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En 1938, el cineasta Orson Welles adaptó la novela “La Guerra de los Mundos” de G.H. Wells en cortos noticiosos que se transmitieron por la radio durante todo un día. Estos reportes causaron pánico en las calles de New York y New Jersey hasta que el autor del libreto explicó que había sido una humorada. Hoy, diríamos que fue la primera fake new de la modernidad tecnológica. Mientras tanto, las dos guerras mundiales en Europa estaban generando toda una corriente testimonial con numerosas fotografías, filmes y periodistas “en terreno”. El reportero de guerra ya existía en el siglo XIX, pero las cámaras portátiles y las grabadoras aumentaron su importancia, pues dicha tecnología permitía acreditar que “había estado allí”. Hablamos de tiempos en que escritores como George Orwell, Ernest Hemingway, Jack London y hasta el chileno Joaquín Edwards Bello remecían no solo con su pluma, sino que con el soporte gráfico que cargaban. La proliferación de documentales, entrevistas, testimonios y grabaciones marcaron una nueva época. Se creía que gracias a estos aparatos la verdad sería indiscutible.  Desde los ’50, la televisión como centro noticioso familiar, se consolidó como el complemento visual a la inmediatez radial y a los extensos reportajes de  diarios y revistas. Así, se conformó un entorno de mayor acceso a la información, aunque con bastante uniformidad en sus temas. Los medios de comunicación cumplían con el deber de informar, crear opinión pública y denunciar, pero  al mismo tiempo, tenían el control total de los contenidos y del feedback ciudadano.

Las pautas de la credibilidad

El siglo XX estuvo cruzado por el debate sobre los criterios para confeccionar una pauta noticiosa, más la delicada separación entre la subjetividad personal y la noticia como “dato duro”. No en vano fue la época en que se fundaron las escuelas de periodismo bajo la idea de profesionalizar al reportero. Además, se aceptó la presencia de medios como voceros de diversos partidos políticos, gremios empresariales, asociaciones ciudadanas, organismos religiosos y otras entidades. El lector o auditor, sabía perfectamente con qué contenidos se iba a encontrar al elegir estas fuentes informativas. Por otro lado, en los llamados “medios objetivos”, se delimitaron las secciones editoriales, los avisos y las noticias. Estas últimas, para ser consideradas fidedignas, debían recoger más de un punto de vista sobre el tema y contar con un amplio surtido de fuentes informativas. De ahí surgió la diferencia entre las fuentes captadas por relaciones públicas y las fuentes críticas sobre un mismo hecho. En cuanto a los modos narrativos de las noticias, se generó el periodismoliteratura (un acontecimiento 100% verdadero escrito al estilo de novela). También, la verdadficción (un hecho real sirve de inspiración para una novela; no es la verdad) y la infaltable biografía no autorizada, en la que la vida de un personaje público es narrada a través de terceros que lo conocieron, sin incluir la versión del protagonista. En cuanto a reportajes sobre teorías conspirativas, los temas debían abundar en verbos condicionales y expresiones como “quizás”, “supuestamente”, “¿quién sabe?”, “todo parece indicar”,  etc. El objetivo era dejar siempre en claro al espectador que se hablaba de una posibilidad, pero no de un hecho confirmado. Cabe indicar que aun con estos protocolos, podían pasar “algunos goles”. Por ejemplo, en 1980 la periodista del Washington Post, Janet Cooke ganó el Premio Pulitzer por su reportaje “El mundo de Jimmy”, donde la triste vida de un niño callejero era contrastada con entrevistas sobre drogadicción. Todo funcionó hasta que surgieron personas que quisieron ayudar a Jimmy. Solo entonces se supo que era un niño imaginario. La diferencia con las actuales fake news, era que  la invención solía caer en personajes de “poca importancia”, difíciles de encontrar o contrastar. Hoy, ni las más altas autoridades se salvan. Al antiguo reclamo de “me sacaron de contexto”, ahora está el “fui víctima de una noticia falsa”, como lo dice Bashar al-Assad de Siria, o el “alternative facts” de  Donald Trump.

Verdades y masas

A pesar del profesionalismo investigativo, los medios de comunicación tradicional siempre tuvieron el problema del criterio en la selección noticiosa. La carencia de espacio, en especial en la televisión, implicaba “tirar a la basura” cientos de noticias. Muchas de ellas llegaban a las salas de prensa a través de las agencias internacionales. Hasta antes de internet, los medios eran presa fácil de dictadores, censuras, complicidad y chantajes para funcionar u obtener avisaje. Sin embargo, en los quiebres democráticos resurgía el valor del testimonio gráfico, la grabación o el video como una forma alternativa de cubrir las noticias omitidas o prohibidas. La prensa clandestina, que solía colaborar con las instituciones mundiales de derechos humanos, otorgaba una sensación de “verdad emergiendo hacia la luz”. Esta sensación podía ser compartida por grandes mayorías, puesto que hasta antes de internet, las acotadas opciones informativas y de entretención lograban que algunos programas, reportajes y películas tuvieran conmoción nacional. Por ejemplo, en 1976 después del éxito que tuvo en los Estados Unidos el best seller “Raíces” de Alex Haley, siete de sus capítulos se transformaron en una miniserie que se transmitió por la televisión abierta. Fue un fenómeno social que generó cambios en el elevado racismo de dicho país. Hoy, solo los grandes campeonatos de fútbol logran similar convocatoria. El año pasado, el History Channel difundió el “revival” de “Raíces”, una nueva producción mucho más larga y costosa que la anterior, destinada a las generaciones jóvenes. El Washington Post publicó el comentario de un lector que se lamentaba de la actual indiferencia pública versus al remezón ciudadano  de 1976.  ¿Demasiados árboles no dejan ver el bosque?

Gráfica, videos y realities

Con el florecimiento de la industria gráfica, la fotografía y edición digital, más el desarrollo de los efectos especiales, se dio paso a un fenómeno que comenzó con el mismo sentido del humor de 1938. Fue el trucaje de fotos para revistas del corazón y videos “tipo caseros”, con el fin de atraer espectadores a los celebrities show. Los rumores, los escándalos y el “fulanito filmado desnudo por un vecino”, probaron aumentar el rating de la televisión abierta y vender más revistas. Era el tiempo en que los video clubs y el Tv-cable capturaban el mercado de la entretención e información. Los realities sumaron su aporte a construcciones con apariencia real, pero con guión, corte y producción. Nadie percibió los grandes pasos que se estaban dando para jugar en gran escala con falsificaciones producidas en un computador. Todavía se creía que era imposible dudar sobre la veracidad de fotografías y filmes de valor histórico-testimonial.

“¿Por qué no te callas?”

En el 2007, durante el ascenso de internet y el embrionario desarrollo de las redes sociales, ocurre un hecho que simboliza un poco lo que viene. Se trata de la XVII Cumbre Iberoamericana de Jefes de Estados, en Santiago, Chile. Hugo Chávez se eterniza en un polémico discurso en contra de España e interrumpe varias veces al mandatario Rodríguez Zapatero. Es entonces, cuando el rey Juan Carlos I es filmado diciendo al venezolano su famosa frase: “¿Por qué no te callas?” Una anécdota que antes habría ocupado media plana o algún aislado comentario periodístico, trascendió a los medios, circuló por e-mails, fue subida a sitios web y hasta fue usada como nombre en revistas, asociaciones y discursos. La fuerza de la frase, armonizaba con el “cada cual tiene su verdad” de la postmodernidad. Claro que hasta esa fecha todavía existía la idea de tolerancia frente a puntos de vista distintos. Al menos como valor ético. Por eso quizás, esa frase tan breve y tan dura, se hizo popular. Fue un adelanto de la nueva actitud que hará furor en las actuales redes sociales: el eliminar o hacer callar al que no me gusta. Con la actitud contraria pero equivalente en peligro: el aceptar insultos, ofensas y odios, sin crítica alguna para demostrar una tolerancia extrema. En suma, hacer callar o dejarse insultar sin diálogo, empatía ni ética de por medio.

El embrujo de las “fake news”

Según el Pew Research Center, un 44% de los norteamericanos se informan hoy a través de las redes sociales, en especial twitter y facebook. Aunque muchos postean noticias extraídas de medios acreditados, existe una gran atracción a los memes y a las noticias “bomba”, que se difunden como hechos reales. Los memes son fotografías trucadas con frases atribuidas a políticos, artistas o celebridades conocidas. Más difíciles de reconocer son las fake news, debido a que algunas de ellas trascienden la simple foto de celular y son realizadas en estudios que simulan noticiarios o se trata de  videos en otro idioma con subtítulos alterados. Montar portales en internet para producir y vender noticias “calientes”, a gusto del consumidor, está resultando un buen negocio. A diferencia de un medio tradicional, no se necesita periodistas, chequear fuentes informativas, ni presentar entrevistados de fácil comprobación ni menos, salir a terreno. Todo se hace en el computador, con los mismos sistemas que se usan para el cine. Las fake news se lanzan al ruedo, se tornan virales, acaparan “likes” y funcionan hasta que los  verdaderos protagonistas las desmienten. Uno de los objetivos es lograr que el ciudadano dude de todo lo que ve y de lo que sabe. En el mismo viejo estilo de Orson Welles, las fake news propician la idea de oscuros poderes dominando al mundo. Pueden ser los reptilianos, los new age, los judíos, los Jesuitas, los Opus Dei, la alianza nazi-coreana, los infaltables Rothschild, los musulmanes y toda una nueva “versión histórica de los hechos”. Confiados en que la excesiva cantidad de información circulante marea e inmoviliza a los ciudadanos, suelen indicar que “todo está confirmado”. Hasta que son “desconfirmadas”.

¿Relativismo y fragmentación?

Aunque todavía es posible pensar que las fake news son solo un fenómeno social como lo fue el reality, corre el riesgo de crecer y acrecentar la fragmentación  ciudadana. Lo que la globalización inició como búsqueda de identidad en medio de la homogenización de las culturas, podría convertirse en la coexistencia de grupos que caminan juntos, pero en absoluta independencia. Cada cual con su verdad y sin interés de saber de otros. A gran escala, se aprecia el florecimiento de nacionalismos y deseos de actuar en solitario. Las comunidades internacionales parecen caer en desprestigio. Las fake news lucen como un fascinante recurso para defender a tiranos, dictadores, políticos corruptos o personajes cuestionados por organizaciones de derechos humanos y los watchdogs o entidades de denuncia, algunas de ellas compuestas por periodistas. Las mismas redes sociales se están burlando no solo del periodismo profesional, sino que también de las sanciones morales o históricas frente a guerras, genocidios, corrupción y abusos. Voces que apelan a la relatividad moral y al “todo está permitido”, corren a la par con los “¡cállate tú!” y las fake news. Sobre el futuro, cabe citar al novelista irlandés C.S. Lewis: “El relativismo no solo va de la mano del totalitarismo, sino que impide además que lo critiquemos. Pues no se gana mucho con calificar de malo un sistema, si la palabra malo no significa nada”.

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4 Comentarios sobre “Fake news, verdades a medias y… ¡Cállate tú!

  1. Notable la frase de Lewis : ” “El relativismo no solo va de la mano del totalitarismo, sino que impide además que lo critiquemos. Pues no se gana mucho con calificar de malo un sistema, si la palabra malo no significa nada”.

    Cesar Vallejo escribió: “Poetas/Devuelvan las palabras/ a los hombres”.

    Confío en que es más fácil inventar la post verdad que la post poesía.

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