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Escucho la advertencia que hicieron 15 mil científicos al mundo y siento dolor. Afirman que la vida en el planeta está peor que hace 25 años. Calentamiento global, deforestación, reducción de las fuentes de agua dulce y aumento de las zonas oceánicas muertas son sólo algunas de las expresiones de que estamos trasgrediendo los límites biosféricos. La Organización Alianza de Científicos del mundo, nos dicen que todos los problemas están conectados, pero que el mayor somos nosotros y que de aquí deben venir los imprescindibles cambios.

Cierro los ojos y aparecen árboles y bosques.

Mientras más me detengo, mejor veo los movimientos de los árboles. No es metáfora, la secreta vida de los árboles, invisible ante nuestra rutina con prisas se devela sin mantos al que quiere ver. De paso, los vínculos culturales y espirituales con los árboles nos conectan con nuestra historia más personal y ancestral.

Aromos y cerezos en flor marcan mis estaciones, majestuosas araucarias del pueblo mapuche, el esperanzador Ceibo del Hospital El Salvador, el árbol del jardín del Gigante Egoísta, los diminutos sauces árticos amigos de los inuits, los pinos de infancia que bailaban en los inviernos, los coloridos bosques de Coyhaique, el Quillay que le dicen “naranjo” en el cerro Provincia, esas zonas intocadas del bosque de Chiloé, los baobabs lejos de las rosas, el manzano-manzana de un amigo, el bosque de Karura de Wangari Maathai en Kenia, el generoso damasco de mi abuela, el bosque fantástico de Avatar y el árbol de uno de mis cuentos de niña en que un bosque talado renace convertido en poste de electricidad: un día vuelve a brotar y mirando al poste más cercano reconoce a ¡su árbola!

En el 2015, en un conversatorio de niños y niñas con la Presidenta Bachelet, como parte del proceso de participación “Yo Opino es mi derecho”, una niña de unos 9 años le pide que detenga los incendios forestales. La Presidenta le preguntó cuál bosque conocía y ella le dijo que ninguno, sólo los que ha visto por la tele quemarse. Imposible olvidar. La mayoría de los niños y niñas no conocen los bosques. En el mejor de los casos, conocen plantaciones de árboles: todos idénticos y en largas filas como marchando. Esos no son bosques.

Los bosques son siempre sagrados porque en su vital biodiversidad son el lugar donde se parte y se llega. Son el lugar donde el viento se cuela suave y la humedad tiene refugio. Templos naturales en donde nuestro lado más salvaje está en paz. Son ecosistemas perfectos en dónde todos tienen un lugar, desde lo invisible hasta los añosos abuelos árboles que desde lo más alto luego vuelven a nutrir la tierra.

A finales del siglo XX, la ecóloga forestal Suzanne Simard descubrió que los árboles de los bosques están conectados por una red de raíces y micorrizas. La llamada internet de los bosques (Wood Wide Web) dejó en evidencia una compleja y poderosa red que transporta nutrientes, información y alianzas. En un bosque cada árbol tiene miles de conexiones con los árboles que los rodean. Si sumamos el rol que cumplen las plantas, los insectos y los animales se vuelve un entretejido armónico, sonoro, luminoso y sobrecogedor.

Cuenta una historia muy antigua, tan antigua que muchos la olvidaron, que al principio todas las mujeres fuimos árboles. Fuimos árboles y nuestras raíces conectadas nos hacían ser una sola con la tierra y nuestros brazos-ramas se unían como parte de una gran ronda de amor. Cuando llegaron las guerras y las luchas por poder, muchas mujeres árboles murieron convertidas en madera, otras para sobrevivir tuvieron que desenraizarse y marcharse solas. Después de tanto dolor y soledad, es tiempo de volver.

Para mantener la vida en la tierra necesitamos recuperar conciencia y sabiduría. Un camino es comenzar abrazando el tronco de un árbol para escuchar la circulación de su savia, de tu savia. Luego las raíces de nuestros pies sabrán crecer para integrarnos a esa gran red a la que todos los seres vivos pertenecemos.

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7 Comentarios sobre “Historias de árboles

  1. Gracias Victoria…gracias por tu reflexión y ver que somos muchos más los que apreciamos y valoramos la tierra …el.bosque….aún falta mucho que hacer para que la misma gente que vive en el campo aprecie y cuide su entorno…es bueno compartir….en la ciudad..con el mismo árbol frente a su casa…el cuidar y conectarse con nuestra gran red de vida..grande Wangari

  2. Que emotivo tema. De tanto ver árboles nos olvidamos de ellos. Lo más triste es lo que dijo la niñita que mencionas. Muchos niños solo ven bosques en la tele y nunca han estado en uno real. Como dices, es un futuro que se avecina. La deforestación avanza y no suena raro que en largo plazo, los bosques solo sean conocidos en videos tres dimensiones, como juegos digitales de una realidad ficticia.

  3. Me encantó y recordé mis pinos, abetos, ceibo ,liquidambas y abedules, nogales y palmeras, damascos, manzanos, ciruelos, naranjos, almendros, membrillos, almendros, perales….. Todos ellos como hijos agradecidos, después de plantarlos nos regalaban su sombra, su silbido al viento, sus frutos, su verdor y encanto de vivir entre ellos!!

    Gracias por recordarmelo. Una hermosa época.

  4. Creci entre los arboles, jugue entre ellos, mis grandes ensoñaciones son con los bosques que amo,es enorme el dolor que siento al verlos y sentirlos heridos y quemados.
    gracias por esta preciosa Oda a ellos.
    Tomemos consciencia de su inestimable valir..Salvemos al bosque.

    Gracias gracias por ayudarnos a tomar consciencia.

    Creci entre los arboles, jugue con ellos,y mis ensoñaciones continuan en sincronia con el frondoso bosque.
    Mi corazon se encoge al verlos quemados y destrozado por manos inconscientes.
    GRACIAS por esta hermosa oda hacia ellos
    Gracias por recordarnos lo valioso que son.

  5. Excelente artículo. Me hace mucho sentido todo, no solamente la conección entre árboles sino que científicamente comprobado entre todas las plantas. Lo penoso es que el común de la gente no se detiene a pensar en esto y es más lo destruye.

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