Compartir

Esta autodefinida “comedia negra” mezcla desde el principio verosimilitud y fantasía. Un buen actor (Michael Keaton) hace el papel de otro actor, Riggan Thomas, un neurótico y obsesivo hombre de las tablas que, tras vivir de los recuerdos de un éxito obtenido 20 años antes en Hollywood, pretende renacer en el teatro de Broadway, en Nueva York.

Como es sabido, en la vida real el actor Michael Keaton fue reclutado por Hollywood en 1989 para un papel de superhéroe: Batman. Si bien su performance fue bien recibida por público y crítica en ese filme y en el siguiente Batman vuelve, después de 1992 no volvió a interpretar roles de superhéroe. Sin embargo, a diferencia de Riggan, el artista sí hizo otros trabajos dramáticos y de comedia muy logrados hasta la actualidad y no necesitó, como su personaje sí lo hizo, escapar hasta Nueva York para probar su talento.

En la primera escena, el protagonista levita en su habitación. Ahí se produce el primer choque entre el espectador y las pretensiones del director mexicano Alejandro González Iñárritu. ¿De qué va esto? De ahí en adelante, lo fantástico entra en un particular debate con lo realista y comienza una serie de frenéticos intentos de Riggan por “reivindicarse” y dar con el tono justo de su personaje, en la adaptación al teatro de un cuento del estadounidense Raymond Carver, escritor pináculo de la narrativa de cuentos del siglo XX.

Birdman es una película sobre actores, y específicamente sobre las vicisitudes de uno de ellos, Riggan, en medio de un grupo de teatro, formado por su hija y asistenta Sam (Emma Stone), recién salida de una terapia de rehabilitación y hacia quien guarda una pesarosa deuda de ausencia y cariño; su ex esposa Sylvia (Amy Ryan), con quien quiere rearmar su familia; la actriz Leslie (Naomi Watts) y su amante, Laura (Andrea Riseborough). Completa el cuadro de protagonistas el ególatra actor Mike Shiner (Edward Norton), a quien han puesto en reemplazo de otro que no cumplía con las expectativas de Thomas.

Al aceptar la incorporación de Mike, Riggan entra inmediatamente en una lucha de egos profesionales con él; uno al otro se desafían para mostrar quién es mejor. La película muestra el mundo de los actores como seres ególatras, indolentes, descreídos, cuyo deporte principal es practicar el cinismo en cada oportunidad que se presente, en cada salida o frase. Siempre refiriéndose a sus neuróticas vidas. Desencantadas, apáticas, distantes.

Riggan Thomas es calificado por la opinión “autorizada” de la crítica del New York Times como nada más que una “celebridad” y no como un verdadero artista, reconocimiento que él busca con frenesí para sentir que su trabajo y su vida han tenido sentido.

En la trama, Birdman, el musculoso pájaro antaño interpretado por Riggan, se convierte ahora en una obsesiva voz interior, un alter ego que, como un tábano mental o un parásito, no lo abandona y le insiste a su huésped en volver a interpretarlo en el cine.

La crisis de Riggan es existencial, universal, en todo caso similar a cualquiera de las crisis que un ser humano tiene a lo largo de la vida. Pero en este caso, sus crisis se mezclan con lo fantástico y Riggan constantemente mueve objetos sin tocarlos o vuela por la ciudad en vez de caer al vacío cuando se tira de los edificios.

“Una estrella que muere”, describe en la vida real la revista Variety al personaje de Michael Keaton. En la ficción, la propia crítica del New York Times, denosta todo lo que venga de Hollywood y se burla de la pretensión de Riggan de querer representar seriamente a Raymond Carver en Broadway.

En lo fílmico, el director González Iñárritu plantea la película completa como un largo plano secuencia, un largo travelling sin interrupciones. Pero en la práctica, este recurso, con sus notorios cortes puestos en evidencia, no contribuye a la narración del estado interior de los protagonistas y del vértigo de Riggan por querer “ganarse el respeto” de la crítica y del público. Más bien, a lo que asistimos es a la ambición del propio director de quedar bien con crítica y público a la vez -objetivo logrado de todos modos, ya que la cinta tiene nueve nominaciones a los Oscar, incluida Mejor Película.

El uso del plano secuencia como apuesta se queda sólo en eso, pues no aporta utilidad al lenguaje narrativo en cuanto tal, ni tiene la sutileza ni la elegancia que logró, por ejemplo, Alfred Hitchcock en “La soga” (1948), en lo que constituye el ejemplo más clásico del uso de esta técnica.

La serie de golpes de efecto a los que recurre Iñárritu no logran el objetivo original, si éste era mostrar desesperación, angustia y ansiedad. Esta película es de principio a fin una pretensión grandilocuente, que pretende impactar y hacernos sentir angustia, ansiedad y vértigo. Pero, a mi juicio, no lo consigue. Lo que sí logra es una mezcolanza de sensaciones de baja intensidad, que no conectan realmente al espectador con los problemas de los personajes, demasiado poco conectados con sus emociones y atrapados en sus problemas.

Como un verdadero crisol que quiere amistar elementos de alta cultura con cultura pop, el director junta a discreción alusiones a Raymond Carver y al filósofo Roland Barthes con referencias al ídolo adolescente Justin Bieber y a los actores Robert Downey Jr. y George Clooney. Iñárritu quiere hablar a diferentes públicos, y lo hace por medio de varias escenas “atractivas”, pero que no son pivotes para la acción.

Variety lo calificó a la altura de los otros “melodramas falsos” a los que el autor nos tiene acostumbrados, –Amores perros (2000), 21 gramos (2003), Babel (2006) y Biutiful (2010)- con tramas artificiales y sensibleras que buscan manipular al espectador, “haciéndose pasar por críticas ácidas al mundo áspero que habitamos”. Y la comparación la deja peor parada aún si la ponemos junto a, por ejemplo, Biutiful, película que incluso resulta más profunda y sólida al narrar la angustia de un hombre desahuciado por un cáncer y su intento por vivir intensamente el tiempo que le queda.

 

 

Birdman. 2014. EE.UU., Canadá
Director: Alejandro González Iñárritu
Con: Michael Keaton, Edward Norton, Emma Stone, Naomi Watts, Amy Ryan.
119 minutos

Periodista U. de Chile y participante del Taller de Cine UC – Sitio Cero

VIÑETA-Cine con René Naranjo

Sitiocero Cultura

Compartir

Alguien comentó sobre “Birdman

  1. Espero que esta película esté a la altura de las otras de este director. Por lo que leo en la crítica, parece que si vale la pena verla.
    Gracias.

Responder a Paola Garrido Cancelar la respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *