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Ustedes paren la guerra, nosotros no queremos ir a Europa
—niño sirio al canal Al Jazeera

El período comprendido entre el nacimiento y los tres años de edad es crucial para la vida de los seres humanos. Es precisamente durante esta etapa que el cableado cerebral va organizándose conforme las experiencias físicas, emocionales y cognitivas que recibe el niño, y que determinarán su éxito en la adultez. De hecho, los expertos la denominan ‘primera infancia’, la misma fase del desarrollo que vivía Aylan antes de ser encontrado sin vida a orillas de una playa turca.

Según el psicólogo constructivista, Jean Piaget, el desarrollo intelectual del niño está modulado por la confluencia de varios factores; es decir, por acción recíproca de la maduración, el equilibrio, la interacción social y la experiencia física. De ahí que el desarrollo sea considerado, aunque con ciertos reparos, un proceso gradual y ordenado, en donde la interacción del sistema nervioso con el ambiente es decisiva.

Y a los tres años, edad que Piaget clasificó dentro de la etapa preoperacional, el niño es capaz de construir representaciones mentales y de interpretar el mundo por medio de palabras, imágenes y dibujos. Sin embargo, su pensamiento sería limitado, mágico e intuitivo. Con todo, Aylan hubiera sido capaz, probablemente, de decir su nombre y apellido, describir una imagen y diferenciarse del resto de los niños empleando pronombres; incluso de decir “no”. Todo esto hubiera servido para hallar a sus padres en caso de que se hubiera extraviado. Así y todo, nada de eso fue posible.

A la orilla de la playa de Bodrom, en Turquía, vestido con una camiseta roja, zapatos y pantalones cortos fue hallado Aylan Kurdi. Y la escena es desgarradora. El cuerpo del niño yacía sin vida, boca abajo, sobre la arena mojada; mojada por las lágrimas de todos los emigrantes que han tenido el mismo infortunio que él. Miles de refugiados que ven en los países europeos una escapatoria de vida o muerte, un clamor de sobrevivencia.

La fotografía del cuerpo de Aylan se había viralizado en minutos. Su pequeño cuerpo, aún arropado, estaba varado tal como ocurre con los animales marinos. Y era imposible que no conmoviera a quien lo observara, no solo por su corta edad, sino también por el drama que ocultaba su deceso: la crisis migratoria europea.

¿Pero cómo es posible que tuviera que difundirse una imagen de un niño ahogado para dimensionar la crisis migratoria en Europa? ¿Por qué hay reacciones tardías ante una problemática que no es reciente?

De acuerdo con la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), se estima que alrededor de 2.432 emigrantes han muerto por ahogamiento o asfixia este año, luego de intentar cruzar el Mediterráneo. Es más, solo en agosto la OIM reportó un total de 400 fallecidos.

Lo peor de todo es que habrá otros emigrantes que intenten atravesar el Mediterráneo, exponiéndose a eventuales naufragios y, junto con ello, a la muerte. Ello si la clase política europea mantiene la misma actitud de Ángela Merkel. Recordado es el momento en que la canciller alemana respondió: “A veces la política es dura”, como negativa a la petición de una niña palestina —proveniente de un campo de refugiados del Líbano— que anhelaba seguir estudiando en Alemania, y que finalmente estalló en llanto porque su familia sería expulsada del país.

De cualquier manera, es urgente que los diversos actores de la política internacional armonicen sus políticas de asilo. Hoy es fundamental para la gobernabilidad global resolver cuanto antes la crisis migratoria, pues constituye una problemática que no ha tenido el tratamiento adecuado, lo que va en desmedro de los derechos humanos de los emigrantes.

Por esta razón, en lugar de seguir recurriendo a medios militares como la intimidación o la disuasión, sería más conveniente reforzar los medios diplomáticos y la cooperación. De lo contrario, serán otros los inocentes que, como Aylan, emprenderán un viaje sin retorno, arrastrados por las ondulaciones insensibles del Mediterráneo.

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