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Las pocas personas que en este país están interesadas en el debate político tuvieron la sorpresa de saber de la decisión de la senadora demócrata cristiana Carolina Goic de postular para la Presidencia de la República, en representación de la colectividad que ella misma encabeza.

La sorpresa no es el anuncio, sino la oportunidad, ya que la postergación de la Junta Nacional de la DC por los incendios hacía suponer que la noticia se produciría en marzo, más o menos al mismo tiempo en que el ex-Presidente Piñera daría el mismo paso.

A diferencia de Guillier y de Piñera, que son los candidatos más nombrados en las encuestas -aunque sigue ganando el No Sabe / No Responde-, Carolina Goic ES la Democracia Cristiana.   Sin desconocer sus atributos personales, es una candidata de su partido y hasta ahora no tiene la transversalidad de los otros caballos en carrera fuera de su propio sector.

Tiene todo el derecho de competir, pero lo que se viene es demostrar su capacidad de remontar en las encuestas, en donde tiene un nivel de conocimiento inferior al 50% y un rechazo levemente superior a su aprobación.   Es necesario reconocer que, desde la reinstauración de la democracia, son las encuestas las que definen los candidatos, más allá de la voluntad de los partidos y de los propios postulantes.  Si no aparece el nombre, la persona no existe y eso es un hecho, más allá de la lógica.

La postulación de Goic tiene una clara lectura partidista.  Sin candidato propio, la Democracia Cristiana, que era el principal colectivo en los años ’80 y ’90, corre el riesgo de verse engullida por sus socios de Izquierda, en un escenario en el que las opciones de Centro parecen disminuidas por uno y otro lado del espectro político.

Se trata también de contar con una carta para negociar las candidaturas parlamentarias, nuevamente con el fin de mantener un sitio de importancia para la DC, en el supuesto de que seguirá vigente el pacto de la Nueva Mayoría.  Es por ello que Carolina Goic ha sido cuidadosa en eludir la idea de competir en la primera vuelta, como lo desean muchos de sus camaradas, cansados del ninguneo de sus aliados.

Por último, el anuncio de su candidatura tiene como fin contener la incipiente fuga de militantes que no han refichado y ya comienzan a decantarse por otras candidaturas.  Para la DC resulta urgente tener un nombre en las encuestas, pero la apuesta es riesgosa.  Si ese nombre no concita relativamente pronto un creciente apoyo ciudadano la posibilidad de conseguir los objetivos tras la postulación de Goic se va a ir diluyendo, y eso puede ser peligroso para la convivencia nacional en un país cada vez más polarizado.

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