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“A menos que recuperemos el equilibrio de la tierra, seguiremos sembrando la destrucción y obstaculizando la continuación de la vida sobre la Tierra. Necesitamos entender que las condiciones que nos ayudarán a recuperar el necesario equilibrio no viene de fuera, sino de dentro, de nuestra atención plena, de nuestro nivel de conciencia. Es nuestra conciencia despierta lo que la Tierra necesita para curarse.”
Thich Nhat Hanh

 

La presencia, un bello concepto que adquiere más belleza al vivirlo. Estar atentos y conscientes de nuestras acciones y de los demás, observar, escuchar y sentir. Sentir el peso de nuestro cuerpo en los pies, mirar profundo, sonreír amplio y abrazar apretado. Ser conscientes de nuestro caminar, de la persona que va al lado, saludar, mirar a los ojos a la persona que pesa nuestra fruta en la balanza del supermercado, agradecer a quien nos ayuda con una dirección en la calle. Sonreír y sentir los ojos llenos de alegría por el respiro. Vivir en la danza permanente de dar y recibir, de regalar parte de nosotros en cada palabra, gesto y acción.

Presencia no es sólo “estar” es una forma de vivir la atención en nuestro cotidiano. Es saborear lo que comemos, distinguir los sabores, matices e intensidades, ser conscientes de nuestra alimentación y del cómo estamos integrando a nuestro cuerpo nuevos elementos que colaboran con el funcionamiento de nuestros órganos.

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Contemplar los amaneceres y atardeceres, el movimiento del agua, las ramas de los árboles meciéndose con el ritmo del viento, a la abeja que se posa sobre una flor, el ave que llega al pequeño charco de agua para refrescar su plumaje, a las personas conversando alegremente en el banco de la plaza, a la madre que viaja en micro con su bebé en brazos, al padre de fin de semana que crea los mejores panoramas para la salida con sus hijos, a las niñas que ríen sin parar mientras caminan. Cada lugar está lleno de vida, todos en sus propios mundos e historias conforman nuestro mundo influenciando los estados emocionales y la cosmovisión colectiva del mundo que estamos habitando juntos.

Estar presentes no sólo nos conecta con la naturaleza y las personas a nuestro alrededor, también nos conecta con nosotros mismos. Cuando estamos en un estado de mayor atención nuestro trabajo y concentración es más intensa, vamos más allá del “cumplir” porque estamos disfrutando lo que hacemos, nos involucramos y dejamos un trozito de nosotros en cada etapa del proceso. Somos parte del resultado. La presencia se materializa en nuestra forma de ser parte de un equipo, de compartir y crear, de entusiasmar a otros con nuestras ideas e incorporar sus opiniones, de expresar lo que pensamos sin dañar y sin agredir, observando al otro en cada momento porque entendemos que su comprensión también es nuestra responsabilidad.

Tomar conciencia de toda la vida que rodea la nuestra, de todo lo que se ha creado y transformado para que nos encontremos en este tiempo y espacio. Apreciar nuestro alrededor y las personas con quienes nos relacionamos. Apreciar y agradecer el alimento que la tierra nos ofrece, honrar la vida vegetal y animal como parte de nuestra vida humana.

Estar atentos a la danza de la naturaleza a nuestro alrededor, la presencia de los pájaros, el movimiento de los árboles al ritmo del viento, las tonalidades en las distintas estaciones, el crecimiento de las hierbas, el nacimiento de las flores, nuestra respiración integrada al aire del cuerpo, nuestra piel absorbiendo los nutrientes de la luz solar, nuestro corazón llenándose de historias compartidas. Qué maravillosa se siente mi presencia y tu presencia en este espacio común que somos nosotros.

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Mi canto de amor a la Tierra

De la tierra somos, somos tierra y en la tierra somos. Nuestro planeta nos alberga y cobija generosamente, cada una de sus etapas de vida ha permitido que habitemos como hoy habitamos.

En cada paso tomo conciencia de mi cuerpo moviéndose, de mis músculos, de mis huesos, de las emociones que acompañan cada paso y de ese compás armonioso que guían mis caderas. El aire que entra a mis pulmones, la luminosidad y sombras que mis ojos perciben, los colores y formas que acompañan mi camino, mis poros sintiendo el roce con el aire, con otros seres vivientes… percibo esa mezcla exquisita de sensaciones que generosamente has creado querida Tierra, eres parte de mi entorno y de mi interno, estas en cada célula de mi cuerpo y en todo lo que me rodea, sin ti mi vida no sería posible y mi vida aporta a tu bella existencia. Somos juntos.

En el árbol me cobijo, árbol milenario que registra el paso del tiempo en su propia corteza. Ajada y reseca por tanta historia contenida,  generosa y amable su sombra nos abraza y protege, de sus frutos nuestra alimentación se regocija y de su vivir nuestros pulmones de llenan de oxigeno.  Del árbol caen y al árbol vuelven las hojas ondulantes que desde las alturas vuelven a la tierra acariciando su majestuosa textura húmeda,  mezclándose y fundiéndose para convertirse en rico nutriente para movilizar la salvia dando fuerza y prolongando la vida de cada árbol.  De los vegetales, frutos y hierbas nos alimentamos, incorporamos la energía de la tierra directamente a nuestro organismo oxigenando nuestra sangre, fortaleciendo músculos, recorriendo nuestro cuerpo completo. Ciclos que mantienen la vida, momentos de pura belleza imperceptible, casi magia envolviendo y expandiendo nuestra vida.

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Inspiración de la lectura del libro “Un canto de amor a la Tierra” de Thich Nhat Hanh. Comencé a leerlo y me perdí en sus páginas, me emocioné muchas veces y cada párrafo era un viaje mágico hacia la comprensión de la naturaleza que habita en mí y en todo alrededor.

Agradezco a Valentina de la librería Qué Leo que dedicó varios minutos a descubrir el tipo de libro que buscaba, ella me recomendó este libro y me pareció tan maravillosa la descripción que ella hizo del libro y su autor que lo compré inmediatamente, pero no pude regalarlo. 

 

Sigamos conversando en Twitter @mariluzsoto o Facebook

 

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3 Comentarios sobre “Mi presencia en tu presencia

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