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Las pasiones nunca son buenas consejeras, y preocupa ver el nivel de animadversión que se está produciendo entre candidatos y adherentes de un mismo sector político a seis meses de las elecciones, por lo que uno se pregunta a qué nivel de virulencia se podría llegar a fin de año.

Si bien es natural que, a medida que se acerca el día de la votación, empiece a arreciar el nerviosismo, las apariencias indican que en esta oportunidad las pasiones están empujando la subjetividad y la agresividad a manifestarse en forma prematura, atendiendo al hecho que la propaganda sólo se puede hacer 60 días antes de la elección.

Es cierto que la ley deja fuera de la definición de propaganda a la información de eventos políticos y partidistas o la difusión de ideas así como a los medios digitales, pero es cuestionable que entre en esta figura la calificación negativa de lo que hacen y piensan los demás candidatos.

Existe además el riesgo de agotar la paciencia de la ciudadanía con tanta declaración tiempo antes de las elecciones, y la única sensación que queda es que los candidatos y sus partidarios se encuentran en un alto grado de nerviosismo y excitación.

Un problema adicional es que esa impresión genera, a su vez, una opinión negativa por parte de la ciudadanía, que supone que tanto afán por destruir a los rivales no está inspirada por un sano espíritu de competencia sino, por lo contrario, en un afán de romper todo lo que no sea propio, incluyendo la confianza de los electores, para que sea nuestro candidato el único que aparece como impoluto.   Sin embargo, como todos hacen lo mismo no se salva nadie de la crítica descarnada.

Si todos hablan de construir y de futuro pero hacen lo contrario, es lógico que la evolución de la sociedad -que no se detiene por los procesos electorales- deje tras sí a los actores políticos que no son capaces de constituirse en un aporte efectivo porque la forma en que se están encarados las campañas entra más en el terreno de las noticias de espectáculos.

Cuando candidatos, partidos y actores en general del ámbito político no se dan cuenta del rechazo que producen entre la gente común, es difícil esperar que reaccionen y hagan algo distinto. Si una parte de la sociedad se aparta del resto de la comunidad, que es lo que hacen cuando se interpelan entre ellos suponiendo que los demás los encuentran tan interesantes que seguirán atentamente sus conversaciones, cometen un error y lo más probable es que se queden hablando solos.

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