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Veo el techo, pensando que podría caminar en él,  y escucho la canción en blanco y negro del hombre araña:

“Spiderman, Spiderman,
Does whatever a spider can
Spins a web, any size,
Catches thieves just like flies
Look Out!
Here comes the Spiderman”.

Sí, quiero tener todo lo que una araña puede tener, tejer una red de cualquier tamaño y capturar ladrones como moscas, que todos digan, oye,  aquí viene el hombre araña. Mamá plancha las camisas de Papá y ese olor entre casi quemado y húmedo de la ropa entra por mi nariz como si fuese humo de cigarro.

“Spiderman, Spiderman,
Does whatever a spider can
Spins a web, any size,
Catches thieves just like flies
Look Out!
Here comes the Spiderman”.

Afuera la tarde es noche, húmeda también, y los faroles con su tenue luz transparentan las polillas y las gotas de rocío. En la TV, J. Jonah Jameson,  el jefe de Peter Parker le grita en la cara, histérico, con su bigotito nazi.

“Spiderman, Spiderman,
Does whatever a spider can
Spins a web, any size,
Catches thieves just like flies
Look Out!
Here comes the Spiderman”.

Sí, quiero vivir en el techo, nada más que en el techo, ver a mi madre desde arriba, y tirar pequeños hilos pegajosos y trasladarme del pasillo a las piezas y luego al comedor de diario, ida y  vuelta, ida y vuelta. Ver como las ventanas y las puertas se abren al revés y como las personas caminan de  cabeza.  Tener todo lo que una araña puede tener, tejer una red de cualquier tamaño y capturar ladrones como moscas, que todos digan, oye,  aquí viene el hombre araña. Ver a Mamá desde arriba planchar las camisas de Papá y que ese olor de la plancha y a ropa húmeda entre quemado  por mi nariz como si fuese humo de cigarro.

“Spiderman, Spiderman,
Does whatever a spider can
Spins a web, any size,
Catches thieves just like flies
Look Out!
Here comes the Spiderman”.

A quién le importa el afuera. Los niños y las niñas juegan al tombo, o a las naciones, y cantan esa rara canción de los panes en el horno, Paolita mueve el poto y alarga sus labios como dando un beso al aire, transpirada, sucia, mal vestida, me gusta Paolita, pero no quiero salir de la casa, no quiero que la pelota de goma me golpeé los muslos o la cara, no quiero saber de panes y de hornos, no quiero que la garúa me moje el pelo, no quiero transpirar y quedar sin voz, no quiero mirar la plaza y sus faroles apagados, no quiero ver a mi hermana ni a al enano cabezón que la persigue, no quiero que el gordo del frente juegue a ser jefe, a ser  J. Jonah Jameson y que me grite histérico en la cara. Quiero tener todo lo que una araña puede tener, tejer una red de cualquier tamaño y capturar ladrones como moscas, que todos digan, oye,  aquí viene el hombre araña. Sí, quiero vivir en el techo, nada más que en el techo, ver a mi madre desde arriba, y tirar pequeños hilos pegajosos y trasladarme del pasillo a las piezas y luego al comedor de diario, ida y  vuelta, ida y vuelta. Ver como las ventanas y las puertas se abren al revés y como las personas caminan de  cabeza.

Quiero alzarme sobre todos esos niños y niñas triunfadoras, sobre los hijos sudorosos y de olor ácido de los verdugos y cantar con mi voz ronca y mi pelo de paja:

“Spiderman, Spiderman,
Does whatever a spider can
Spins a web, any size,
Catches thieves just like flies
Look Out!
Here comes the Spiderman”.

Quiero cantar, cantar, cantar y tener todo lo que una araña puede tener. Nunca más quiero ser Peter Parker.

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