración se acorta, el dolor profundo, agudo se instala entre las costillas, crece  la música, duele el acorde partido de las cuatro cuerdas.

No hay mas huida.

Solo dejarse llevar por esta melodía,  lento  sube y baja de los dedos sobre la cuerda, cada vez más alto, cada vez más bajo en un preludio interminable.

La urgencia,  obliga a  silenciar la palabra,  de una  cabeza que parece rehusar el silencio. En medio del sonido, entre lágrimas la música.

Música y refugio,   tinta que dibuja en esta hoja en blanco, palabras que buscan la salida, ese, el de ellos, ese recuerdo de los que ya no están.

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