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Ocuparé este medio, para publicar una serie de artículos sobre lo que he llamado las “paradojas de nuestros días”, un título quizás tímido para en verdad expresar las contradicciones de la sociedad que estamos viviendo y que se explicitan de manera silenciosa y otras veces violenta en diversas esferas de la consecución material y espiritual del ser humano en la actualidad.

En esta ocasión trataré sobre los movimientos sociales y el malestar de la sociedad civil, con el objetivo de contribuir al debate que ya tantos intelectuales y otros no tantos, han venido a tratar de explicar los hechos. Quizás yo no vengo a explicar, sino a interpretar lo que a mi parecer es una paradoja en el espacio temporal, pero una paradoja violenta que se manifiesta a lo largo de nuestra Historia.

La Revolución Rusa inauguró el siglo XX y se pensó que todos los movimientos revolucionarios posteriores eran hijos de esta madre roja y que se manifiesta con toda su electricidad allá en el Mayo Francés de 1968. Ese año, los jóvenes estudiantes se rebelarían contra el sistema capitalista de dominación y contra el pensamiento liberal, lo que constituyó un antes y un después. Ahí se abrió la esperanza socialista. Pero fue el mismo Marx que acuñara esa frase de “que el hombre produce al hombre”, constituyendo su error primario, el pensar que el ser humano sólo existe, en tanto y en cuanto, en relaciones de producción material. Marx pensó que la sociedad ideal era una gran fábrica sin clases sociales que producía la riqueza material de la igualdad socialista. Con eso anuló al individuo y lo transformó en pieza utilitaria.

Ahí vino el segundo gran malestar, que fue en contra de la maquinaria soviética, su obsecuente obediencia a la ideología única, y sus mecanismos de opresión en contra del pensamiento burgués. Ese gran malestar se manifestó en ese clímax del derrumbe del Muro de Berlín, lo que produjo la desazón de todos los jerarcas comunistas del mundo. Zizek ha dado luces en torno a esto: “En la perspectiva marxista predominantemente, la mirada ideológica es una mirada parcial que pasa por alto la totalidad de las relaciones sociales” (Zizek 1989: 81). Ante esa perspectiva fracasada, los ideólogos de la izquierda no supieron dar respuesta y quedaron impávidos ante la gente volcada de manera impetuosa al sistema capitalista.

Algunos emergieron diciendo que la Historia se había finalizado. Que el ser humano había conquistado la libertad y por ende sus preocupaciones solo eran su vida individual. Parece contradictorio, pero volveré a Marx, cuando él en “El Capital” se adelantaría a los hechos diciendo que la producción capitalista genera que “el consumo idealmente propone el objeto de producción como una imagen interna, como una necesidad, como impulso y como propósito” (Marx 1867: 174). En verdad, la sociedad de los años 90 propone intensamente que el ser humano se genere a partir del consumo, exista en él y por ende se reproduzca a sí mismo. La sociedad de los 90 buscaba ser particularmente hegemónica, lo que implica que todas las clases tengan una unidad intelectual y moral, como diría Gramsci, con el objetivo de dirigirlas.

Por consiguiente, emergió la tercera gran molestia, que ha sido de un largo aliento y que se ha manifestado desde los años 2000 hasta la actualidad de diversas formas y discursos. Una sociedad confusa hasta la alarma: crecen apabullantemente las formas extremas de religiosidad como es el evangelismo ultraconservador cristiano o la proliferación de la ortodoxia islámica, la segregación geográfica, el daño del ambiente, el creciente aumento de las enfermedades mentales, y un largo etc. Actual es lo que afirma Nietzche: “Una doctrina y una religión del “amor”(…): porque suprime los sentimientos de rivalidad, de resentimiento, de envidia – los sentimientos muy naturales de los desvalidos – incluso deifica una vida de esclavitud, sujeción, pobreza e inferioridad para ellos bajo el ideal de la humildad y la obediencia”. (Nietzche 1901: 201) Hoy, las masas cuestionan ese ideal de humildad y obediencia, diciendo basta a la corrupción política y empresarial.

En la actualidad no sabemos y no tenemos idea en qué terminará este tercer gran malestar, quizás porque no hemos sabido interpretarlo. No hemos sabido decir que lo que hemos estado viviendo en estos tres sucesos grandes de movimientos sociales del malestar de las personas, es en verdad, no la cristalización de la lucha de clases o el reclamo por la democracia liberal, sino en verdad, es la rebeldía permanente de la idea moderna de Estado. Y esta es que el Estado es la máquina coercitiva en contra de la sociedad civil. Es decir, da lo mismo cual sea la clase social que domine el aparato del Estado, de todas y cualquier forma, esta es en contra de las masas y se representa en la configuración del poder. Foucault diría que “el poder está en todos lados; no porque abraza todo, sino porque viene de todos lados” (Foucault 1976: 93), sin embargo acá, como en otros aspectos de Foucault comete el error de no diferenciar los aparatos del poder político. El poder no es una entidad omnipresente, sino que es política y circunstancial, pero con tal poder coercitivo en lo físico y en lo simbólico, que es suficiente para dominar a las masas. Y este poder reside en el Estado y en su aparato político.

La Historia del siglo XX y los comienzos del XXI es la consecución de esta paradoja: que la sociedad civil ha buscado incesantemente romper la estructura teórica y mecánica del Estado moderno, ha cuestionado su poder y lo ha desafiado, buscando distintas recetas, pero sin la conciencia histórica suficiente para identificar que el problema está en el Estado en su concepción actual.

¿Los movimientos sociales de hoy podrán romper al fin esta paradoja histórica? ¿Existirá la fuerza suficiente para establecer una nueva relación de diálogo y existencia de la diversidad? ¿Estamos viviendo el fin del Estado Moderno o la peligrosa consecuencia de su fortalecimiento? Todas preguntas que uno formula con tal de establecer premisas futuras de reflexión e interpretación social.

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Alguien comentó sobre “Paradojas de nuestros días I

  1. interesante el punto de las contradicciones. Caidas las ideologias, se ha establecido una desconfianza y miedo pavoroso a cualquier tipo de poder. Se busca una libertad utopica, donde nada tengas normas ni leyes. Por un lado, se busca la ecologia y por otro, surge la rabia por los cartels “no fumar”. El deseo obsesivo de libertad incluso a anulado a los padres en la crianza de los hijos por temor a “destruir su libertad”. Y tal como dices, tambien hay desconfianza en los llamados a amor al projimo, a la humildad, por su “tufillo”religioso y por amenazar una libertad hedonista donde la idea es sacarse de la cabeza la preocupacion por el otro y las responsabilidades, pero al mismo tiempo, se busca que el Estado controle lo “malo”sin que nadie pierda ninguna libertad, la que se entiende como una forma de no sufrimiento, sin obstaculos ni dolor. Ante tanta contradiccion, las masas oscilan entre la protesta y la evasion en adicciones de drogas legales e ilegales, comida, azucar y las novedades en los juegos de internet, como el actual Pokémon Go y otros.

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