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Te esperaba cada noche de viernes confundida entre el público que te amaba. El viernes era tuyo, el viernes el público era tuyo y tú eras nuestro, nos transformábamos por ti.  Nos peleábamos las primeras filas para estar cerca. De pronto estabas sobre el escenario con tu ajustado vestido de terciopelo rojo, tu boca roja y tus tacones. Sobre ellos caminabas segura y  brillante. Eras la reina y nosotros tus súbditos, los marginados,  los putos de la esquina  Esperábamos que llegara cada viernes para verte y liberarnos de las cadenas  y ser libres, como tú,  vestir como tú, caminar como tú, brillar como tú.  Una noche de esas,  tuve un sueño. Soñé que deseaba tener un recuerdo tuyo, algo que  pudiera guardar en mi pecho minúsculo. Escondido detrás de un ramo de rosas rojas    me deslicé por los   pasillos y llegué a tu camarín, llegué a tu guarida íntima. Allí estabas tú, estaba tu ropa, tu maquillaje, tus pelucas y cepillos. También estaban tus zapatos de tacón. Dejé las rosas sobre el  mueble y comencé a tocar las paredes que te albergaban sintiendo celos de ellas.  Luego,   toqué tus suaves vestidos pecadores, quise  ser tela para envolverte y ser una contigo. No pude resistir probarme el  vestido  azul bordado con pequeños cristales en el pecho.

Me  miré en tu espejo y  vi que solo era  un ridículo joven sin forma que vestía de azul  y brillos. De pronto oí tus pasos tan rápidos  y rotundos que no alcancé a escapar y me escondí con pánico detrás de la pesada cortina del vestidor. Allí, con la boca tapada,  sentía tu olor, tu perfume, el aroma de tus axilas, el olor  que despedía tu cuello sudoroso. Todo olía a tu existencia, a tu alegría y también olías a público. Como animal traicionero, el corazón comenzó a latir desesperado y apreté con más fuerza mis manos sobre  la boca. Yo moriría ahí mismo si me encontraras vestido de azul y te enojaras. Pero tú no te diste cuenta. Desde detrás de la cortina vi que quedaste cubierto con las medias de red y una faja que amenazaba con desbordarse.  Fui quitando mis manos de la boca. Soltaste la faja y suspiré. Asombrado te paraste de la silla, miraste detrás de la cortina y  comenzaste a reír a carcajadas. Puto de mierda, me decías…Y no parabas de reír.

Quisiste tocarme, tuve miedo y te empujé, me tomaste por el brazo con violencia, quisiste pegarme, di vuelta la silla, tropezaste y te agarraste de mis piernas. Apenas, tomé uno de tus tacones  y  con los ojos cerrados  di golpes una y otra vez.  No sé por cuánto tiempo estuve dando golpes.

Hoy es viernes. No hay función. Se dice que están de duelo. Se dice que a golpes  te desarmaron la cara. Se dice que fue venganza y que habría sido una mujer. Una pequeña mujer vestida de azul.

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