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Aunque muchas veces no estoy de acuerdo con sus premisas, y no siempre recojo sus frutos como una bendición, el silencio quieto, apacible, amplio de estos meses de vida ermitaña, se ha convertido en un gran amigo. La necesidad de conversar con las voces –las múltiples voces que expresan multiplicidad de yo mismas- me viene de pequeña. Dice la anécdota familiar que tras los primeros balbuceos, me quedé callada. No hablé por más de un año, y evidentemente las consultas a los médicos no arrojaron problemas fisiológicos. Simplemente, guardaba silencio. Un día vi sobrevolar una nave parecida a una libélula. Vivía en el campo. Y dije: “helicóptero”. Comentan que lo dije con una pronunciación intachable. He escuchado otras historias similares de infancia.

Salimos del silencio y somos arrojados a un mundo omnipotente y ruidoso. Nos cobijan las canciones de cuna, las voces amadas, los tonos familiares, pero estamos con los otros en una comunión de lenguajes que nos define como grupo social. Formamos parte de un mundo que establece parámetros y códigos que suponen nos permitan un entendimiento, pero que van negando la individualidad, el sentido propio de la existencia de cada uno, la misión específica que cumplimos en un macro universo que nos crea y del que debiéramos ser partícipes.

La convención del lenguaje forma parte de esa trampa que es la realidad acotada por todos lados, con fines productivos, y desarrollos funcionales. Por eso también, mientras más acudimos a la comunidad idiomática (mayor grado de acuerdos) más soledad sentimos. Las convenciones nos arrojan al vacío.

Lo esencial es indecible. La página en blanco es el milagro del Tao. El Tao es innombrable, o quizás “lo que es de dios no se puede nombrar”, y entonces… ¿Debemos conformarnos con un acercamiento?

Gansos salvajes 1 Fotografía de Rihaij
Gansos salvajes 1 Fotografía de Rihaij

Ahora mismo escucho el trino insistente de los pájaros, a pesar del calor de media tarde. Quiero hablar como ellos, con absoluto sentido.

“Con esta boca, en este mundo” se titula una de las más notables obras de la argentina Olga Orozco. Ella parecía salir de un mundo de dialogantes fantasmas, para trisar la corteza dura del lenguaje objetivo, de tal forma que subjetivaba al extremo la realidad, convirtiéndola en arquitectura de otros universos. Y pensaba que la literatura no era otra cosa que un intento por hablar con Dios.

Creo que es necesario recurrir al templo de un@ mism@ para caminar en esa senda. ¿Un camino de sabiduría? Apenas una aspiración. Sin embargo, una ruta… el deseo de arribar a esa Ítaca luminosa. Una opción de distanciamiento.

Salir de esa convención es declararse al borde. Negar o alterar la convención es generar un espacio de individualidad que duele. Responder “azul” a la pregunta de ¿cómo estás?, es raro. Define a una persona rara. Una persona rara es inquietante, pero no peligrosa. Puesto que no se interesa en los mecanismos de poder, no suele tener poder. Los artistas forman parte de estas filas, claro está. Los notables y los emprendedores. Todos aquellos cuya actividad cerebral está vinculada a la actividad creativa. Todos aquellos cuyas almas sienten la responsabilidad de iluminar los caminos de la libertad.

Gansos salvajes 2 Fotografía de Rihaij
Gansos salvajes 2 Fotografía de Rihaij

Siempre he tenido la odiosa sensación de que caí en este mundo por error y que mis permanente intentos por adaptarme, han sido un fracaso en ciertos fundamentales aspectos. Siento que el mundo maneja con habilidad y competencia la relación con la realidad, definida bajo ciertos parámetros que para mí resultan demasiado complejos de resolver. Y aunque la ciencia médica ha realizado esfuerzos por definir las características de un innumerable y creciente grupo humano que padece similares características, la definición es sesgada y restrictiva. Por otra parte, el acercamiento psicosocial es demasiado vago e inexpresivo, demasiado desajustado, y por lo mismo el enfoque médico-social para encarar estos seres de extraña naturaleza, que eligen o pertenecen al borde, y se van multiplicando en la sociedad, tiende más al daño que a la solución. Raros fenotipos.

Algo se mueve entre la incomodidad y la fobia cada vez que sus capacidades deben aplicarse en objetivos ajenos a la voluntad, o a través de fórmulas que no le acomodan. Algo similar a lo que ocurre a los asmáticos, cuando la calidad del aire a su alrededor provoca una reacción instantánea de ahogo. O cuando una persona con un déficit inmunológico es sometida a condiciones de polución; o cuando alguien que padece diabetes consume más azúcar de la que su cuerpo tolera. Solo que se trata de la mente. Ese terreno confuso y disfuncional que nos hace propios y ajenos a la vez. Iguales y distintos. Integrados o exóticos.

Gansos salvajes 3 Fotografía de Rihaij
Gansos salvajes 3 Fotografía de Rihaij

Hablamos de personas cuya alma se siente enferma en los contextos sociales que les exigen actitudes, respuestas, competencias, juicios, expresiones que no concuerdan con su estado interior. Se produce una confusión, luego una reacción, finalmente una combustión neurológica que genera respuestas equívocas.

Este texto, sin ir más lejos. No pretende ajustarse a las reglas. No le resulta apropiado cuadrar en un estilo, género o subgénero. No quiere ser clasificado, ni prejuiciado. En el largo camino de buscar un lenguaje (de manera poco consciente, al principio; ahora, con una intensa vocación) leal a la sintomatología bipolar, la poesía y la prosa declararon una comunidad propicia, y a veces integran el diálogo explícito, la escenografía y la danza como recursos literarios. ¿No es este acaso un espacio de libertad? De libertad, no de libertinaje dirá alguno, y yo me acordaré de los dichos de mi madre, a la que perturbé insistentemente durante mi juventud, con respuestas que no acomodaban a nadie.

Tampoco comulgo con el principio estructuralista del lector objetivo. Yo no escribo para seres imaginarios. Yo escribo para cumplir una tarea. Para responder a un imperativo. Escribo para un alma común, una unidad perfecta, que se manifiesta en personas de carne y hueso, a las que nombro y estoy mirando, y cuyos ojos me ven, en este acompasado tecleo, con el pelo tomado en un moño, unos shorts poco sentadores, pero fetiches del ropero, con un café al lado del procesador, por una vieja mala costumbre, y un cigarro prendido –ni falta hace que lo diga. Los que me conocen saben que me afirmo en el humo del tabaco para soslayar la incómoda distancia entre yo y los otros.

Voces en integración.  El silencio. Un nuevo hogar que descubro y construyo para dar lugar a los mensajes que no son codificados en palabras. Y la convicción de que las palabras deben ser algo tan delicado y sutil que no dañe la bendición del silencio. Que por sobre todo, las palabras deben ser amorosas. Que deben vivificar. Que el gobierno de la comunicación debe descansar sobre principios inalterables, como la justicia y la bondad. Si no, para qué. ¿Para qué abandonar este hábitat donde solo se oye el ronroneo de un enfriador de aire y no hay culpa ni castigo en y por las palabras? ¿Cómo habla dios? ¿De qué modo se manifiesta en un mundo lleno de signos y palabras que conducen en picada a lo estrictamente real-material?

Gansos salvajes 4 Fotografía de Rihaij
Gansos salvajes 4 Fotografía de Rihaij

Recojo el guante en un ejercicio de abandono. Elijo vivir lejos de la ciudad y del ruido, que se hace menos tolerable cada vez que me asomo. Renuncio a ser oreja para el aullido delirante de la metrópoli. Me niego a traducir la publicidad casa dos segundos, y a moverme entre cientos de mensajes que me mantienen atada a una realidad de la que sospecho profundamente. Comienzo a renunciar a los discursos con la misma sospecha de que los textos engañan, pero de otro modo y paralelamente, siempre dicen la verdad.

El sol es una bendición, pero demasiado expuestos, ardemos, como Ícaros. La sociabilidad es una condición, que a veces resulta profundamente amable, pero que la mayor parte de las veces genera honda incomodidad. Prefiero esta distancia, entre ustedes, que probablemente sin confesárselo saben de qué hablo, y yo, absolutamente subjetiva, con nombre, apellido y fecha, para remendar de algún modo, con estas puntadas reflexivas, la rotura (ruptura, des comunión, pérdida de sentido) que hemos llamado el malestar de la cultura, anunciado ya hace más de un siglo, que no es solo un dato de la causa histórica, sino motivo de arte y poesía, motivo de locura y de muerte, spleen que tantos de tantos modos han contado, con o sin sicotrópicos a cuestas, con oreja más y oreja menos, en estado de delirio, casi siempre.

El género humano no soporta demasiada realidad, decía Eliot. Quizás hay ya demasiada robótica en la adaptación de la especie, y estos bichos raros que somos algunos –cuya naturaleza se resiste a seguir las instrucciones de la matrix- somos los condenados a la extinción, últimos refugios de humana rebeldía.

Mientras tanto, aquí y ahora, en este mundo, me considero una activa resistente, a pesar de los embates, y celebro el lugar del silencio en la vida que me compensa con abundancia de sentidos, acariciadoras confianzas que dan frutos en sus ciclos, unida en convicción a las estrellas que fijas en el cielo, a veces se derraman sobre el horizonte como una promesa.

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