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Durante el año 2011, se vio en Chile una explosión de subjetividades en la sociedad: las protestas y marchas eran materia de todas las semanas. La ciudadanía chilena se organizaba para manifestar su descontento con la realidad que les había tocado vivir. Cada manifestación tiene su propio sello o motor.

Las manifestaciones van desde aquellas motivadas por la exigencia de una educación gratuita, el derecho a un mejor entorno urbano, la anti militarización, hasta aquellas de índole ecológica y animalista, entre otras. Las manifestaciones ciudadanas se han ido matizando y se encuentran aquellas que conciernen al Estado clásico, las que piden un estado más sincronizado con la sociedad actual y las que derechamente constituyen una necesidad de expresión de los ciudadanos chilenos. Las manifestaciones ya no poseen un carácter ideológico.

Los Nuevos Movimientos Sociales y sus luchas son abordados por el autor francés Alain Touraine, ya que “discuten sobre problemas prácticamente excluidos de la vida pública y considerados como privados, expresan su opinión sobre la salud y la sexualidad, la información y la comunicación, la relación con la vida y la muerte”[1]. Esto los diferencia de los Movimientos Sociales clásicos definidos por Elena Grau y Pedro Ibarra: “Son sólo organizaciones de defensa de intereses concretos. Es decir, que ni les preocupa construir una identidad colectiva, ni reivindican la autonomía; son organizaciones que funcionan jerárquicamente, respetan los sistemas de protesta establecidos y tienden a estar representados en el poder a través de partidos políticos interpuestos. Y lo de la globalidad les resulta un asunto muy alejado de sus reales preocupaciones”[2].

En Chile, durante la última década, se han visto multiplicados los movimientos sociales de carácter reivindicativo; no se trata de los movimientos sociales clásicos, como aquellos en que se luchó por el derecho a votar de la mujer, sino más bien de luchas subjetivas. Un claro ejemplo es la “marcha de los bastones” en la cual los adultos mayores –nuevo actor- exigen una baja en el transporte público o su total gratuidad, la razón: la edad[3]. También entre estos está la “marcha de los coches vacíos”[4] reclamando por el alto precio de los tratamientos de fertilización. Y por último la manifestación de los ciclistas cada primer martes del mes[5]. Hemos observado que en ninguna de estas manifestaciones se ha hecho uso del “legitimo” uso de la fuerza por parte del Estado, tampoco los medios de comunicación le han dado un tono dramático a las marchas y no se ha creado esa atmósfera apocalíptica que sí se ha hecho con otros movimientos sociales.

¿La razón? ninguno de estos movimientos es un posible desestabilizador del orden para el Estado. Cada uno de los movimientos refleja idea particulares, que ninguna pone en jaque la manera de operar del Estado o empresarios. En resumidas cuentas ninguna busca una transformación en los pilares abstractos de nuestra democracia, todo lo contrario, ayudan a una ilusión de democracia, forman parte del simulacro democrático, sino que son atomizadores.

Lo contrario fue los movimientos estudiantiles y la insurrección en Coyhaique el 2012.

Los sujetos pensaron que este movimiento, específicamente el estudiantil tendría el mismo resultado que mayo del 68, las manifestaciones se abocaron a emular los signos ocupados por este movimiento. Escuché personas que seguían embobados con las escenas de los dirigentes estudiantiles (Vallejo, Jackson, Boric y Cariola) y nota aparte el señor Fuentes cuyo relato rebelde me llevó a pensar en un Coyhaique independiente, una suerte de romanticismo similar al Homenaje a Cataluña de George Orwell. Estos dos movimientos fueron duramente reprimidos por el Estado y los medios de comunicación, porque estos apuntaban a una transformación en los pilares de nuestra democracia, pilares que no existen y lo que no existe, no puede ser transformado. Hoy vemos a los estandartes de la revolución inconclusa sentados en el icono del simulacro dicromático de Baudrillard, el Congreso de Chile. ¿Qué pasó? Cada uno tiene una respuesta correcta. Ahora, yo les entregaré mi hipótesis.

El efecto Beaubourg, este edificio fue inaugurado el 31 de enero de 1977 en Paris, en este todo es manipulable, se puede entrar a un museo sin necesidad de ver las exposiciones, este edificio sólo ofrece conexiones y flujos superficiales, y como piedra angular la transparencia. Nada mejor para poner en concreto el abstracto llamado democracia. Este ejercicio es el mismo que Foucault hizo con el poder. El Beaubourg es la democracia chilena, una carcasa vacía, que todos podemos manipular y que se supone transparente. El único contenido que tiene nuestra democracia somos nosotros mismos, votantes que somos alimentados por consignas políticas y proyectos de una mejor supervivencia. Marchamos a las urnas a elegir figuras ectoplasmáticas que luego el sistema les entrega un significante y un significado (Presidente, Diputado, Senadores, Alcaldes etc.)

Los líderes de la revolución inconclusa creyeron en la democracia Beaubourg y al igual como se hace con este edificio decidieron manipular sus conexiones, input-output, on –off, minutos de silencio, homenajes, trajes sin corbata etc. La única manera de destruir el Beoubourg es manipulándolo en masa hasta hacerlo implosionar, ya que, según Baudrillard la implosión tiene mayor fuerza que una revolución[6], en teoría un implosión consume el signo o el icono hasta destruirlo. Lo hace desaparecer, pero desde dentro. Esa es mi forma de explicar lo sucedido con estos iconos de la una revolución lisiada. Pero todo se problematiza cuando pensamos que del otro lado, los arquitectos, técnicos  guardias del Beoubourg trabajan para mantener la carcasa.

Finalmente ¿los lideres están tratando de implosionar o han sido absorbidos? Mi opinión es que han sido absorbidos. Ahora generan sus descargos en marcos regulados, generan menos revuelo mediático y no obstruyen las calles. Fannon señala que la colonización esta completa cuando el colonizado desea la vida del colonizador, se cierra el círculo. Los líderes políticos van en camino a la desaparición ayudados por escándalos como: Pentagate, la recaudación de fondos en el extranjero para la campaña de  Michelle Bachelet, sobresueldos (Lagos) etc. La solución, una asamblea constituyente,  los nuevos movimientos sociales y un sindicalismo como el dirigido por Agustín Tosco en Argentina (1930-1975).

“La gente está tratando que las asambleas manden y ya no las cúpulas. Todos ellos piensan, además, que es indispensable reformar en profundidad la Central Única de Trabajadores, que está muy organizada a la antigua, como una cúpula cerrada vinculada a los partidos, pero no a la base social de los trabajadores. O hay reformar el Colegio de Profesores. Así que creo que es muy prometedor lo que viene”
-Gabriel Salazar-

[1] Alain Touraine: “El regreso del actor.” Francia 1984 Buenos Aires editorial Universitaria 1987.Santiago de Chile. Pág. 4

[2] Grau Elena e Ibarra Pedro: Anuario Movimientos Sociales 1999: Una mirada sobre la red. Barcelona 2000. Editorial Icaria y Getiko Fundazioa.

[3] http://www.elmostrador.cl/pais/2014/12/13/marcha-de-los-bastones-exigen-rebajas-en-el-transporte-publico/. (15 de diciembre 2014)

[4] http://www.lanacion.cl/noticias/pais/santiago/marcha-de-los-coches-vacios-movio-corazones-en-el-centro/2011-10-17/133107.html. (15 de diciembre 2014)

[5] http://www.furiosos.cl/cicletada-primer-martes/ (15 de diciembre 2014)

[6] Baudrillard, Jean. “Cultura y Simulacro”. Editorial Kaidos. Pág.105.

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