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Es creciente la impresión acerca de la situación de crisis que se vive en el país, y cada cual da las recetas que cree convenientes desde su vereda, tratando con más o menos honestidad de cooperar a la solución del problema.

En lo que coinciden la mayoría de estas propuestas es en la necesidad de un líder que recoja sobre sus espaldas la responsabilidad de poner estas ideas en ejecución, una especie de héroe capaz de resolver los problemas y devolver a la sociedad a ese estado paradisíaco cuya pérdida es señala como responsabilidad de unos en opinión de los que se muestran como inocentes de todo e incluso como víctimas de esa “maldad” ajena.

Un ejercicio básico de racionalidad nos debe llevar a pensar en dos cosas.  En primer lugar, cuál es nuestra propia responsabilidad, por acción u omisión, respecto al estado en el que se encuentra la sociedad, y segundo, cuál puede ser nuestro propio aporte a la solución.

Es importante insistir que esta tarea es de todos.  No podemos pretender quedarnos lamentándonos detrás de la pantalla del computador por lo que hacen o dejan de hacer los demás.   Es cierto que les cabe mayor responsabilidad a los que han sido elegidos como autoridades -en el Gobierno, los partidos políticos, las organizaciones sociales- pero eso no libera de un compromiso concreto a quienes los elegimos en esas posiciones.

Si no nos gusta lo que hacen otros en nuestro nombre, nuestro deber es decirlo y actuar de forma coherente, porque si no lo hacemos estamos creando el espacio y las oportunidades para que aparezca un liderazgo de naturaleza populista que proponga resolver todos los problemas si le entregamos a ojos cerrados las facultades para hacerlo.   En la medida que seguimos lanzando ideas para que alguien -un cualquiera- las ponga en ejecución, lo que estamos haciendo es llamar al populismo y esa es una pésima idea porque se pierde cualquier atisbo de seriedad y responsabilidad que aún podamos tener como sociedad.

Si nos quejamos, la queja debe ir acompañada de propuestas y de la disposición para desarrollarlas, dejando la comodidad del computador o de la televisión.   Del mismo modo, la queja debe presentarse junto con un diagnostico claro de la situación y de sus causas.  No sirve culpar al bando contrario si el nuestro tiene su propia cuota de culpa, pero todo ello requiere una formación cívica y cultural de la que muchos carecemos porque se nos ha enseñado por la vía del ejemplo que siempre los responsables son otros, cuando la verdad es que todos somos igualmente parte de esa sociedad que vemos en crisis y, por lo tanto, somos tanto parte del problema como de la solución.

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