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1.
¿Podremos endulzar las heridas? El tiempo
no olvida ni cicatriza ni endulza. Sin transformación
las cosas y emociones permanecen, incrustadas
a lo que viene, libres de arpegios. Para inadvertirse,
muchas veces adulteran su identidad. Y llenan
de niebla sus pulmones y sus cajas de resonancia.
Contra los pedregales que quedan como signos
Eugène Delacroix –lleno de astucia y despotismo–
según Baudelaire, pinta Scène des massacres de Scio.
En ese monocromático cobre de doble estructura
piramidal, más de veinte mil personas fueron
asesinadas, los que sobrevivieron fueron
esclavizados. Sin que nadie lo supiera, hojeabas
el libro de tu casa natal. El turco –a caballo-
rapta a la joven griega desnuda. El turco
que secuestra no sólo es el turco que secuestra
.
Y no sólo secuestra a la joven desnuda. Cuando
encuentran su paz interior, formas y colores
murmuran y se traspasan información confidencial
creando un grado de complicidad que no disuelve
la muerte. Este encuentro tibio, es el acto
de emancipación más humano que existe y en esa
habladuría que sólo entienden los pintores,
ebrios de trementina, el mundo se re-direcciona.
Bajo el bárbaro azote del tirano que de duelo y de luto
la ha cubierto,
el poema L’Enfant de Víctor Hugo
geometriza a Quíos -la de los bosques. Paternizados
o maternizados re-inventamos el alfabeto.
“El niño griego responde: –Quiero pólvora y balas”.
Sin capa protectora ni blindaje adecuado oh, camarada,
hasta aquí llega esa vibración. Dos siglos puede
considerarse un segundo. Viaja dentro del tiempo
y cuando ingresa al hoy –desde donde escribo-
muestra como trofeos de guerra, sus manos
perfumadas de ganado caprino. Hasta el amor
más insignificante, todo, absolutamente todo
puede ser escrito en clave de folklor griego y liturgia
ortodoxa. Y si puede ser escrito, es porque
fue vivido. Arja Saijonmaa, en esos recintos
amplios donde convive con la música, toda palabra
tiene evocación y estatua, la libertad era nuestra
sed (que provocando angustia imagina el camino)
y es nuestra guerra fría (los territorios crucificados
de piedras y dudas). Para entender este ser
para el arte y esta existencia con sentido de magnitud,
puedo decir que nuestro corazón expandido iba
de horizonte a horizonte, derribando muros
y creando puertas. Cuando nadie daba un peso
por esos ángeles caídos, las palabras de los poetas,
iluminaron los sectores barbarizados de la conciencia.
Nos hablamos de tú a tú, como nunca nadie
nos había hablado. Detrás de esa voz, las voces
plurales de un pueblo que canta y el vino de las cantinas
y la medianoche de la tierra, re-escribiéndose.

2.
Aunque no esté Costa Gavras para filmarlo
para no despertar sospecha nos visitabas
en noches sin lunas y bajo Estado de Sitio. Compartes
trozos de pan fresco en esas cárceles clandestinas
turcas, griegas, chilenas. Bajo parámetros tácticos
no explicitados en Libros de Filosofía, a duras penas
deducibles de la exploración y la ingeniería, fuimos
considerados para ser objetos de castigo y burla
por nuestros enemigos como vehículos de bajo
costo -maltratado en incursiones anteriores-
y con escaso poder de fuego. ¿Hay algo más
inútil que encarcelar poetas?
Para ese paisaje
enternecedor, la belleza cuelga de las ventanas
de los edificios públicos. Ninguna rendición es digna
de elogio, menos aún si los malnacidos pasaron
por las armas a muchas que amamos y que más
tarde cuando no sabíamos si llorar, por nosotros
mismos fueron declaradas semillas de insurgencia.
Cómanse las moscas- gritaban. En territorios enemigos
cavábamos trincheras y memorizábamos redes
de suministros posibles de ser saboteados.
Los carapintadas allanan, queman mercancías
y libros. Abdicar ahora es sentenciar la propia
muerte. El olor a pólvora quita el aparato reproductor
de las semillas y envenena alimentos de primera
necesidad y el agua potable. Nunca tendríamos otro
atardecer como éste
– nos decíamos, cuando no comenzaba
a atardecer. Quizás porque aún no cumplíamos
veinte años, el miedo a amar cabía en la bolsa del pan.
De haber tenido claridad y un libro de Erich Fromm: otros
subterfugios podrían manifestarse en estas violentadas
arenas. Víctimas de nuestros salvatajes padecimos falta
de oxígeno. Para defendernos de la oscuridad que venía
de nuestras almas, usamos luces de bengala.

3.
Moriría si desaparece ese olor que evoca. La poesía
era el sonido de las cosas que estaban ahí
antes que ellas mismas estuvieran, personificado,
manejándose biológicamente en todos los registros
posibles, desde el propio mar al impulso metálico
que los insectos liberan cuando emprenden vuelo,
me dijo: sólo las emociones que traduje como epifanías
son interminables
. La melancolía deja la piel grasosa.
Y algunas manchas. Aunque lo intentamos, no supimos
marchitarnos. Porque existe la paz y nos asiste
esa certeza, perfumamos las primeras lecciones
de vida con hierbas aromáticas, El Día que los Peces
desaparecieron
. Cargábamos una Carta
para la enamorada de la Resistencia -que no
aparece en la fotografía- y una canción para ser
tocada en buzuki. La dejamos en manos de un joven
que regenta una gasolinera en el centro de Quíos.
La clandestinidad es una habitación tibia
doble con baño privado en relación con el Campo
de Concentración de Oropos. A mi modo de ver,
injustamente nos han reñido porque bebimos
vino griego. María Farantouri es un árbol. Cuando
no sea posible la luz, ella reemplazará al sol.
De esos cristales haremos el poema que un día
cantarás a pleno pulmón. La libertad es la realidad
ampliada de los afectos y la conversación
apoyada por la luna. En aquella biología, Yorgos
escribe Epitafios sobre el asesinato de un trabajador
tabacalero. Y nubla los cielos literarios de Europa.
En el centro del Peloponesio, y su capital Arcadia,
contra el neoliberalismo salvaje que cada vez es más
un espacio sombrío, injusto, desigual, miserable
y contaminado, la música es la sangre de los pueblos,
sólo en ella y en ti, reconocemos los bordes
de un mundo ancho y ajeno. A través del sirtaki
experimentamos la profundidad de la derrota
y los himnos de una tierra que se renueva.
Somos ese Universo que orbita las cuatro estaciones
de la República. Era un joven prisionero en Bergen
Belsen que esperaba tren a Noruega. Nadie sabe
por qué estamos dónde estamos. En aquella
confusión caótica, para muchos la canción
era la extensión habitada del fonógrafo. Para mayor
complejidad, no teníamos definición aceptable
para la cobardía ni el coraje. Como si recién viniera
saliendo del Sermón de la Montaña, la jewish girl
desconoce el origen de la palabra precipicio, pero abraza
esa bandera. Y se incendia. Nada es tan hermoso
que las palabras que se dice a sí misma esa muchacha
que decide –de esa manera- vivir para siempre.

4.
Por milagro, escuché el Sermón de la Montaña
en arameo en la selva de Guanacaste. Aunque
resulte extraño la música de Theodorakis iluminó
los campos de concentración sometidos a deplorables
condiciones higiénicas del mundo y de similar
manera, también iluminó la casa de mi abuela
convertida en una inocente casa de seguridad.
Aún estamos aquí, ¿verdad? Olivier Messiaen
y René Leibowitz son horizontes llenos de pájaros.
El amor es transfronterizo y referente de otros
amores que vendrán porque nadie detiene
el orbitar del universo. En el intertanto, los perros
abandonados aprovechan la sombra de sus propias
ruinas para echar siesta. La policía política tiene
retratos hablados del día que vendrá y sabe
que –con maquillaje- no podemos ocultar
esa representación gráfica. Poseído por una magia
metafísica y un abrigo de piel, conoció los calabozos
de la Gestapo. Quizás porque la realidad tenía
esos lagartos, electricidad y espinas, vive en el hemisferio
derecho, creativo y abstracto. Primero contra la Italia
fascista y luego contra la Alemania nazi,
y contra la dictadura de los coroneles. Nuestros
abuelos fueron deportados y para que tomáramos
nota –que la palabra crueldad no es un adagio-
fueron enviados en paquetes de un kilo y algunos
fundidos con el oro que escondían en los motores
de los tractores. Nosotros como soñadores,
éramos una vanguardia organizada para describir
crepúsculos y ordenar la mañana que baja
de las montañas de la conciencia hacia la realidad
más visible y pura de los pueblos. Nos renueva la lengua
ese sabor a sal. Yorgos Seferis y Odysseas Elytis,
nuestros poetas están sobre una roca y lanzan una lienza
de pescar. Nosotros estamos en un puerto
donde no existe el mar. Girls of Mauthausen girls
of Belsen, did you see my love?
Antes que nosotros,
inventaron el miedo. Todo el mar que no era, ahora lo es.
Compositor, mandolinero y militante político. También,
Mikis, tuviste un amigo que se llamaba Gregoris
(Lambrakis). El mío murió de cáncer y de epicureísmo.
Cuando levantamos su casa –un día después de muerto-
supimos que jugaba con fuego y que la libertad
dormía desnuda en el cuarto contiguo. El Mar Egeo
no tiene gaviotas. Pero sí cipreses. Millones de cipreses.

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