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Estamos en Estado de Alerta. Entonces, si un policía te confunde con un terrorista no puedes denunciar porque se equivocó.

Soy sicóloga y una vez por semana hago un taller en una cooperativa de salud en Turín (Italia), que atiende a personas con discapacidades mentales. Hace unos días supe de un hecho que me removió. Ocurrió en un barrio popular: un usuario de la cooperativa- un hombre de unos 40 años- estaba parado en la puerta de su casa, mientras un muchachito que vive en el mismo edificio jugaba, desde su balcón, a disparar a los autos que estaban en la calle con un fusil de juguete. Los vecinos, asustados, llamaron a la policía diciendo que había un terrorista y entonces llegó un escuadrón anti terrorista y se encontró con este hombre parado en la puerta. Su cara les pareció un poco rara, no se expresaba bien así es que lo tiraron al suelo, lo esposaron y lo golpearon. Después encontraron al muchacho con el fusil de juguete; se dieron cuenta que habían cometido un error y lo dejaron libre.

Mis colegas en la cooperativa le pidieron a Antonio  que me mostrara las heridas que tenía en sus muñecas. Al verlas pensé que se había quemado, pero eran las lastimaduras que habían quedado a consecuencia de las esposas y el tironeo.  Antonio es una persona frágil y estaba confundido. Algunos periódicos publicaron la noticia sin mencionar este hecho. Sin embargo, no se puede hacer ninguna denuncia por maltrato, porque estamos en Estado de Alerta al igual que en Francia; aunque en Italia no hubo actos terroristas como en París.

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Raras atenciones

Vivo hace 25 años en esta ciudad del Piamonte, la tercera más rica de Italia y con una historia de más de dos mil años. Desde hace un tiempo colaboro con esta cooperativa que depende del Municipio, donde se atiende a personas con problemas mentales. En este lugar dicto un laboratorio de construcción, manipulación e interpretación de títeres. Junto con esto hago un taller de yoga para un programa de apoyo a refugiados políticos,impulsado por la Asociación Psicólogos par el Mundo.

El programa se ha constituido como un espacio de bienvenida para mujeres refugiadas somalíes, madres de niños de hasta dos años. Es un lugar pequeño, donde los niños juegan y en el cual las mamás encuentran un lugar para ellas. Poco a poco otras mujeres han comenzado a llegar: tías, hermanas, sus propias madres y así se ha ido creando un “refugio”. El otro día algunas de ellas empezaron a hablar después de su clase de relajación; abrieron sus corazones para contar en las condiciones en que viven: en una ciudad donde en invierno hay 7 grados bajo cero no cuentan con calefacción ni agua caliente; no tienen cómo cocinarse y comen solamente cuando les dan algo.  Ellas ven Italia como un lugar de paso, porque quieren llegar a Alemania, dónde esperan encontrar mejores condiciones de vida y de trabajo.  Pero la situación de los refugiados se ha hecho cada vez más difícil.

Las mujeres que han huído de sus tierras agradecen y sonríen siempre y se ven cuidadas, a pesar de vivir en lugares degradados. Su gran aspiración es ser tratadas como personas; sin embargo, muchas veces se producen incomprensiones por el poco manejo del idioma y pierden los escasos beneficios que habían conseguido. Otras veces son los choques culturales los que dificultan su existencia.

En 2006 se celebraron los Juegos Olímpicos de Invierno en Turín y la ciudad se abrió. Más y más turistas llegaron y luego fueron los inmigrantes y refugiador del norte de Afríca que venían huyendo de la represión que hubo después de la Primavera Árabe. Uno de los edificios construidos especialmente para las Olimpiadas fue habilitado como albergue y el Estado italiano los atendió hasta hace dos años a través del Plan de Emergencia Norte de África; pero luego dejó de hacerlo y miles de personas fueron desalojadas. El Papa Francisco visitó a los refugiados de Turín este año y uno de ellos, en representación del grupo, dijo durante el encuentro que “entre las muchas palabras que escuchamos y leemos, pocas veces encontramos compresión y humanidad. Buscamos consuelo cada día en las miradas, en las sonrisas, en las raras atenciones que alguien nos dedica”.

Hilos imaginarios

Pienso mientras escribo, en la ciudad dónde llegué como inmigrante, también yo, hace 25 años. Turín fue considerada la capital de la moda, la pequeña París de Europa y es la tercera ciudad más rica de Italia. Pero, sin desconocer su belleza arquitectónica, sus ferias y mercados y su elegancia, la he sentido gris y melancólica.

Y ahora, con todo lo que sucede, siento que los italianos están como dormidos en su imposibilidad de defenderse y pareciera normal tanta violencia. En mi barrio uno puede salir de noche y volver en el colectivo sin que te maten para robarte. Pero pasan cosas como lo que aconteció a Antonio o como el maltrato a los inmigrantes africanos y nadie se entera.

Esto no ocurre solamente en el lugar dónde vivo. Si uno pone algo en FB, gente que te conoce desde años te juzga como superficial ¿Y dónde están los sentimientos de amor y libertad, de justicia de paz? Parece que se los comió la red.

Por eso creo que ahora más que nunca es necesario dar un sentido a la comunicación. Que es preciso armar una red para que los hilos imaginarios que unen nuestros pensamientos y nuestros sentimientos se transformen en energía renovadora; que a través de las palabras que usamos para comunicar, para interrogarnos sobre la realidad en la cual vivimos, contemos lo que sucede en nuestros lugares, para crear realidad; para sentir que no existen las distancias y para saber que todo es posible, si podemos reflexionar y buscar soluciones. Para no sentirnos solos, y desamparados.

 

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