Compartir

Hay películas donde las ciudades adquieren una relevancia protagónica y no me refiero a la saga de Woody Allen con Barcelona, Atenas, París, Roma y su ingenioso modelo de producción para sus filmes más recientes  (mucho menos a Manhathan). Estoy pensando en Shame (Vergüenza) la gran película de Steve McQueen exhibida en 2012 en Chile y que encontré sorpresivamente en Netflix.

La sinopsis de Shame, estrenada en 2011,  habla de un  hombre joven, Brandon Sullivan reservado y medianamente exitoso, “adicto” al sexo, interpretado por el muy talentoso Michael Fassbender. Brandon habita en Nueva York y su existencia aparentemente ordenada se ve interrumpida por la súbita llegada de su hermana Sissy  (Karen Mulligan).

La película se exhibió en Chile con solamente seis copias y pese  al reconocimiento logrado en Europa, Cinemark no quiso distribuirla a nivel mundial debido a sus escenas eróticas. La vergüenza a la que alude el título tiene que ver con la conducta sexual compulsiva de Brandon, al que no le basta el espacio privado  – su departamento, un  hotel-  ni el público: el bar, el metro, la calle para la caza y la autosatisfacción. Supuestamente debería sentir el escarnio de sus compañeros cuando en su oficina  es confiscado su computador debido a las abundantes visitas a páginas pornográficas… Pero no; Brandon mantiene la calma. Solamente la pierde cuando Sissy, con la que tiene un vínculo donde se mezcla la distancia culposa, la repulsa y un atisbo de amor filial, invade su privacidad y pone de manifiesto sus poco usuales rutinas.

Hay un momento notable en Shame durante la escena en la que Sissy, platinada y con un revelador vestido de lentejuelas – como si se tratase de una re encarnación de Marilyn Monroe, otra desvalida solitaria- canta en un club nocturno “New York, New York”. Su  interpretación dista de la exultante versión de Sinatra o la vigorosa de Liza Minelli. I want to be a part of it, New york, New york, susurra ella con mirada ebria, deteniéndose en cada frase como poniendo en duda el propósito/promesa de llegar a la cima de la montaña, por el solo hecho de estar en la gran manzana. El entorno de  la ciudad iluminada, que se puede ver desde las ventanas del rascacielos,  no consigue romper la patética interpelación de la hermana menor del protagonista. Toda la soledad y la distancia entre ambos se hace patente y el consuelo que busca Sissy será el punto de quiebre casi definitivo en su frágil relación.

El problema de Brandon no está solo el sexo sino en su incapacidad para desarrollar afectos, herido por un suceso pretérito que la película no termina de develar. En su incesante búsqueda de placer va de la ansiedad al vacío y de nuevo a la necesidad de sexo,  situación que  lo lleva a la desesperación y la rabia.

Mientras  el mundo de Brandon amenaza con desmoronarse el protagonista vaga por las calles de Nueva York pretendiendo conjurar el llamado filial con el sexo duro. En su celular en tanto resuena la voz de Sissy pidiendo que conteste, que en verdad lo necesita, y alegando  que entienda  que ellos no son malos  aunque vengan de un “mal lugar”; por tanto, dice,  ¿qué les queda, sino contenerse? No hay respuesta para esa pregunta, porque en la ciudad donde todo brilla el único espacio posible que encuentra Brandon para esconder su “vergüenza” es un sitio baldío, anónimo y despoblado.

En muchas de las entrevistas que ha dado el director McQueen acerca de Shame se refiere a la “prisión” que se ha construido el protagonista a partir de su adicción al sexo. Se trata de un paralelo ineludible dado que su anterior trabajo, Hunger, trascurre en una celda (el espacio donde está confinado el activista irlandés Bobby Sands). No hay, por tanto, ninguna evidencia de alteridad buscada en el contrapunto con la ciudad. Y sin embargo, eso se siente cuando nos muestra, por ejemplo, las carreras nocturnas de Brandon en calles semivacías de Manhattan. O en la secuencia de la huida forzosa de su propio departamento invadido por su hermana, en un viaje casi mimético al “infierno” del sexo sin amor.

Pequeños islotes de calor

Cabría preguntarse si la soledad urbana, la de la gran ciudad, es extrapolable. Si más allá del drama personal  de los protagonistas de Shame se dan condiciones que agraven su situación o si aquello es solamente un tópico.

santiago_rojo

Citando al Acta Psiquiátrica Scandinavica, la revista Nature informa que las patologías mentales en grandes ciudades es mayor que en las pequeñas: en Alemania, el número de días de licencias por dolencias siquiátricas se duplicó entre 2000 y 2010; en América del Norte, hasta el 40% de las ausencias laborales están relacionadas con la depresión, mientras que los estudios muestran que los casos de esquizofrenia se duplican en quienes viven en urbes y que aumenta en 21% la incidencia de trastornos de ansiedad y en 39% los trastornos del estado de ánimo. En Chile, la Superintendencia de salud  dio cuenta que en el año 2011 las licencias tramitadas por trastornos mentales en el sistema Isapres llegaron a 191.173, el segundo lugar después de las enfermedades respiratorias (210.889).

El filósofo y antropólogo español Jesús Martín- Barbero escribió hace unos años respecto a las metrópolis latinoamericanas: “lo que ha convertido a algunas de nuestras ciudades en las más caóticas e inseguras del mundo no es solo el número de asesinatos o de atracos sino la angustia cultural en que vive la mayoría de sus habitantes. Pues cuando la gente habita un lugar que siente extraño, porque desconoce los objetos y las personas, cuando no se reconoce a sí misma como de ese lugar, entonces se siente insegura, y esa inseguridad, aun a la gente más pacífica, la torna agresiva”. Añadía Martín- Barbero que para salvarse los habitantes de las grandes ciudades desarrollan distintas estrategias y una de estas es “construir pequeños islotes de relación cálida donde se puedan compartir gustos, gestos, miedos” buscando “un mínimo de “calor” en unas ciudades cada día más frías, más abstractas”.

Brandon Sullivan, el protagonista de Shame, no es de esa tribu.

Sitiocero Cultura

Compartir

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *