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Con más de 12 mil candidatos a concejales inscritos antes del plazo que vencía el pasado día 23, la cifra más alta en la historia, se inicia la fase final de las elecciones municipales del 23 de octubre próximo.

Aunque el plazo legal para realizar campaña electoral empieza sólo un mes antes, es un hecho que los candidatos a alcaldes y concejales ya comenzaron sus actividades con el auspicio de algunos medios de comunicación que intentan presentar estos comicios como un anticipo de la siguiente elección presidencial y parlamentaria del 19 de noviembre de 2017 para la cual ya hay una veintena de posibles presidenciables.

No hay duda que la llamada clase política disfruta de estas actividades.  Para ellos, es como asistir a la Copa Mundial de Fútbol.   Es un evento al que concurren todos con sus mejores atuendos, las sonrisas perfectas y las manos ejercitadas para saludar a quien se crucen en la calle.

El problema es que a la gente común y corriente que tiene tanta opinión de la política como de la teleserie de turno o de los chismes de la farándula, le produce cierta aversión este repentino entusiasmo y se dan rápidamente cuenta que se trata solamente de conseguir el voto ciudadano, pero sin darle mayor oportunidad de participación a las personas ni de recoger sus demandas para los gobiernos locales.

Para los candidatos y sus equipos se trata, en síntesis, de competir, de ganar, de demostrar que son competitivos y, sobre todo, de vencer a sus ocasionales contendores, como si el futuro del país dependiera de ello pero sin preguntarse mayormente cuál es ese futuro porque es tanta la excitación de la competencia que esas cosas se olvidan.   Pero en realidad no pasa de ser un deporte.

La legislación ha tratado de reducir la duración e intensidad de las campañas, porque hay que recordar que era habitual el robo de la propaganda de los rivales, que los comandos solían salir armados a la noche, que hubo incluso asaltos a los comandos de la competencia por el gusto de hacerlo, por sentir el sabor de la impunidad.  Es inevitable que la gente se pregunte de qué manera esas conductas sirven de base para prometer mejorías en la vida política y, de modo muy especial, qué tipo de presidentes y parlamentarios tendremos si sus adherentes a nivel municipal se preocupan de todo menos de la gente.

Si se trata de repudiar las viejas prácticas, de renovar la política, de escuchar de verdad a las personas, este es el momento para demostrarlo con hechos, con seriedad y menos juegos.

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