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El burócrata administra y el político propone.   Cuando el político renuncia a ejercer su liderazgo, renuncia también a convocar y a ser atractivo, y se expone a que le pidan cuentas por la administración del país.   Esa es una de las razones que deben llevar a extirpar la visión tecnocrática en la política.   Hacer bien las cosas no es necesariamente hacerlas de la forma en que se debe y se requiere.

Las naciones requieren sueños, y los sueños precisan de un diagnóstico claro de la situación, de las posibilidades futuras, de las capacidades, de eficiencia en la acción y es sólo en esta última fase que tienen competencia los tecnócratas y burócratas.

Un liderazgo tiene la capacidad de ver más allá del corto plazo y proyectar las naciones varias décadas adelante, sin dejarse atar por las urgencias de la contingencia.  Para abordar lo inmediato están los burócratas y hay que respetarles su espacio, pero no permitir que invadan las áreas en las que se usa la imaginación, la audacia y la libertad que dan el pensamiento y la creatividad.

Repetir lo que ya se hizo porque salió bien o someterse a la voluntad de una mayoría que cambia de opinión con facilidad, es camino seguro al error.   Las sociedades cambian y el cambio es parte de la esencia de la sociedad.  Lo difícil es anticipar la dirección del cambio y el sentido de la sociedad.

No es prudente esperar expresiones de grandeza ni de idealismo en las campañas electorales, cuando el factor que prevalece es el temor a la competencia o a cometer errores.   El momento apropiado es el inmediatamente anterior, cuando no existe la tensión electoral, cuando es claro que el Gobierno en ejercicio ya desarrolló la mayor parte de su programa y se produce esa pausa en la que se comienza a pensar qué viene a continuación.

Los eventos electorales tienden a convertirse en una especie de rito para partidos y candidatos que monopolizan los medios de comunicación y dejan fuera la reflexión y la conversación libre de presiones, y si se permite que la competencia electoral llegue a convertirse en un verdadero trastorno obsesivo compulsivo se termina por hacerle un daño a los países.

Ya está visto que a la política no le interesa el pensamiento libre y creativo, pero sería peligroso permitirle que además no le deje espacio para desarrollarse cuando existe la oportunidad o que ponga trabas a la conversación que debe existir en toda sociedad a la que le interesa de verdad el porvenir, que siempre será más amplio que los programas que ofrecen los candidatos en las elecciones periódicas.

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Alguien comentó sobre “Largo Plazo

  1. Son los liderazgo de antaño los que no dejan ser posible una justa distribución del poder. Y conducen a lo mismo y no hay críticas que ellos acepten.

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