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Durante las primeras tres décadas del siglo XX, el blues, como signo máximo de la cultura negra estadounidense, se logró posicionar dentro de la rígida industria del entretenimiento de EE.UU. de la manera que se ha señalado en las crónicas anteriores. Pese a todas las restricciones hacia el pueblo afrodescendiente, el valor que se le dio a su música fue tan categórico que su evolución natural comenzó a generar cambios que incluso hicieron temblar los cimientos más conservadores de la sociedad yanqui. El blues comenzó a ser un peligro, y por ende debía ser perseguido, censurado y castigado, lo que confluyó que la ebullición de su legado se viera coartado en su tierra natal y sus mejores frutos se conocieran al otro lado del Atlántico.

Ya en los 40 y 50, el blues era ley pero ni por si acaso orden. El hito fundacional del nuevo período fue la amplificación de la guitarra y la armónica, además del cambio demográfico a raíz de la gran masa de población negra procedente del delta del Mississippi que llegó a Chicago, cuna del R&B.

Sonny Boy Williamson – I’m A Lonely Man

Hay dos figuras imprescindibles que ya estaban residiendo en Chicago en los años 20: Big Bill Broonzy y Tampa Red. Estos bluesmen incorporaron a sus grabaciones piano, bajo, saxofón y trompeta. Ambos, sirvieron de anfitriones para el resto de músicos que continuaban llegando a la ciudad del viento. El tercer músico a tener en cuenta es John Lee “Sonny Boy I” Williamson, que será el primero en amplificar la armónica y que le dio la posibilidad de ejecutar líneas instrumentales en un solo, al modo en que un saxofón lo hacía en una orquesta.

Ya en los 50, las dos bandas que dominaron la escena musical de Chicago fueron la de Muddy Waters y el combo de Howlin’ Wolf, ambos de la compañía más destacada de ese entonces: Chess Records (por acá también pasarían Bo Diddley, Buddy Guy, Little Walter, Willie Dixon y hasta Chuck Berry). En California, el blues tomaría un cariz jazzístico con T-Bone Walker. En Memphis, B.B. King sería el precursor del vibrato de cuerda con su fiel guitarra “Lucille”, mientras un músico se dedicaría a grabar a todos aquellos que aún no lo hacían: Sam Phillips, futuro dueño de Sun Records. En Detroit, John Lee Hooker desarrollaría un estilo propio de canto, mientras marcaba el ritmo continuamente con su pie derecho, su marca registrada. Este período de Rhythm & Blues fue el decidor para el desarrollo de lo que vendría después: el rock & roll de los 50 y el rock de los 60, siendo la contribución de Muddy Waters la más fulminante.
http://youtu.be/09j6vMdKi3E

Howling Holf – Smokestack Lightning

 

Waters, principalmente tuvo y retuvo muchos elementos del blues del Delta, como era el uso del slide y las canciones escritas de la forma del blues tradicional y cantadas con una pasión mordaz, además de añadir la guitarra eléctrica y la armónica amplificada junto con el uso de la batería y contrabajo; la formación más prehistórica del formato banda de rock. Ese conjunto le daba a la música pop del siglo XX su aporte más trasversal.

Curiosamente, el valor de este legado que desembocó en 1954 con la creación del rock & roll, la aparición de los teenagers y la instalación de temas tabú como el sexo, no se concretó en su país de origen, sino que al otro lado del Atlántico. En EE.UU., incluso, el poder político intentó por todos los medios controlar la cultura de los jóvenes estadounidenses, aceptando al rebelde rock & roll y enalteciendo a “Rey” a la figura más icónica del período, Elvis Presley. Este “blanqueamiento” del fenómeno hipersexual y frenético que estaba experimentando la sociedad a través de la música fue la medida de control del poder conservador. Si los adolescentes –como nuevo sujeto social- necesitaban a un personaje para idolatrar, éste tenía que ser blanco, un “joven bien”, un héroe de guerra.

 

Mientras en Europa, específicamente en Inglaterra, el legado del blues (en lo musical) llegaría infamemente gracias a la Segunda Guerra en 1944: la gran cantidad de soldados yanquis que llegaron a tierras británicas llevaban consigo en sus maletas los primeros vinilos de blues. Así, se introdujeron los acordes afroamericanos en los hogares ingleses de los Claptons, los Pages, los McCartneys, etc., que 20 años después significó el surgimiento del potente movimiento musical en el que se convirtió el Reino Unido, como epicentro de la música moderna, lo que hoy llamamos rock clásico.

Muddy Waters – Newport Jazz Festival

 

El blues, como agente cultural fue, sin duda, la piedra filosofal de la música popular del siglo XX. Si bien la comunidad afroamericana tuvo que esperar un tiempo más en alcanzar todos sus derechos civiles en EE.UU., tuvieron en el impacto cultural del blues en la sociedad blanca el más puziano de los placeres. La sinergia entre el choque de ambas culturas se rescatan en las palabras de escritor beat Jack Kerouac, quién rescató la crudeza, la intensidad y la actitud de eso que habían heredado los cantos de los bluesmen, al punto que el personaje de su novela On The Road (1957) exclama: “Me gustaría ser un negro, pues siento que lo mejor que me ofrece el mundo blanco no es suficiente éxtasis para mí, ni suficiente vida, alegría, emoción, oscuridad, música, noche”. Lo dionisíaco se vislumbra con el imperativo de la intensidad a cualquier precio, y se sitúa en los márgenes de la sociedad opulenta. Y cuando más paganos los márgenes, más cerca está la verdadera vida. To get the blues.

 

Continúa la lectura en los textos anteriores: 

 Blues: el hijo maldito del Mississippi (Parte 1)

 Blues: el hijo maldito del Mississippi (Parte 2)

Sitiocero Cultura

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2 Comentarios sobre “Blues: el hijo maldito del Mississippi (Parte 3)

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