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Santiago de Chile año 2015. La voz del poeta griego Homero (que vivió en el siglo VIII A.C.) resuena fuerte, clara y con asombrosa actualidad en la versión teatral de la monumental obra épica “La Ilíada”, que nos llega por cuenta del director griego Stathis Livathinos y su grupo.

“La Iliada”, texto épico al que Aristóteles llamó “la primera tragedia”, es uno de los más claros y potentes discursos antibélicos en la historia de la literatura. Generalmente ponemos nuestro acento en su descomunal compendio de dioses y héroes, pero subyace en sus páginas, combate tras combate, un descarnado retrato de la barbarie de una guerra, en el fondo fraticida, en la que el ansia por vengar una afrenta amorosa lleva a dos pueblos a desangrarse mutuamente en un enfrentamiento que diezma generaciones, riega de sangre la ciudad de Troya y sus alrededores y deja un contingente innumerable de viudas y huérfanos como herencia maldita que pesará por siempre a la nación griega.

Livathinos y su contingente de quince actores y actrices, más dos músicos en escena, ofrecen -en el marco del Festival Santiago a Mil- una desbordada versión de los veinticuatro libros que componen el relato Homérico. Y lo hace como todo artista de su tiempo debe hacerlo, buscando las resonancias que encuentra en nuestro presente el antiguo relato, indagando en lo perenne, en lo eterno, en lo contemporáneo de la poesía épica de Homero.

En escena vemos una estética de la devastación; dos pilas de neumáticos viejos y una escalera de caracol que, significativamente, no lleva a ninguna parte, son los elementos principales. A ellos se suman un par de estructuras metálicas multiuso (que en algún momento son mesas y en otros camas) y dos especies de literas del mismo material.
Aquí no hay un deseo de recrear la narración con un sentido “historicista”; por lo mismo, el vestuario remite a las prendas comúnmente usadas por soldados en combate en alguna conflagración de fines del siglo XX. La iluminación se deja ver (focos a la vista), en una clara intención de evidenciar que estamos ante un juego teatral de inequívoco distanciamiento Brechtiano. Esto es acentuado por los sonidos que acompañan en vivo cada escena durante las casi cuatro horas de representación.

Punto alto es el nivel actoral. El grupo se sumerge desde el inicio en una vorágine de acciones físicas de total exigencia e histrionismo, a un ritmo constante y sin pausa. Desfilan ante nosotros héroes y dioses que evidencian sus miserias y grandezas como un monumental fresco de la locura bélica. Físicos entrenados y voces muy bien templadas hacen resonar el texto en su idioma original (con sobretítulos en castellano) con fuerza y gran sentido del “decir” épico.

Esta Iliada es un teatro de guerra. Todos los elementos técnicos y actorales están al servicio de rescatar y subrayar el profundo sentido trágico de los acontecimientos. Esta es una versión que toma desde su pasado este relato clave de la cultura occidental para mirarse, como griegos de hoy, en el espejo que puso ante la humanidad un griego de ayer, y el hallazgo es pesimista, no sólo para los artistas en escena que están entregándonos parte del legado de uno de sus antepasados, sino para todos los que presenciamos, en cualquier parte del mundo, este lúcido y valioso trabajo.

Homero nos habla con una distancia de 29 siglos y su voz, en la adaptación de ésta, su obra magna junto a La Odisea, nos llega con una contemporaneidad que estremece. Y por qué estremece? Porque nos vuelve evidente que no hemos aprendido nada, o muy poco, y nos seguimos desangrando en luchas intestinas que solamente dejan perdedores en ambos bandos, ya sea en una calle de la Atenas de la crisis económica de hoy, ya sea en un predio del sur chileno en la Araucanía.
‘La Iliada’ es una de esas obras sumergida, como Aquiles, en las aguas de la inmortalidad. Por eso hay que volver a ella siempre, porque más allá de sus cualidades estéticas de nivel superior, nos hace entender que el camino del enfrentamiento y la sangre nos conduce sólo a un foso profundo y oscuro en donde nos encontraremos con Héctor, Aquiles, Paris y tantos otros, cuando ya sea demasiado tarde para reaccionar.

La representación termina con un poema de Kavafis, recitado de cara al público por una de las actrices. Después de esto, nos marchamos con la sensación de haber visto un trabajo artístico de primer nivel. Sin duda uno de los puntos más altos que nos traerá este año teatral.

Son los esfuerzos nuestros, de los desventurados,
son los esfuerzos nuestros como los de los troyanos.
Algo conseguimos; nos reponemos
un poco; y empezamos
a tener coraje y buenas esperanzas.
Pero siempre algo surge y nos detiene.
Aquiles en el foso enfrente a nosotros
sale y con grandes voces nos espanta.-
Son los esfuerzos nuestros como los de los troyanos.
Creemos que con decisión y audacia
cambiaremos la animosidad de la suerte,
y nos quedamos afuera para combatir.
Mas cuando sobreviene la gran crisis,
nuestra audacia y decisión desaparecen;
se turba nuestra alma, paralízase;
y en torno de los muros corremos
buscando salvarnos con la fuga.
Empero nuestra caída es cierta. Arriba,
sobre las murallas, comenzó ya el lamento.
Lloran sentimientos y recuerdos de nuestros días.
Amargamente por nosotros Príamo y Hécuba lloran.

“La Iliada” (Grecia). Director. Stathis Livatinos.
Teatro CorpArtes. Festival de Teatro Santiago a Mil. Temporada 2015.

Sitiocero Cultura

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