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El 1° de mayo es día festivo que recuerda las luchas de los trabajadores por sus derechos. El presente año cayó en día domingo. Nuestra legislación consagra que este festivo tiene el carácter de irrenunciable, por lo que centros comerciales no pueden abrir sus puertas.

Esta feliz coincidencia permitió, a mi parecer, que una parte significativa de los trabajadores del comercio pudieran disfrutar un día de descanso con sus familias, lo que celebré con un tuit que publiqué en mi cuenta.

Al publicarlo recibí varias respuestas, algunas muy difundidas posteriormente, que revelan el estado moral del país.

Una persona, de Maipú, calificó mi postura de elitista, puesto que el Mall es el paseo familiar por excelencia de los fines de semana. Otro me señaló que mi posición era poco solidaria, pues olvidaba que eran cientos y miles los jóvenes que trabajando part time pagaban sus estudios o complementaban sus ingresos. No faltaron los que me señalaron que poner horarios o limitaciones a los centros comerciales era un factor en nuestra baja productividad, afectaba el crecimiento y dificultaba el desarrollo del país.

Todas esas respuestas y varias más que por su grosería y bajeza es mejor omitir, dan cuenta del predominio de una concepción tan estrecha de la sociedad y de la persona humana, tan reduccionista, mercantilizada y utilitaria que bien podría denominarse la filosofía del mall.

El individualismo,  el consumismo, la incapacidad de reconocer y respetar los derechos de los otros, la centralidad de los aspectos económicos, el convencimiento que la libertad consiste en poder adquirir lo que se te ofrezca ilimitadamente y que el progreso es presumir de aquello es la síntesis de la filosofía del mall.

Banalidad, superficialidad, estética del marketing, vanidad, ausencia de profundidad en las relaciones personales, mercantilización de la cotidianeidad, eso es el mall.

Para los defensores del mall, se ha naturalizado creer que es un “paseo familiar” llevar a los niños a esos lugares, para que consuman y maten su tiempo. La excusa es que no hay plazas ni parques en poblaciones, pero si ese fuera el argumento, es un reflejo de la pobreza de nuestras ciudades y una demanda que no se instala sólidamente: mejores espacios urbanos para el descanso y la recreación.

Los malls se han ido convirtiendo en las nuevas plazas de los pueblos, peor aún, son los nuevos centros cívicos. Tienen centros médicos, oficinas del registro civil, ¡hasta bibliotecas!. El problema es la lógica de consumo que se establece en ese espacio.

El mall está hecho para el comercio, está diseñado para que las personas consuman. Todos sus espacios son una incitación al gasto y al endeudamiento. Es una lógica de lo banal, descartable, de la irrelevante, del momento fugaz de placer hedonista, la ausencia absoluta de reflexión, reposo y convivencia.

En el mall todo es rapidez, tráfico, transacción, consumo, descarte.

El mall funciona con un horario más extendido que el comercio radicado en los barrios comerciales de las ciudades. Ello exige que sus trabajadores tengan turnos extenuantes, bajo sistemas  de precariedad laboral que ya han sido denunciados. El ideal del mall es un funcionamiento  ininterrumpido. A muy pocos de los que concurren habitualmente a los malls les interesa el ejercicio de los derechos laborales de los trabajadores. Les molesta que no funcione en domingo, en fiestas patrias, en navidad y año nuevo. La absoluta incapacidad de empatizar con los anhelos de los demás es propio de la sociedad individualista que hemos construido, donde el predominio absoluto de la libertad personal se realiza, lastimosamente, a expensas de los derechos de los demás. Si se debe sacrificar el descanso, la vida familiar y los derechos de los otros, es legítimo, previo pago de un monto de dinero que jamás compensará lo que se sacrificó. Pregúntenle a los trabajadores que casi no ven a sus hijos o de los estudiantes que laboran part time y  que no tienen tiempo libre.

Un placer liviano e intrascendente a expensas del sacrificio y de una vida agobiante es la aplicación de la filosofía del mall. Así estamos.

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