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La conversación sobre los bienes culturales y su uso, no solo tiene relación con la infraestructura cultural y los espacios patrimoniales, sino también con todo aquello que recibimos, de parte de las artes y  los artistas.

Desde el punto de vista de nuestra sociedad de libre mercado, cuando pensamos en cultura, surge la pregunta : ¿Es la cultura una alternativa más  de consumo del tiempo libre? ¿O es la cultura un elemento fundamental del desarrollo de las personas y las comunidades?  ¿Es solo una? ¿ las dos?

Consumo cultural  y pura entretención por un lado, acción cultural con vocación de servicio y comprensión de la realidad social por el otro. Cuando optamos por la opción de entender  la cultura como factor de desarrollo, abrimos espacios de creatividad, reflexión, análisis, críticas, propuestas, y también porque no decirlo,  desarrollo económico de pequeña escala. Cuando optamos por entender que la cultura puede ser factor de desarrollo, y que es la cultura la que nos hace mejores personas y mejores comunidades,   entonces hacemos posible que exista una red nacional de bibliotecas conectadas a internet con Biblioredes,  una Fundación de Orquestas, Tesoros humanos vivos y tantas otras buenas ideas regionales y  nacionales.

Cuando pensamos solamente en los que acceden a la actividad cultural que otros organizan,  como “consumidores”, entonces la cultura se convierte en un bien de consumo y los que producen esta cultura en “industriales” de ella. Las acciones culturales con fin de lucro son válidas. Pero entender a los usuarios de cultura únicamente como consumidores,  inevitablemente nos hace pensar:¿Habrá consumidores de distintas categorías? ¿Habrá acceso a bienes culturales para unos y no para otros?

En el concepto de la cultura como motor de desarrollo,  es fundamental el rol del Estado (nacional, regional, local). No es posible financiar de otro modo la necesidad pública de cultura. Para desarrollarla, debiéramos ser capaces de transformar nuestros pensamientos culturales,  romper el círculo vicioso  que permea nuestras acciones, por ejemplo el centralismo: La falta de oportunidades de formación artística en regiones, el desnivel en las opciones, los financiamientos nacionales y regionales, entre muchos otros temas.  La falta en el país,  de una institucionalidad de la cultura que sea fuerte, que aglutine los distintos servicios del estado y que trabaje coordinadamente el tema de la cultura y el patrimonio es relevante. En este último caso, la búsqueda de solución está en marcha y sobre ello queda todavía mucho que discutir.

Separar la actividad con fin de lucro de  la actividad que no lo es, es comprender en su justa dimensión la industria cultural y entender también que la industria cultural y los servicios culturales son cosas muy distintas y que no deben estar bajo la misma área de administración.

Hace cien años se construyó la Biblioteca Nacional, hoy el país tiene más de 450 bibliotecas públicas a lo largo de todo el territorio. Inimaginable resultaba pensar hace cien años de que existiría el Metro y más inimaginable aún que dentro del Metro, existiría un sistema de biblioteca pública. Como este, hay muchos ejemplos. Crucial es entender que este servicio cultural no puede ser comprendido como parte de la industria,  ya que como hemos visto,  son situaciones con características diametralmente diferentes.

En el sector de la cultura, Abundan  ejemplos de actividades realizadas con mas astucia que dinero. Abundan también las preguntas para el análisis:

¿Por qué tantos y tan interesantes proyectos culturales parecen tan débiles?¿Por que es tan difícil pensar e imaginar museos y bibliotecas regionales?, ¿Orquestas profesionales en regiones? ¿Centros culturales que funcionen? Por que las regiones no tienen el mismo desarrollo que Santiago? ¿Por qué a  Santiago le cuesta tanto ver la cultura de las regiones?

¿Es difícil  entender la necesidad de invertir en la cultura?

¿Entender  la necesidad de que nuestro país tenga muchas más museos y  bibliotecas, salas de conciertos, elencos de teatro estables en cada región, orquestas profesionales que difundan la música chilena, centros de formación de buena calidad, artistas en regiones que “califiquen” a los concursos nacionales, una televisión digna y comprometida con la realidad cultural del país?

Todas estas preguntas nos demandan respuestas, nos demandan una actitud frente al tema cultural.  Es importante participar, discutir, conversar, no solo entre nosotros mismos. Es necesario continuar abriendo los espacios de la creatividad, es necesario también preguntarse y preguntar a quienes elegimos: ¿Porque  al sistema le resulta  tan difícil entender, que financiar cultura es tan necesario e importante como financiar un kilómetro de camino? ¿Por qué es tan difícil comprender que con un kilómetro de camino se financia mucha cultura?

¿Por qué imaginar un país distinto nos cuesta tanto?

Sitiocero Cultura

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