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Solo me cabe certificarlo: la incertidumbre provocada por el desenlace del próximo embate electoral de este fin de semana, ha llevado a los brasileños a trabar una especie de guerra civil que desde sus primeras manifestaciones al inicio de la campaña presidencial y parlamentaria, fue poco a poco contagiando a prácticamente toda la sociedad. Es difícil encontrar en estos días a ciudadanos y electores que se sitúen en una posición neutra con respecto al futuro del país.

En efecto, en el último levantamiento sobre intención de voto realizado por la empresa MDA bajo encomienda de la Confederación Nacional del Transporte aparece como ganadora la candidata del Partido de los Trabajadores (PT) y actual presidenta Dilma Rousseff (50,5%), superando por un muy estrecho margen al candidato del Partido Socialdemócrata Brasilero (PSDB), Aécio Neves (49,5%). Es definitivamente un empate técnico. La semana pasada la situación estaba invertida, siendo que la previsión según la encuesta de Ibope era de 51% para Neves y 49% para Rousseff. Este mismo resultado había arrojado la encuesta realizada por Datafolha a pedido de la TV O Globo y el diario Folha de São Paulo. Este verdadero péndulo de intención de voto ha generado una enorme y nerviosa expectativa entre los diversos actores políticos y sociales, provocando una agudización de la polarización entre los habitantes de este país. La prensa y los diversos medios de comunicación, las redes sociales, las conversaciones de pasillo y los diálogos fortuitos se han inundado de descalificaciones y epítetos para con el candidato y los partidos del lado “contrario”. Nadie está libre de pecado en esta vorágine in crescendo de animosidad y beligerancia.

En este clima, se puede apreciar que, por una parte, es evidente el aumento del rechazo de un sector significativo de la población al gobierno de la presidenta Dilma Rousseff, a quien acusan de proteger o ser connivente con políticos y empresarios corruptos, de desacelerar la economía y de ser incapaz de resolver los ingentes problemas que aún aquejan a Brasil. Una tensión larvada se ha ido apoderando de la gente y los casos de corrupción continúan apareciendo cotidianamente en los noticiarios, especialmente los asociados al desvío de recursos de la estatal del petróleo (Petrobras), una de las más importantes del planeta. Casi no existen políticos, ni partidos, ni empresarios libres de esta práctica. Los contribuyentes –especialmente la clase media- observan impotentes cómo sus elevados impuestos se escurren entre las aristas del poder, las empresas contratistas, los conspicuos parlamentarios y los funcionarios inescrupulosos que hacen uso indebido y fraudulento de su función pública.

Por su parte, los detractores del candidato socialdemócrata, lo acusan de estar en alianza con la derecha para restaurar los privilegios de los sectores dominantes y aumentar los lucros de las empresas en detrimento de los trabajadores y consumidores. También existe el riesgo inminente – aunque el candidato lo ha negado permanentemente – de que al triunfar Aécio Neves, su administración ejecutará una vasta política de austeridad recortando significativamente los gastos sociales y las transferencias directas del Estado para la población más carente. Muchos especialistas vinculados a la situación advierten que los programas como Bolsa Família, Bola Escola, Minha Casa-Minha Vida (Vivienda popular); ProUNE (subsidio Universitario), Territorios de la Ciudadanía (Desarrollo Rural Sustentable), Cisternas para el Semiárido, etc. se verán fuertemente afectados por la política neoliberal que deberá reinstalar el futuro gobierno del PSDB bajo la dirección del indicado Ministro de Hacienda, Armínio Fraga, un ex-Presidente del Banco Central al que le reprochan ser un “vasallo de los mercados”.[1]

Con las encuestas demasiado equilibradas, la lucha encarnizada por ganar electores se ha disparado en la última semana de campaña. Y en esta reñida batalla también se ha dado vía expresa para todo tipo de descalificaciones e imputaciones de bajo calibre, deteriorando ostensiblemente el debate de los candidatos en la parte final de la contienda electoral. En ese sentido, se echa de menos la discusión en torno a los problemas de Brasil y las propuestas para superarlos. La tendencia ha sido observar a un par de contendores en un ring dándose golpes bajos a cada momento, privilegiando el triste espectáculo en desmedro del abordaje de los temas relevantes que necesita conocer el elector para decidir conscientemente su voto. En ese marco, los electores también han entrado en este marasmo de reproches recíprocos, donde muchos van tomando partido a partir de las emociones y no de los proyectos para mejorar el país.

Mientras tanto, las acusaciones que recaen sobre la presidenta Dilma y sobre el candidato del PSDB han alcanzado un bajísimo nivel que pretende ventilar aspectos de la vida íntima de cada uno. En particular las redes sociales (Facebook y twitter) han sido el escenario privilegiado para difundir los más variados e infundados rumores, que se “viralizan” con una velocidad extraordinaria. Se formó en poco tiempo un escenario de terror y de amenazas reciprocas, condimentada con una extrema sensibilidad a flor de piel. Casi nadie está libre de ser acusado de derechista o terrorista, en esta semántica maniqueísta y perversa que divide al país.

Independiente de un debate respecto a si la victoria de uno u otro candidato representa un avance para el cambio o un retroceso hacia las tinieblas -cuestión que supera el recorte de estas líneas- la sensación que permanece es que con el sube y baja de las encuestas, la única certeza que nos queda es que a pocos días de la segunda ronda de estas elecciones, Brasil parece acechado una vez más por el riesgo de una fractura política y social de consecuencias imprevisibles e insospechadas.

Fernando de la Cuadra: Doctor en Ciencias Sociales. Miembro de la Red Universitaria de Investigadores sobre América Latina

[1] Para el senador del PT Lauro Campos, el señor Fraga como Ministro de Hacienda es “como dejar a un vampiro cuidando el banco de sangre”. En: Ruth Costas, “Armínio Fraga: ‘guru anticrise’ ou ‘vassalo dos mercados’?”, BBC Brasil, 14/10/2014.

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