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Terminando una conferencia sobre el nuevo paradigma de la comunicación, en el Magíster de Derecho de la Universidad del Desarrollo, uno de los participantes preguntó con cierta inquietud, si dado el contexto actual las empresas van a necesitar siempre contratar un comunicólogo cuando se enfrenten a la realización de grandes proyectos. Yo respondí en broma desde una perspectiva gremial “¡Por supuesto!… Y uno muy caro”. Las risas inundaron la sala y pasamos a otra pregunta. La complicidad en el humor daba cuenta de una supuesta autoventa pero esto diluyó la comprensión que la comunicación es un “costo inevitable” proporcional a la magnitud del proyecto.

La pregunta merece ser conversada con mayor detalle.

El potenciamiento de las comunidades, el fin gradual de la soledad del individuo frente al poder, el pluralismo de visiones y versiones, la velocidad de circulación de las experiencias, la volatilidad de los escenarios, la nueva comprensión de la transparencia, las dinámicas éticas universales que cuestionan las leyes locales son nuevas tendencias de la convivencia que precisan una comunicación centrada en las gestión de comunidades, en el establecimiento de relaciones permanente y confiables, en la co-construcción del mundo respetando todos los participantes involucrados en los procesos.

Seguir entendiendo la comunicación como la difusión que sucede una vez que los proyectos están definidos y como un proceso lineal y ordenado en el tiempo dirigido hacia audiencias cautivas que habitan mundos inmóviles es el germen de grandes problemas en el futuro. Cambiar esto no es fácil: la comunicación es un área ciega en los niveles directivos. Está prácticamente ausente en la formación universitaria de derecho, medicina, ingeniería o economía, por citar algunas de las carreras cuyos egresados ocupan frecuentemente posiciones de alta dirección tanto en organizaciones públicas como privadas; y por otra parte, en esas mismas organizaciones los planes de capacitación permanente apenas incorporan algún cursillo o taller rápido de comunicación o presentaciones efectivas o trabajo en equipo u otros por el estilo.

En las estructuras de hoy, el liderazgo tiene un componente fundamental de comunicación ­-no entendida como transmitir mensajes- sino como crear y adaptarse a escenarios cambiantes, gobernar y gestionar comunidades, construir mundos compartidos. Los niveles directivos son los principales comunicadores de la organización, detonadores y articuladores de las conversaciones estratégicas y cotidianas por donde fluyen y se implementan las decisiones que afectarán todos los niveles y objetivos institucionales.

Ya no basta con contratar un comunicador o tener un departamento de comunicaciones: las instituciones tienen que aprender a comunicarse, a conversar, tanto hacia adentro como  hacia fuera, comprendiendo que toda la organización comunica  y que todos son responsables del sentido de esa comunicación,  especialmente los estamentos directivos.

PD: Agradezco la invitación del profesor Raúl Campusano y la activa participación de los alumnos que abrieron preguntas que alimentarán futuras reflexiones. 

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Alguien comentó sobre “Las instituciones no necesitan un comunicador, necesitan aprender a comunicar.

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