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Como si fuera un Trending Topic, la promoción del voto tiene que hacerse de acuerdo a las reglas vigentes en cada momento.   Si en alguna ocasión sirvió la amenaza de las multas o las restricciones para el acceso a los beneficios públicos, se ha llegado al momento en el que hay que convencer a los eventuales votantes que tengan la paciencia de salir de su casa, hacer una fila y emitir su voto, y para eso se necesitan buenas razones que trasciendan al “es un deber cívico” que no le importa a un país que hace tiempo no tiene en sus colegios clases de educación cívica.

No sirve aquello del “si no votas, no opines”, porque se trata de derechos distintos y no pueden hacerse dependientes uno del otro.   El que no vota puede opinar, y el que no tiene opinión también puede votar.   Por lo demás, es una frase que suena a sermón desde la superioridad moral y ya sabemos que los sermones repetidos dejan de ser efectivos.

Por otra parte, se suele ver el fenómeno de la abstención electoral desde la adultez, desde el trauma de haber vivido bajo la dictadura, pero se olvida que parte importante de los votantes forma parte de un grupo cada vez más gravitante de la población al que no le resultan tan claras las ventajas de la democracia, como sí lo ven los mayores, sin contar con que no es un fenómeno exclusivo de Chile.

Se suele criticar a la democracia por su falta de resultados, pero lo que no se dice es que siempre es mejor que dejar que unos pocos decidan por uno, o que nos enfrentamos unos a otros como si estuviéramos en la selva.   Siempre es mejor entenderse de forma ordenada y respetuosa, siempre que uno quiera de verdad respetar a los demás, entienda que la razón puede estar de parte de otros y que nuestra propia opinión puede ser minoritaria, respetable pero no decisiva.  Es evidente que ante la crítica por la ineficiencia de la política, resulta natural la invitación a hacerse responsable de trabajar por lo que se desea.   Por lo demás, hay que vivir los problemas por dentro para entender su real dificultad.

Por otra parte, debe entenderse que las elecciones forman parte de un contrato social, en el que los electores delegan en el candidato el poder para poder representarnos en la toma de decisiones y en la ejecución de las políticas públicas en las que estamos mayoritariamente de acuerdo, pero la soberanía sigue siendo siempre de los ciudadanos que la pueden revocar o delegar en otros.

Este contrato proporciona roles bien definidos a cada una de las partes, y así como el electo tiene el deber de cumplir con sus promesas y sus obligaciones legales, el elector tiene el derecho y el deber de exigir que el anterior cumpla con sus responsabilidades, y en ese sentido el uso del voto es la herramienta más incuestionable de todas y no admite mayores interpretaciones.

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