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Ya entramos en la fase final de las elecciones, y es bueno definir cuáles son las características que se podrían desear del próximo Presidente de la República, una cuestión absolutamente subjetiva pero que podría servir de referencia al momento de definir el voto.   Como en el sector privado, deberíamos hacer la descripción del cargo antes de recibir los antecedentes de los candidatos.

Lo primero es lo evidente:   El cargo de Presidente no debería ser ocupado por una persona de cuyo equilibrio mental, ético o emocional existan dudas.   Una dosis de egolatría es aceptable, pero dentro de lo razonable.   Del mismo modo, sería recomendable eludir a quienes tengan a su haber un historial de conflictos con la justicia o con los demás, porque el que es sospechoso una vez, quien tiene propensión al conflicto, tiene una personalidad que lo llevará a caminar permanentemente por el borde del precipicio, y eso que apenas se le permite a un ciudadano común debería estar absolutamente prohibido para un Jefe de Estado que tiene mayores responsabilidades.

A continuación está el acápite de la tolerancia y el respeto.   Un Presidente es para todos y no sólo para sus partidarios, sobre todo en un escenario en el que lo más probable es que los que lo apoyen sean minoría en el país, aunque tenga la mayoría de los votos, a causa de la alta abstención.   Debe reconocer cuando se equivoca porque es tan humano como los gobernados y porque nadie tiene el monopolio de la verdad.  Contratar a los amigos y parientes no es sano, como tampoco la falta de educación con los demás, sin considerar su condición social.

Bajo ese entendido, su preocupación principal debe ir orientada hacia quienes tengan necesidades más urgentes, es decir las personas marginadas del desarrollo nacional: Pobres, niños y gente de la tercera edad.  No se trata de asuntos postergables ni del tema de moda.   No sólo es la emergencia, sino que la traba de cualquier posible crecimiento del país.  Pero no se les debe tratar como un lastre sino como una inversión social de largo plazo para despejar los obstáculos posteriores mientras todavía se trata de situaciones abordables.

Ello lleva a otra característica deseable.  La capacidad de previsión, de anticiparse a los problemas antes que se vuelvan inmanejables, antes que se produzcan movimientos sociales de reclamo, cuando aún es posible buscar acuerdos para su solución, de privilegiar el beneficio social antes que el costo económico.   Eso requiere la habilidad de tener una visión general del país y del mundo.  Darse cuenta, por ejemplo, que no pasarán muchos años antes que el agua y los alimentos sean un recurso de primera necesidad mundial y hacer lo necesario para aprovechar al máximo los recursos de los que disponemos.

Una última exigencia a la luz del desarrollo de la campaña.  Debe ser una persona con pudor y cultura, porque el cargo exige que sea honrado para recuperar el prestigio de la política y que sepa por lo menos dónde está parado.

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