Compartir

No hay tiempo que perder, hay que fundar desde la propia experiencia. Ya no tenemos  quince, ni veinte, ni treinta años. Ya no creemos, desde la ilusión de la inmortalidad que podamos sentar verdades, como dioses. Yo no al menos.  Y tampoco escribo porque sí, es decir, parafraseando a un hombre que fue mucho más que un hombre, ahora, es la voluntad que he pulido con delectación de artista, la que sostendrá esta pluma.

¿Qué ha sido para mí la amistad? Me muestro frente a ustedes sin pudores, porque ha sido más que todo, sobrellevar mi vida, que por cómo la he construido, y cómo también me ha tocado, ha sido dura, difícil. Entonces un amigo, los amigos, han sido para mí casi todo en este devenir del fragor de cierta y relativa batalla conmigo mismo y el mundo, casi todo. Está bien, la mujer en mi caso, como puede ser para ustedes el hombre, me acompaña y muchas veces me indica el camino. Es nuestra Reina de Saba, el encuentro sudoroso con ese Ella que alguna vez perdimos. Los hijos vuelan, siempre vuelan, vienen y van, como debe ser. Pero un amigo aunque no esté presente en el día a día, aunque esté muy lejos, y en estos tiempos virtuales sólo escuches su voz o leas sus palabras, es sin duda, la derrota de mi soledad, de la soledad del que una vez terminada la jornada y en el entresueño, o en el sueño y en el despertar como niño sorprendido en greñas, se encuentra solo, con su cuerpo como pedazo de carne y nervios ahí colocado por la mano de algún dios, o tirado por mano terrestre.

Porque con el amigo en tu juventud temprana, abriste los ojos e indicaste el mismo horizonte, aunque fuese mentira, y luego tus pasos caminaran otros rumbos incluso divergentes. Porque con el amigo en aquella primer lucha contra el mundo sanguinario, soñaste el mismo sueño sin saber si se cumpliría o se convertiría en pesadilla, o si tú o él  morirían en el intento. Porque con el amigo  en la medianía de este tránsito obligatorio, ya pules o cincelas tu reflexión, tu palabra y tu acto, para juntos vivir mejor, transformar si es posible, y modelar la greda que somos y nos han regalado como la vida de otros y otras. Pues como diría el cantor, tu amigo, mi amigo, ha sido y es el hermano elegido, señalado con ojo avizor que lo convierte con delicadeza, de ajeno en prójimo, frente a toda incertidumbre.

Porque los amigos son en suma los camaradas que construyen el amor cotidiano, son de una vez y para siempre, el amor  que trasciende lo filial, lo erótico y acaso a fuerza de comuniones varias y variadas, se transforma en una relación mística, como la que pudieron tener los caminantes descalzos del desierto, o los soldados en las trincheras de la primera guerra.

Y como no hay tiempo que perder, pues somos mortales,  abran ya los ojos junto al amigo, sueñen juntos, pulan y cincelen la  reflexión, la palabra y el acto mutuo, para juntos vivir mejor y modelar la greda que somos, elijan siempre a su hermano con amor, frente a toda soledad e incertidumbre.

Compartir

Alguien comentó sobre “Los amigos

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *