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Nunca fui un seguidor de Jorge González. Es más, lo he considerado  un cantante gritón, con voz discreta y mala afinación. No obstante, siempre ha valorado la fuerza de su interpretación y la calidad de su composición.

Los Prisioneros son el grupo de rock chileno más importante de la década de los 80 y representan a toda una generación.

Dicho lo anterior, yo he seguido con distancia y sin ninguna cercanía su trayectoria. Yo pertenezco a una generación que desde la universidad hizo una dura e irrenunciable lucha contra la dictadura y por la democracia. Para mí, y muchos de mis contemporáneos, nuestra formación nos hacía sentirnos representados y cercanos a Schwenke y Nilo, Santiago del Nuevo Extremo, Eduardo Peralta y todo ese movimiento que llamamos el Canto Nuevo.

El Canto Nuevo nos parecía nuestro, contestatario, reivindicativo, que se entroncaba con la tradición de la Nueva Canción Chilena, herederos de Violeta Parra, Víctor Jara, Inti Illimani, Quilapayún e Illapu.

Jorge González, en nuestra época, líder y voz de Los Prisioneros, nos parecía demasiado rockero, excesivamente influenciado por música extranjera. Reconozco que escuche sus clásicos en un casette pirata en mí querida Universidad de La Serena y sólo me llamo la atención “Muevan las industrias” y un poco “El Baile de los que sobran”. Lo demás me pareció música descartable.

Los censores de la época, representados por DINACOS, censuraron a Los Prisioneros sin misericordia. Nunca se escuchó su sonido ni su mensaje en la TV chilena hasta 1989, durante la Campaña del No, con excepción de una vez en Teleonce, en un programa infantil. La dictadura fue más perspicaz que muchos de nosotros y se percató el efecto catalizador de la música de Los Prisioneros. Los militares y sus secuaces civiles descubrieron en las letras de sus canciones el efecto de despertar y crear conciencia en la juventud en general, pero principalmente en los sectores más pobres y castigados.

Los Prisioneros fueron una agrupación musical poderosa y movilizadora.

Afiche promocional de la gira latinoamericana de Los Prisioneros que incluía 40 fechas de Arica a Punta Arenas y que seguiría en Colombia, Venezuela y México - Fotografía Juan Avalos M.
Afiche promocional de la gira latinoamericana de Los Prisioneros que incluía 40 fechas de Arica a Punta Arenas y que seguiría en Colombia, Venezuela y México – Fotografía Juan Avalos M.

Con el regreso de la democracia, Los Prisioneros derivaron hacia una música más comercial y el propio Jorge González trató de internacionalizar su carrera con una propuesta más popera, distanciándose de su propuesta original. No puedo negar que esa época es musicalmente muy interesante y esos temas son especialmente atractivos y queribles (como “Estrechez de Corazón”, “Tren Al Sur” y otros), pero carecen de la denuncia y el reto de la etapa original.

En cierta forma, Jorge González  y Los Prisioneros  siguió el mismo derrotero de nuestra generación, la G80. En democracia, nos domesticamos y aburguesamos.

Bien lo decía un viejo amigo revolucionario de la universidad, a toda la Generación de los 80, esa de La Voz de los 80, les gustó llevar el maletín de los que realmente se hicieron con el poder.

En cierta forma, gozamos y nos gustó lo que la democracia nos ofreció, pero que no era por lo que habíamos luchado.

Cuando Jorge González volvió a su senda original, después de un largo periplo de renuncias, excesos y búsquedas, a muchos nos pareció, nuevamente, un ser lejano, panfletario, un resentido con un discurso agotado, alguien respirando por la herida.

Tarde hemos comprendido que Jorge González es la voz de nuestra generación. Un profeta incomprendido de nuestro tiempo.

No lo supimos ni valorar, ni aceptar. Tampoco lo hemos escuchado y menos lo cuidamos.

Me ha estremecido su testimonio del último tiempo.

Recién ahora valoro su aporte.

Que ahora, espero, no sea tarde para agradecerle.

También es un llamado a nuestra generación, la que traicionó los principios por los que lucho por las granjerías y migajas con que el sistema nos sedujo.

Cuando ahora en política se habla de la falta de ética de la Generación del 90 (G-90) y descubrimos que sólo les interesa el dinero y ascender sin escrúpulos ni miramientos y nos escandalizamos, sólo podemos concluir que ellos nos vieron a nosotros y de ahí aprendieron.

Entre la vieja retaguardia que hoy da sus últimos estertores y las nuevas generaciones, hay un marasmo sin líderes ni propuestas. Esos somos nosotros, la Generación del 80, la que nunca supo entender a Jorge González.

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Alguien comentó sobre “La voz de los 80

  1. Yo también soy de la G80 y desde el principio amé a Los Prisioneros, marcaban el pulso de lo que acontecía y detestaba a los Inti Y los Quila no musicalmente porque son buenos,por la onda. Muchos de la la G80 (mote insoportable) no hemos traicionado en nada nuestra visión y nuestra acción y con orgullo nuestros hijos continúan accionando… En el 85 nunca le compré al Victor Osorio, ni los otros actores secundarios..y que bueno ya vimos en lo que se convirtieron. No sé de que generación hablas que no gustaban a Los Prisioneros…Ahora me duele profundamente Jorge González, como tan rodeado de huevones que no se dieron cuenta, no vieron lo que le estaba aconteciendo quizás porque se llenó de complacientes. Es loco que te tomes la voz por todos—Mejor compremos chocolates.

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