La insistencia del empresariado en dejar en evidencia su falta de compromiso con las reglas mínimas del mercado, ya casi sin ningún pudor, está provocando un efecto secundario no previsto por los defensores de este modelo económico, y es que la idea que las personas son consumidores cuando se trata de economía y ciudadanos al momento de los temas políticos, como si se tratara de mundos aislados, comienza a ver permeada la frontera entre un concepto y el otro.
Independientemente que el llamado para no comprar este 10 de enero en los supermercados acusados de colusión sea o no exitoso, ya es una señal en el sentido que los consumidores pueden tomar la decisión de actuar como ciudadanos a la hora en que sienten perjudicados sus derechos. Esto es, que a una situación económica se responde con una conducta política.
Al igual que en el caso de un modelo político determinado, cualquier sistema económico se sostiene sobre la base de la incomunicación entre cada integrante del público, de manera que no pueda hacer de contrapeso en relación a los demás actores del sistema. Si bien cualquiera puede decidir no comprar en determinado lugar, el costo de averiguar dónde son más barato los productos que se necesitan hace inviable la teórica libertad del consumidor, pero ese escenario cambia cuando las personas logran vencer las trabas para organizarse y se ponen de acuerdo en acciones concretas.
Naturalmente, el esfuerzo para esa organización tiene que verse compensado con los resultados obtenidos, y esa ha sido una de las principales limitaciones del uso de las redes sociales para promover el acuerdo ciudadano, las que, por lo demás y hay que decirlo, aún no han demostrado toda su madurez y potencial.
Como los niños pequeños, los internautas carecen de persistencia y requieren ver que consiguen algo con cada paso que dan. De esta forma, cada éxito sirve de base para futuras acciones de este tipo, pero también cada fracaso es un motivo de desaliento.
En este sentido, hay que enfatizar que las causas promovidas por las redes sociales parecen presentar además dos características a tener en cuenta: En primer lugar, las personas tienen cierta incapacidad para atender más de un asunto a la vez, y en segundo término se ven seriamente refrenadas cuando la gente percibe que el motivo de la acción puede estar siendo utilizado con fines político partidistas.
Por último, hay que recordar que, con total independencia de ideologías, al final consumidores y ciudadanos son esencialmente personas y siempre actuarán en defensa de sus intereses.