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Susan Torrealba, es una niña chilena de 17 años que habla claro y fuerte. Frente al equipo del Consejo Nacional de la Infancia y acompañada de sus compañeras es enfática: “Para cambiar las cosas se necesita el cambio de pensamiento de las niñas, se necesita que ellas se empoderen, que los hombres también cambien y que a la vez nos apoye el Estado”.

La Asamblea General de las Naciones Unidas declaró el 11 de octubre como el Día Internacional de la Niña. Este día se creó para reconocer los derechos y desafíos únicos a los que se enfrentan las niñas y adolescentes. El objetivo es acabar con la doble discriminación –por género y edad- que sufren millones de niñas en todo el mundo.

El  primer año de conmemoración del Día de la Niña el foco estuvo en el matrimonio en la niñez (700 millones de mujeres en el mundo han sido casadas siendo niñas). El 2013, el tema fue “Innovar para la educación de las Niñas” (65 millones de niñas no asisten a la escuela) y este año la atención estuvo en “Empoderar a las adolescentes: poner fin al ciclo de la violencia”.

Violencia, es el manto que cubre a millones de niñas. Según UNICEF, cada 10 minutos una niña adolescente muere como resultado de la violencia. Casi una cuarta parte de las niñas de 15 a 19 años de todo el mundo (aproximadamente 70 millones) han indicado que han sido víctimas de alguna forma de violencia física desde los 15 años. En algunos países, 7 de cada 10 niñas de 15 a 19 años que han sido víctimas de abusos físicos y/o sexuales nunca han pedido ayuda: muchas dijeron que no creían que fuera un caso de abuso.

Toma pacífica de la escuela Paulo Freire. Foto cortesía del Consejo Nacional de la Infancia
Toma pacífica de la escuela Paulo Freire. Foto cortesía del Consejo Nacional de la Infancia

La naturalización de las violencias es la expresión de una sociedad que acepta que sus niñas sean víctimas. Esfuerzos como los de la reciente campaña El Poder de las niñas en Nicaragua, es un ejemplo. El llamado es a que hagamos todo para que las niñas puedan crecer en paz y puedan ser las niñas que quieren ser.

¿Y quiénes quieren ser las niñas? Responderlo requiere generar escuchas permanentes que den paso a diálogos honestos. El reciente informe “Escuchen nuestras voces” en que hablaron más de 7000 niñas es doloroso. Ahí se afirma que miles de niñas se sienten incómodas y les da mucha vergüenza expresar las injusticias y amenazas de violencia sexual a las que se enfrentan todos los días.

Lo sutil y radical de no atreverse a hablar hasta los aparentes inofensivos trabajos domésticos, son expresiones de una misma cadena. Esta cadena limita a nuestras hijas, a las hijas de todos, en su camino a ser las mujeres que quieran ser, sin estereotipos de género que las limiten.

Como símbolo de esta conmemoración muchos lugares del mundo se iluminaron de rosado. Espacios emblemáticos como la Empire State, Melburne Satation, la Torreo Colpatria en Bogotá, las Catarátas del Niagara, la Alhambra de Granada y el Palacio de Cibeles se tiñeron de rosa para hacerle un guiño de compromiso con las niñas del mundo.

Todos los 11 de octubre, al igual que todos los otros días del año, son una fecha clave para reconocer que el empoderamiento de las niñas es esencial para promover y proteger el goce pleno y efectivo de sus derechos. Como dijo Malala Yousafzai, la flamente nuevo premio nobel de la Paz a sus 17 años, “Para hacerme poderosa solo necesito una cosa: educación”.

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