Compartir

La Conferencia mundial sobre políticas culturales celebrada en México entre julio y agosto de 1982, inició una discusión que hoy a tres décadas, todavía parece incipiente.

Esta gran definición, abarca muchos aspectos de un tema que todavía entendemos, analizamos, seguimos y  discutimos muy poco.

Cuando nuestro país trabaja para crear  un Ministerio de Cultura, quisiera invitarlos a  detenernos en algunos aspectos de esta definición, que ante el peligro de una omisión arbitraria, me he  permitido la licencia de incorporar en su totalidad.

“Que, en su sentido más amplio, la cultura puede considerarse actualmente como el conjunto de los rasgos distintivos, espirituales y materiales, intelectuales y afectivos que caracterizan a una sociedad o un grupo social. Ella engloba, además de las artes y las letras, los modos de vida, los derechos fundamentales al ser humano, los sistemas de valores, las tradiciones y las creencias, y que la cultura da al hombre la capacidad de reflexionar sobre sí mismo. Es ella la que hace de nosotros seres específicamente humanos, racionales, críticos y éticamente comprometidos. A través de ella discernimos los valores y efectuamos opciones. A través de ella el hombre se expresa, toma conciencia de sí mismo, se reconoce como un proyecto inacabado, pone en cuestión sus propias realizaciones, busca incansablemente nuevas significaciones, y crea obras que lo trasciende”.

Entendiendo que la creación, producción y difusión artística están incluidas en esta definición y que sobre ellas tenemos mucho que conversar más adelante; que también quisiera seguir conversando sobre nuestros “rasgos distintivos espirituales y materiales, intelectuales y afectivos” que caracterizan a nuestra sociedad,  hoy me permito la licencia en esta nota, de comentar la  última parte de la definición: “A través de ella el hombre se expresa, toma conciencia de sí mismo, se reconoce como un proyecto inacabado, pone en cuestión sus propias realizaciones, busca incansablemente nuevas significaciones, y crea obras que lo trasciende”

Reconocernos y aceptarnos como proyecto inacabado, es quizás entender que estamos constantemente en proceso y que en este proceso, quiero creer que no estamos solos, pues estarlo, sería como una  sola flor en el desierto.

Sería bueno para todos, que sin miedo pudiéramos “poner en cuestión nuestras propias realizaciones y “Buscar nuevas significancias”. Entonces todo lo que aparece tan absoluto e incuestionable de nuestra comunidad, podría discutirse más abiertamente y sin este miedo histórico que tenemos los chilenos a dar nuestra opinión y parecer distintos en la gran masa.

Quizás  podríamos cuestionar sanamente nuestras instituciones y nuestras decisiones, sin miedo a creer que por ello somos enemigos del sistema, o que estamos tratando de destruirlo todo. Podríamos ser nosotros mismos,  sin este miedo tan instalado a ser distinto, este miedo inconsciente a la crítica de los demás, a la posibilidad latente de hacer el ridículo por ser distinto, porque no decirlo, este miedo, al castigo y a la marginación.

“Poner en cuestión las realizaciones” es quizás uno de los fenómenos más atractivos del proceso artístico. ¿Cuántas veces el artista destruye todo antes de continuar?: Si no encuentra el camino con el material, se arriesga, rompe, arma,  busca, hasta que encuentra otro camino, otro material, hasta expresar aquello que pulsa  por manifestarse.

La necesidad vital es esta: Lo que late insistentemente queriendo salir, la creatividad parece ser una  necesidad vital cuyo resultado es  una obra que trasciende.

Entonces ocurre,  que luego de esta tremenda experiencia de  aparente caos, viene la calma, algo resulta y el ciclo vuelve a comenzar.

La mayoría de nuestras urgencias cotidianas nos alejan tanto de este sentido de permanencia y trascendencia,  que la vida se nos arranca de las manos, y cuando se va, no sabemos que hicimos con ella, quedamos una fracción de segundo con la pregunta que se instala sin respuesta, hasta que de  inmediato, casi sin darnos cuenta,  la vorágine de lo cotidiano consume nuestras verdades existenciales más profundas.

Quisiera imaginar una comunidad que escucha  la voz de sus artistas: Una sociedad que se atreve a esta búsqueda, a ser más ella misma, que se reconoce como proceso inacabado, que busca nuevas significaciones, que crea obras que la trascienden, que  tiene más tiempo, quizás entonces,  tal vez,  me sienta en una comunidad un poco más culta.

Sitiocero Cultura

 

Compartir

Alguien comentó sobre “Cultura sin miedos

  1. excelente artículo que quiero entender como la cultura latinoamericana, lo que somos y debemos unir para aprender a defender sin la violencia que tanta sangre campesina, indígena y negra está regando, defender con inteligencia empoderarnos de lo nuestro, construir nuestro propio desarrollo safarnos de ser satélite gringo y cuidar de nuestros recursos y de nuestros pobres, no necesitamos la globalización cuando es simple vivir para defender el territorio producir la comida y los recursos para alimentar nuestra gente para impedir que muera de hambre, educar nuestros niños, cuidar nuestros ancianos, defender nuestros campasinos e indígenas, dejar quietos los minerales en las montañas y vivir en paz

Responder a Martha Ines Bravo Alvarez Cancelar la respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *