Compartir

De manera inexplicable, la Democracia Cristiana, y antes el Partido Radical, han ido perdiendo relevancia como representantes del Centro del espectro político.  Teniendo todo a su alcance para servir de ejes de la balanza para las tendencias de Izquierda y Derecha, la seguridad de contar siempre con el apoyo del ciudadano moderado, ilustres intelectuales y una sólida base de militantes, antes el PR y ahora la DC enfrentan el camino del declive electoral.

Cuando los radicales dejaron de ser el gran partido, comenzaron a ser sustituidos por una incipiente Democracia Cristiana.  Hoy, cuando le toca a la DC recorrer el mismo proceso fruto de sus propios errores y falta de visión, no hay a la vista un grupo o un movimiento que, con seguridad, pueda erigirse como su sucesor en el Centro político, aunque hay muchos interesados porque es el bloque que permite formar Gobierno a una Izquierda o a una Derecha que difícilmente conquistarán por sí solas la mayoría.

Hay, sin embargo, algunas diferencias.    El sistema electoral binominal que tuvimos por un cuarto de siglo y que dejó a la DC sola, ha sido modificado y ahora caben más corrientes políticas.   El binominal, hábilmente previsto por la dictadura, forzaba la formación de dos polos en la Izquierda y la Derecha.   El sistema proporcional, en cambio, se corresponde con la tradición nacional de los tres tercios en la que el Centro juega un rol de primera importancia, además de cambiar el estímulo centrífugo del binominal que favorece posiciones más extremas por un centrípeto que ayuda a las fuerzas de Centro.

El otro cambio importante es que el mundo (y el país) han cambiado.   La Guerra Fría ha dado paso a un nuevo escenario en el que la lucha ya no está en el eje en el que capitalismo y comunismo aparecen como las únicas alternativas posibles.  Han surgido nuevos problemas y nuevas formas de afrontarlos.  Ni la Izquierda ni la Derecha tienen miradas novedosas sobre regionalismo, energías renovables, los derechos de las mujeres, la globalización o la religión, y se requieren aportes doctrinarios que nos pongan en el Siglo XXI sin repetir lo que se viene haciendo prácticamente desde el Siglo XVIII.

Reconstituir una fuerza de Centro moderna es una necesidad para llenar el vacío que deja el binominal, pero también es la oportunidad de evolucionar como sociedad y de renovar la política, ambas demandas sostenidas en forma reiterada por la ciudadanía y desoídas con la misma firmeza por los partidos tradicionales.   Ya no se trata de buscar un promedio entre los dos polos, sino de levantar la cabeza y mirar al futuro con creatividad y una inteligencia humanista y realista.  Lo peor que puede ocurrir es no intentarlo, pero los eventuales beneficios para todos son enormes.

Compartir

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *