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Un día, Dios agobiado ante tanto problema terrestre,
decidió tomar vacaciones.

Así, ordenó sus poderes, organizó su omnipotencia,
eligió su vestuario más fresco (de aire),
cerró su computador místico y apagó su celular (no fuera
que algún suicida arrepentido quisiera ubicarlo con
urgencia).

Y partió.

Pasada una hora de su partida, preocupado y superado
su cansancio por el deber (como todo buen padre
progenitor); decidió regresar.

Pero no encontró el planeta tierra.

Buscó en el universo y luego escudriñó por las galaxias,

Pero nada.

El planeta tierra había desaparecido.

Triste, concluyó, que contra toda voluntad divina,

El Ser Humano
había logrado por fin su más cruel objetivo.

Sol

Confundido ante la falta de calidez
de los humanos.
Un día decidió imitarlos.
Se apagó una galaxia completa.

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