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Hubo un tiempo, a comienzos de la década de los ’90, en que era glamoroso ser militante de la Democracia Cristiana.  El partido efectivamente había crecido gracias a su rol desde la oposición a la dictadura, era un atractivo punto intermedio entre una Derecha que estaba manchada con el tema de los derechos humanos y una Izquierda que no había ganado la confianza de la gente, y, por lo demás, muchos consideraron que era el momento de pedir las recompensas correspondientes, hubieren o no trabajado por la recuperación de la democracia.

En ese período comenzó a brotar la figura de Mariana Aylwin, hija del recién electo primer Presidente de la naciente democracia, y el periodista André Jouffé eligió sus piernas para titular un libro que, en esencia, contenía chismes sobre la reluciente clase política.   Eran otros tiempos: Los políticos gozaban de prestigio y popularidad gracias a la novedad que representaban.

Ahora Mariana Aylwin hace noticia por su renuncia a la DC.  La profesora de Historia entró al partido un año antes del plebiscito y en estos 30 años de militancia se desempeñó como diputada por un solo período hace dos décadas y Ministra de Educación por tres años.  Desde el 2003 se ha desempeñado sólo en cargos internos dentro del PDC, sin ocupar puestos de mayor relevancia en su orgánica.

Cabe preguntarse entonces por qué se ha producido revuelo con su renuncia junto a un grupo de 30 militantes que, al igual que ella, no se han caracterizado por competir en cargos de elección popular.  La respuesta sencilla sería que el asunto ha sido debidamente promovido por la Derecha, pero la respuesta difícil es determinar qué tan relevante es este suceso entre los militantes de la DC.

El grupo que ha renunciado no tiene un caudal electoral propio y sería arriesgado suponer que los votantes tradicionales de la DC que esta vez prefirieron a Piñera pueden ser considerados como su patrimonio.   De hecho, pertenecen más a lo que se ha llamado la tecnocracia, sin mayor raigambre popular, y experiencias anteriores de militantes DC virando a la Derecha no han sido exitosas.

Dejando de lado el legítimo derecho de las personas a renunciar a un partido, el verdadero asunto es definir por qué la DC ha perdido poco más de un millón de votos y eso obliga a aceptar que los ahora renunciados, como antes lo fueron los díscolos expulsados, son un síntoma de una mala gestión más que responsables de la crisis actual y que el verdadero problema es la falta de actualización de una colectividad que aún sostiene un discurso que suena a década de los ‘60s y que habla de ideologías en tiempos de pragmatismo, en los que la gente parece aspirar a sus beneficios personales y no a los colectivos y en que las distinciones entre izquierdas y derechas es muy confusa como para ofrecer alternativas intermedias.

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Alguien comentó sobre “Las piernas de Mariana

  1. Buen recuerdo de los tiempos en que los políticos eran novedad y todos corrían a escuchar sus historias, cual celebridades. Hoy, existe mucho desencanto. Aunque la realidad puede ser mejor para muchas familias, se ha perdido el sentido de colectividad. Eso, por tres causas: aumento de la población y con ello, de ciudades mas grandes y barrios sin puntos de encuentro. Mas inmigración, que ha cambiado la cultura del “nosotros” y la excesiva diversidad de organizaciones a las que se puede pertenecer. Son tantas las opciones, que los contenidos se dispersan. Se me olvidaba, como cuarto factor, la carencia de una buena educación cívica en las escuelas y universidades. Buen artículo.

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