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Día 1
Después de 10 horas, llegamos desde Coyhaique a Chaitén. En el camino pasamos a visitar a nuestro amigo Jorge Águila, un artesano de madera, que recicla  el milenario bosque quemado y lo convierte en esculturas y tambores de lujo. También pasamos a visitar a los artistas del títere venidos del norte de Chile, Michel Vidal, la Cote Barahona y sus niños en Villa Amengual, un pueblo inaugurado en la década del 80 cuando se construía la carretera austral.

Llegamos directo a la sede del club de Leones de Chaitén, un lugar que ha visto durante décadas el desarrollo social y cultural de la zona. El público de Chaitén fue testigo de las interpretaciones de la música del barroco Americano que hacíamos con el Coro de Chaitén dirigido por Noelle Recart Echenique  y la orquesta juvenil de Coyhaique en la década del noventa. En esos años este coro ganó el encuentro de coros de Chile del programa “crecer Cantando” del teatro Municipal de Santiago. Muchos de los niños que cantaban en este coro nunca habían salido de Chaitén.

Anoche cuando llegamos, cantaban  Juan Cristóbal Elicer al piano y Ginia  Caro vocalista  del grupo Raíces de Chitén . Mucha gente, muchos autos, mucha vida. Música de la banda Bordemar, con los niños violinistas de la escuela. El presente, muy distinto   a esos recuerdos cuando había pasado recién un año de la erupción y la luz de las pocas casas habitadas era con grupo electrógeno y el agua había que ir a buscarla  en bidones al río Chiñihue camino a Santa Bárbara. Chaitén no murió me dice Juan Cristóbal sub director del hospital de la comuna, por su condición de puerto, porque es la entrada a la zona de Palena, Futaleufu, y el norte de la región de Aysén.

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La gente chaitenina hizo que este pueblo no muriera, escribo pensando en Ingrid y Edgardo, ella presidenta de la junta de vecinos durante la erupción y que resistió con toda su fuerza y denuncia.  Anoche estaba también  Bernardo Riquelme  de la radio de la provincia de Palena, el se resistió a evacuar y se quedó con su hijo hasta que el Sename puso una orden de protección  que lo obligó a salir a dejarlo a Puerto Montt. Bernardo permaneció a su pueblo, porque los pueblos no pueden matarse por decreto, ningún ministro de este país debiera volver a repetir, que este u otro pueblo está muerto, como dijera el Ministro del Interior Edmundo Perez Yoma. Es esta la soberbia de escritorio a la cual los chilenos estamos cansados.

Después de  ocho años Chaitén, partido por la mitad por el río blanco, partido por la mitad entre las personas que nunca pudieron volver a su casa sufriendo el desarraigo de la evacuación, es un pueblo que tiene alumbrado eléctrico en las calles, agua potable, colegio y liceo, hospital, la Municipalidad que funcionó durante algunos años en Puerto Montt y la Gobernación provincial en Futaleufu han vuelto a tener su sede en el pueblo. Carabineros que perdieron todo con la subida del Río Blanco, hoy tiene un reten instalado. Los mas de mil quinientos vecinos aprenden a vivir con nuevos vecinos, reinventan una vida con manzanas de casas que ahora fueron demolidas, con una calle semi-enterrada en la ceniza que muestra lo que era, mostrando a sus vecinos, a Chile, al mundo  la resiliencia.

En este festival “Erupción de letras” que financia el Fondo de Fomento del libro y la lectura, el arte y la cultura, los chaiteninos se reinventan, queman simbólicamente  en un volcán instalado en el escenario lo malo, le piden la bonanza para los años que vendrán.

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