Compartir

“Es la economía, estúpido”.  Ese fue el cartel pegado en las oficinas de Bill Clinton cuando empezaba la campaña presidencial de EE.UU de 1992 y debía enfrentar a un George Bush que marcaba 90% de apoyo en las encuestas,  Era tarea imposible, dijeron todos, pero Clinton supo identificar los puntos que le interesaban al electorado y decidió que el tema de la economía doméstica era el punto débil de su rival.

En estos tiempos en los que hay una profunda desconfianza y desprecio hacia los políticos, los partidos aparecen como una de las instituciones más rechazadas (sólo un 4% de confianza en la última encuesta Cep, ocupando el último lugar entre las instituciones del país).  Resulta evidente entonces que hay una gran incoherencia cuando los candidatos son definidos por los partidos.  Es innegable que los partidos tienen la organización y el conocimiento para proponer los nombres de los que nos gobernarán, pero esas virtudes se derrumban al momento de considerar la confianza que mantienen como instituciones.

De esta forma, no resulta extraño que un candidato prefiera mantener distancia de los partidos e incluso no reconozca su pertenencia a uno, porque es comenzar una carrera electoral con una pesada mochila a la espalda.

Por otra parte, hay que advertir el serio riesgo que corren los partidos políticos tradicionales que enfrentan una amenaza bastante seria para seguir existiendo.   Como parte de la Ley 20.900 para el Fortalecimiento y Transparencia de la Democracia, tienen hasta el 13 de abril para reinscribir a su militancia.

Para no hacer exigencias imposibles, sólo se lespide que reúnan el equivalente al 0,25% del padrón electoral de la última elección nacional, unas 17 mil personas en todo el país. Era una cifra alcanzable, pero ahora resulta que se acerca el plazo previsto por la ley, el 13 de abril, y ningún partido ha llegado a la meta.  Como dato para comprobar la eficiencia de los partidos solo para asegurar su existencia, Colo-Colo tiene el doble de socios de los que se les pide a los partidos.

En estas condiciones, los partidos no sólo cargan con el descrédito sino que además podrían quedar disueltos en sólo tres meses más.  Está claro que la participación de los ciudadanos ya no pasa por los partidos y el desinterés es la mejor prueba.  Ya no convocan, ya no movilizan, pero son los que deciden los candidatos que votamos.   La sociedad está cambiando a pasos agigantados y una institución creada el siglo XIX con antecedentes en la Edad Media, parece tener poco que hacer y menos que ofrecer.  Lo único que los ha salvado es que ellos tienen el monopolio de hacer las leyes que los regulan y controlan el desarrollo de las elecciones.

Compartir

Alguien comentó sobre “Son los partidos, estúpido

  1. Difícil tema. Efectivamente los partidos políticos se han ido quedando atrás, necesitan demasiado financiamiento, las campañas son costosas, se acostumbraron a prometer pegas a los seguidores. Tem duro, porque implica replantearse el cómo organizar e inscribir nuevos partidos políticos o agrupaciones que tengan el mismo rol.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *