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La Presidenta Michelle Bachelet ha presentado el proyecto de ley que regula el Matrimonio Igualitario, es decir la unión entre dos personas, indistintamente de su género u orientación sexual. Un paso histórico, sobre todo para las décadas de lucha del movimiento LGBTI, el cual personalmente también celebro y aplaudo, ya que constituye una avance en la igualdad y justicia de los derechos civiles.

No obstante, convengamos que esta lucha, es aquella radicada en una porción del movimiento LGBTI, quizás mayoritaria, que responde a un llamado conservador, en tanto y en cuanto, busca emular sus prácticas culturales a la homogeneidad heterosexual.

El matrimonio obedece a un paradigma autoritario, a una comprensión premoderna de la naturaleza humana, y una estructura esencialista del pensamiento, que viene de la antigua Grecia y que dio sustento a las tradiciones monoteístas. Esa idea de que la “esencia mujer” y la “esencia hombre” deben unirse, el uno y el otro, para “cumplir” funciones que le son propias a cada uno.

Los conservadores LGBTI me dirán que se ha ganado contraviniendo la tradición esencialista, ya que supone superar el cumplimientos de roles y funciones, al establecer que el género, la orientación sexual y las conductas sexuales, no asigna roles determinados, por ende el matrimonio igualitario no es matrimonio tradicional propiamente tal. Pero eso no es efectivo: es más bien una paradoja. Reconoce la diversidad, sí, pero la reconoce a partir del hecho que en el pasado se le consideraba marginal, y por tanto, a través del matrimonio, una institución eminentemente tradicional – como hemos dicho – se establece un nuevo criterio de legitimidad, emulando la cultura homosexual a los hábitos y prácticas de lo heterosexual. Es decir se coopta lo marginal, la otredad, a través de la homogeneización de estos.

El Estado moderno es la secularización de la teología y la racionalización de la represión. Por tanto, es la consecución de la idea monoteísta de que el orden social viene de forma pretérita y el bienestar de los ciudadanos del Estado, es la estructura que deviene en los medios posibles para buscar fines comunes. El matrimonio, en esta línea, fue la imagen concreta de la tradición judeocristiana de que el hombre y la mujer se unen para los fines de guardarse protección y procrear, con el objetivo de preservar la Historia de la comunidad. Por ende el Estado, norma todos los aspectos sustantivos de la vida de los individuos: su actuar social y político dentro de la estructura y su actuar privado dentro de la imagen del matrimonio.

La idea de igualdad y libertad modernas, son eminentemente liberticidas y represoras, en cuanto y en tanto, busca normar las acciones individuales según los parámetros del Estado, y por tanto, todo objetivo de lograr luchas dentro de la normatividad estatal, es establecer distintos principios diferenciadores del actuar humano, por ende, terminamos legalizando distintas garantías de exclusión.

Si realmente tenemos una idea de igualdad y libertad, este debe ser fuera del Estado. Es decir despojando del Estado y su pesada carga normativa, de toda capacidad de “garantizar las formas de vida”. La verdadera libertad la podremos experimentar cuando nuestra lucha verdadera sea la abolición del matrimonio y lo consigamos. Ganaremos la libertad plena en las relaciones de pareja, que no exista la propiedad ni la potestad de uno sobre otro, y que no sea el Estado quien sea árbitro de las circunstancias en que se viven esas relaciones, ni de la moral sexual que viven los individuos.

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Alguien comentó sobre “La abolición del matrimonio

  1. Difícil abolir el espíritu de ceremonia y compromiso del ser humano. El matrimonio ha sido parte de ceremonias entre tribus y clanes desde tiempos inmemoriales bastante anteriores a la sociedad judeocristiana. Es posible abolirlo como ley, pero no se puede impedir que los interesados quieran comprometerse en ceremonias de todo tipo. Además, por un lado las parejas homosexuales están impulsando el matrimonio y en general, al estar separado de la religión (de hecho vale el civil) tiene también su salida que es divorcio. Las convivencias también han aumentado, lo que no impide el pasar por ceremonias ecologistas, new age, etc.

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