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En la esquina de mi casa, a media cuadra, hay un colegio. Para quienes viven cerca de uno, saben lo que esto significa. Exacto. Hay horas, horarios en los que no se puede circular en vehículo por ahí. Hacerlo, o caer en esas coordenadas por rebeldía u olvido, se convierte en un verdadero desafío a la paciencia; una provocación a la grosería; un verdadero duelo entre el civismo y la descortesía.

Hoy fui testigo de ello una vez más. Bueno, en realidad, fui un poco protagonista esta vez y vivencié con más cercanía que en oportunidades anteriores, el desafío, la provocación y el duelo mencionados. En mi caso, claro está, fue por olvido. Viré a la derecha y pensé: Oh no! Ahora nooo… pero no sirvió, ya estaba atrapada en una especie de Triángulo de las Bermudas colegial.

Faltaban 5 minutos para las cuatro de la tarde y me dirigí a buscar a mis hijos al colegio. Fuera del horario del terror del colegio vecino, nos tardamos alrededor de tres a cinco minutos en llegar al de nuestros hijos, pero claro, olvidé el antecedente de la hora y opté por el camino equivocado. Me bastó avanzar 50 metros desde mi casa para verme atrapada en una hilera de vehículos que no avanzaba.

En una primera fila, estaban los vehículo estacionados. En la segunda, nosotros, los estancados (algunos voluntariamente esperando que aparecieran sus hijos). En la dirección contraria, ocurría exactamente lo mismo, de modo que había un punto en que dos autos en sentido opuesto no pasaban con facilidad. Hasta aquí, nada nuevo, porque es lo propio de todos los días en ese horario, pero se resuelve en algunos minutos aportando un toque de paciencia hasta que el  tránsito vuelve a fluir. Lento, pero fluye.

Esta vez, no fue así.

Estaba yo, cultivando el don de la paciencia cuando un conductor, varón, debo decirlo, adelantó a todos quienes estábamos detenidos. Es decir. En tercera fila y contra el tránsito, quiso apurarse para sobrepasar a quienes trabajábamos el don de la mansedumbre. Frente a esa situación, mi mente voló: – Debe tener alguna hélice escondida… no. Wow! Uniconios de fuerza (no caballos) en cualquier momento despliega el vuelo… no. ¿De verdad piensa que lo van a dejar pasar?… ¿Será muy inocente o muy caradura?.

Claro es, que mi floritura imaginaria estaba lejos de la realidad. La maniobra del inocente – caradura nos tuvo casi quince minutos batiendo a duelo (al menos a mi) todos los recursos de cortesía aprendida v/s  la más animal de las reacciones a punto de desbordarse desde las profundidades de la amigdala emocional, haciendo caso omiso de todo camino por la racionalidad.

Terminada la etapa imaginaria y ya a punto de agotarseme la paciencia viendo a este señor detenido, supongo, esperando a que todos nos movamos para que él avance y notando que nadie se manifestaba al respecto, opté por abandonar mi auto y dirigirme al “inocente”conductor. La ventanilla del copiloto estaba un poco abierta y me acerqué por ahí.

–          Te dai cuenta que tení’ el puro taco!! Retrocede por donde llegaste o vamos a estar hasta mañana! Asopa’o!!

Obvio que no le dije eso… Eso era lo que sentía, pero mi emoción no era tan irracional y aún hacía el recorrido largo por la corteza cerebral. Le dije:

– Disculpa. Podrías, por favor, retroceder para que logremos circular?.

A lo que  respondió con total naturalidad y suavidad:

– Pero mira, es cosa de que la señora (me indicó el vehículo que estaba en mi hilera, pero más adelante) se corra un poquito más allá.

Lo que faltaba!! Responsabilizar a una mujer de todo el caos?! El solo hecho de pensar en eso me hizo hervir la sangre. Respiré profundo y agregué:

– Retrocede. Paso seguido por aquí y créeme, esto es de todos los días. Mejor retrocede.

Y me devolví a mi auto más molesta que antes y sin haber logrado nada.

En los siguientes minutos, mientras continuaban sonando los  bocinazos y tras dos intentos frustados de llamar a carabineros para que asistieran al lugar,  divisé al chofer de una camioneta detenida en sentido contrario. Bajó de su vehículo y avanzó.

– Bueno, tal vez a un hombre le haga caso, pensé, creyendo que se dirigía al conductor caradura. Pero no!! Fue directo donde una mujer que conducía otro vehículo y comenzó a darle instrucciones para que moviera su auto!! Era insólito!!

Ahora, con más distancia, lo veo absurdo y hasta grosero. Era evidente quién era el principal responsable del caos, ¿por qué nadie le decía nada? y ¿por qué  estos hombres solo apelaban a que las conductoras mujeres se movieran, como si el solo hecho de estar al volante las transformara en un estorbo?

Fotografía de José Parés Lamas

Me sentí realmente molesta, abrumada por tanta falta de colaboración, por tanto ego masculino mal logrado, por tanta ineptitud y tanto egoísmo generalizado.

El hombre de la camioneta,  tras convencerse de que no había opción de maniobra y tras hacer un par de aleteos para intentar dirigir a otros conductores y solucionar el caos sin éxito, abandonó su posible minuto de gloria y regresó al vehículo.

Quince minutos. Quince minutos para que una persona al volante, se resignara a mover su vehículo mal ubicado. Quince minutos, para que un espontáneo director de tránsito, comprobara que nadie valoraba, ni acompañaba su esfuerzo. Quince minutos que me hicieron pensar en sapos y culebras (lo que ni siquiera me pasó cuando me chocaron hace un tiempo atrás). Quince minutos que dejaron en evidencia lo torpes y egoístas que podemos ser a veces en cosas tan triviales.

Ya retirado el inoportuno conductor y despejado el camino para dar  por recuperada la fluidez al tránsito, el primer vehículo de la fila opuesta a la mía, quien tenía la vía despejada para avanzar y dar el vamos, se quedó allí, detenido. Indiferente y ajeno a todo lo que había ocurrido durante un cuarto de hora frente a sus narices, no se movió. Como si nada, miraba hacia el colegio y le hacía señas a alguien por la ventanilla (su hijo seguramente) para que se apurara. Este conductor, a mi juicio, fue el más grosero de todos . Solo emprendió la marcha cuando una avalancha de bocinas se le hizo evidente y molesta.

Pero esta conducta es propia de nuestra cultura. Será comodidad? Flojera? Desconsideración? Será que detenerse en dónde todos nos vean permite lucir el último modelo? Será que nuestros niños van a reproducirse si se mojan por caminar hasta el auto? O se van a cansar demasiado si lo hacen?

Hoy, ni siquiera llovía.

En otros países (desarrollados) la gente usa los estacionamientos de manera generosa. He leído de experiencias en empresas donde el que llega temprano, usa el estacionamiento más lejano para hacer ganar tiempo al que llega más tarde, facilitándole los estacionamientos cercanos a la entrada. Por otra parte, los estacionamientos públicos o del comercio se usan por tiempo limitado y para lo que están destinados. Es decir, si el estacionamiento es de la farmacia, lo usan, compran en la farmacia y se retiran. Acá, en cambio, además de ir a la farmacia, cruzamos al banco, pasamos al supermercado, nos tomamos un café, etc, etc. Incluso, si nos queda cerca, vamos  a trabajar y al final de todo esto, retiramos el vehículo. (Después nos quejamos porque nos cobran en todos lados) y por si esto fuera poco,  muchos, ni siquiera respetan el que esté reservado para discapacitados, embarazadas o tercera edad, al contrario, parece que  le da un plus a algunos conductores elegir esos espacios. Pero los colegios…. los colegios son una realidad aparte. En torno a un colegio (particularmente en los horarios punta) todo lo que no era estacionamiento, llámese, vereda, área verde, zona achurada, etc se transforma en tal, incluso, una segunda y tercera fila de tránsito.

Qué le estamos enseñando a nuestros niños? De verdad el mundo se divide en ganadores y perdedores?

Qué nos cuesta ceder un poco? Cooperar un poco? Demorarnos un poco? Caminar un poco?.

Concuerdo en que hay problemas de diseño, relacionado con los estacionamientos y calles, que no fueron previstos al levantar algunos colegios o que no contaban con el aumento del parque automotor de los últimos años y que está teniendo graves repercusiones en algunas ciudades o sectores de ella, pero esa es nuestra realidad actual.

Qué hacemos? Nos seguimos dando de bocinazos, gritando de una ventanilla a otra? Esperando que aparezcan improvizados directores tránsito? Le quitamos la licencia de conducir a las mujeres?

Yo creo, que si colaboramos todos, no será necesario responder a nada de lo anterior.

No creo, definitivamente, que debamos dividir el mundo en ganadores y perdedores. Más bien creo, que lo cortés no quita lo valiente y que radicalmente, la unión, hace la fuerza. ¿A qué distancia estaremos de lograrlo?

 

 

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2 Comentarios sobre “Quince minutos a duelo

  1. Esta experiencia es Temuco.
    Concuerdo plenamente con Pilar, en lo de estacionarse mas lejos y caminar hasta el colegio (en este caso) pero es un tema de voluntad y sokudaridad también.
    Creo que la reflexion al fibal, debe orientarse hacia qué puede aportar cada quien y que cosas debemos dejar que nos alteren o no. Es una decisión en pro de la prooua salyd emocional y la buena convivencia.

  2. Uffff espantosa experiencia de la selva santiaguina. El asunto de los estacionamientos es terrible, en especial cuando cad dia usamos más los autos. En ese punto, son envidables otros países donde obligan a los niños a matriculare en sus barrios para transportarlos a todos en un solo bus del colegio o que se puedan ir caminando a sus casas. Como en Santiago eso es muy difícil, quizas sería bueno enseñar a los hijos (si no son muy chicos) que caminen un par de cuadras más lejos de la puerta del colegio para recogerlos en una esquina libre. Mi más profunda solidaridad, las peores rabies las he pasado con conductors santiaguinos machistas.

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