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El ‘Chile profundo’ resulta una frase recurrente cuando nos referimos a una zona de geografía física y humana en la que mejor se revela y devela nuestro verdadero carácter como individuos unidos por una tierra, un idioma y eso que podríamos llamar una forma de “ser”.

En el ‘Chile profundo’ creemos ver nuestro verdadero rostro como nación y comunidad, más allá y más adentro de lo que vivimos los habitantes de la capital o grandes ciudades “contaminadas” de cosmopolitismo y globalización uniformante. Cierto o no, el hecho es que el concepto está acuñado y forma parte de nuestro lenguaje a la hora de buscar definiciones relativas a la identidad chilena.

El ‘Chile profundo’ se anida en las zonas rurales, apartadas de los centros de mayor concentración demográfica y es el lugar donde asoma con más claridad la personalidad del individuo singular y colectivo, enfrentado a los rigores de la naturaleza y unido a la “realidad” y conectado a los sucesos que lo exceden por medio de la televisión, antes que nada.

En ese concepto y en esa realidad transcurre la obra teatral “Palo Rosa”, escrita por el joven dramaturgo Juán Andrés Rivera como parte del Taller Internacional de dramaturgia del Royal Court Theatre en Chile, y dirigida por Alexandra von Hummel en el Teatro de la Universidad Católica.

Un joven adolescente, Adriancito, vive junto a su Mamá-Abuela en “la punta del cerro”, allá en el extremo sur chileno. Virtualmente aislados, su nexo con el mundo es un televisor siempre encendido en el que se alternan la Parada Militar y el filme animado “La Sirenita”. Hay poca gente alrededor, y su círculo de amistades se restringe a un amigo compañero de curso y a la sra. Nury, vecina y amiga de su Mamá-Abuela.

Adriancito es retraido y fanático de la citada película, además de un experto en conocer el nombre de cuanto color y su matiz existe. También oculta en una caja un frasco con pintura de uñas, que su mamá-abuela descubre con gran inquietud para ella. Esta circunstancia despierta las sospechas de la vecina Nury quien, enterada de todo esto, convence a la dueña de casa de someter al joven a un “tratamiento” infalible para hacer de Adriancito un “hombre” hecho y derecho. Según ella proclama, Nury, fanática del mundo castrense y adicta a la Parada Militar, tiene la fórmula perfecta que hará de Adriancito un “hombre” ejemplar.

Palo Rosa
Palo Rosa

El joven es entonces encerrado y sometido a algo que no se explicita pero que incluye el ingerir un kuchen “especial” hecho por doña Nury y la visita de una joven, vecina del pueblo, que lo seduce disfrazada de La Sirenita. Este ‘tratamiento Ludovico’ anuncia un desenlace brutal y el destino del joven es clarísimo, según vemos en la última imagen de la obra.

La dirección de Alexandra von Hummel para ‘Palo Rosa’ opta por alejarse de los terrenos del realismo y adentrase en la comedia negra de toques Almodovarianos. La puesta en escena instala un dispositivo escénico (escenografía y vestuario) que en nada remite a la ruralidad chilena y que apela a colores vivos que reflejan el mundo interior de los personajes, sobre todo del joven progatonista. Con estos recursos se busca que, mediante un efecto de distanciamiento brechtiano, entremos en el conflicto con un punto de vista, que, sin descuidar el íntimo dolor y trauma del protagonista, nos haga ver el problema con una claridad más politica y social en su contexto particular y general.

‘Palo Rosa’ es una comedia amarga de ribetes trágicos, una comedia sobre las pequeñeces y prejuicios que derivan en injusticias y menoscabos a la dignidad humana. Es una obra cargada de ironía y de un humor corrosivo que da cuenta de un universo familiar. Es una obra sobre “amores que matan y cariños que duelen”, como reza una canción.

La obra debe su nombre a un color, porque aquí son los colores los que definen a los personajes y conforman su visión de mundo. En la mamá-abuela y en la vecina autora del tratamiento los tonos son fuertes y no tienen matices. Para ellas, la verdad es una y no hay dos lecturas, el mundo masculino es asi y de ningún otro modo posible. Ambas mujeres transitan por la obra en permanente tensión hasta concluir el tratamiento, en medio de un presente y futuro que se alternan para conformar ante el espectador el cuadro completo de un delirio. Al fondo de este cuadro chillón, se recorta la figura del joven Adriancito aprisionado por una realidad que lo sobrepasará.

El montaje fluye con vertiginoso ritmo y las actuaciones resultan muy logradas, en especial las de la vecina Nury (Carolina Jullian) y la joven vecina “seductora”, Evelyn (Nicole Sazo). El equipo actoral logra transmitir toda la distorsión de la obra y la dirección logra extraer muy bien las variadas implicancias del texto.

‘Palo Rosa’ es un trabajo grupal redondo y con un muy buen punto de vista, desde lo teatral, a los prejuicios y discriminaciones que nos rodean a diario como cuerpo social.

Palo Rosa, de Juan Andrés Rivera. Dirección de Alexandra von Hummel. Con: Carolina Jullian, Alejandra Oviedo, Nicole Sazo, Mario Avillo y Felipe Gómez.

Escenografía e Iluminación de Rocío Hernández. Vestuario de Felipe Olivares.

Proyecto financiado por el Consejo Nacional de la Cultura y las Artes, Fondo Nacional de Desarrollo Cultural y las Artes, Fondar Regional, convocatoria 2014.
Funciones hasta el 8 de noviembre en Teatro de la Universidad Católica, Plaza Ñuñoa.

Sitiocero Cultura

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